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Reportaje:Africa, continente de refugiados / y 3

Vuelve la amenaza de un estallido bélico en el Cuerno de Africa

El conflicto de Afganistán ha revalorizado el importante papel estratégico del Cuerno de Africa, una región que ya tenía un gran valor por ser puerta de salida de la ruta del canal de Suez -por tanto, muy relacionada con el conflicto de Oriente Próximo- y por su proximidad al gran camino marítimo que sigue el petróleo desde los países productores hacia los mercados consumidores de Occidente.Por ello, las grandes potencias, Estados Unidos y la Unión Soviética, han puesto sus ojos en esta región nororiental de Africa. También por esto nos encontramos con una de las zonas del planeta que más espectaculares cambios de alianzas ha conocido en el último lustro.

El hundimiento del imperio feudal de Haile Selasie en Etiopía en 1975, a pesar del apoyo de Estados Unidos -que contaba con importantes bases militares en este países-, fue bien aprovechado por la URSS, que llenó el vacío norteamericano enviando armamento, instructores y, finalmente, unidades militares, en apoyo de un régimen militar que acabó proclamándose marxista-leninista.

Pero esta nueva baza ganada por los soviéticos tuvo pronto su contrapartida. Somalia, entonces el más firme aliado de Moscú en la zona, receló de esta nueva amistad por la sencilla razón de que mantiene con su vecino un litigio territorial sobre el Ogaden. Este recelo se convirtió en ruptura en 1978.

Somalia, independiente desde 1960, considera que su territorio y su pueblo fueron desmembrados al finalizar la segunda guerra mundial, tras la expulsión de los italianos: el Ogaden fue entregado a Etiopía, Yibuti convertido en territorio francés y el sur quedó en poder de Kenia.

En 1969, un golpe militar, encabezado por Mohamed Siad Barré, instauró el «socialismo científico» en Somalia, que pasó a aliarse con la URSS, a quien concedió «facilidades militares» en el puerto de Berbera, en la costa del Golfo de Aden, cuya otra orilla, Yemen del Sur, acabó también en el campo socialista. Pocos meses antes de que estallase la guerra del Ocaden, el líder cubano Fidel Castro, durante una visita al Cuerno de Africa, trató de solucionar el problema de este territorio y propuso a Addis Abeba y Mogadiscio la creación de una federación socialista de la que también formaría parte Yemen del Sur.

Pero el proyecto fracasó y se iniciaron los combates. Etiopía acusó a Somalia de «disfrazar» a sus fuerzas militares de guerrilleros del Frente de Liberación de Somalia Occidental (FLSO) para luchar en Ogaden, y en represalia bombardeó las ciudades próximas a la frontera común. Somalia respondió enviando abiertamente a sus unidades al otro lado de la línea divisoria. Rápidamente controlaron el territorio en litigio y llegaron a amenazar seriamente las altiplanicies etíopes. En ese momento entró en funcionamiento la maquinaria militar soviético-cubana (La Habana envió un cuerpo expedicionario) y los somalíes, en derrota, tuvieron que replegarse a sus puntos de partida al otro lado del territorio.

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Este apoyo soviético-cubano a Etiopía supuso inmediatamente la ruptura de relaciones diplomáticas con el régimen de Castro y la expulsión de los técnicos militares de la URSS de Somalia. Y, por supuesto, se acabaron las «facilidades militares» de Berbera.

La ayuda que no llega

Somalia buscó entonces con quien suplir la ayuda que hasta entonces le había brindado el campo socialista. El mundo árabe, por la ideología del régimen de Barré, hizo oídos sordos. Y Estados Unidos y sus aliados occidentales se mantuvieron en una prudente actitud de espera.

Hasta que la intervención soviética en Afganistán dio un «valor añadido» a la zona. Perdido Irán, Washington buscó bases de apoyo militar en la orilla occidental del océano Indico. Y pensó en Berbera y solicitó a Mogadiscio «facilidades militares» en este puerto (las ha conseguido ya en Mombassa (Kenia) y en Omán).

«La amistad occidental será bien venida, pero no queremos ser esclavos de nadie. Nuestros problemas internos no se negocian», nos declaró el presidente somalí, Siad Barré, a un grupo de periodistas en Mogadiscio, cuando le preguntamos sobre la «cuestión Berbera».

El presidente fue sumamente cauto sobre las negociaciones o sobre el precio de esas «facilidades militares». Dijo que las negociaciones continúan, que no puede, por tanto, hablarse de cifras y que el tema será abordado en su próxima visita a Estados Unidos.

Tanto él como su ministro de Información, Mohamed Adan Shej, nos subrayaron que el asunto fue planteado por iniciativa de Estados Unidos a raíz de los acontecimientos afganos. El ministro nos dijo que, no obstante, «Washington mantiene una posición de espera para ver el desarrollo de los acontecimientos y son los norteamericanos quienes deciden sus prioridades».

Fuentes norteamericanas afirman que Mogadiscio ha pedido a cambio de las «facilidades» una cifra de 2.000 millones de dólares (unos 140.000 millones de pesetas) en concepto de ayuda económica y militar. La demora del acuerdo, según la óptica norteamericana, puede deberse a tres razones: el precio pedido por Mogadiscio es demasiado elevado y los acuerdos ya alcanzados con Omán y Kenia devalúan la importancia de Berbera; Estados Unidos podría correr el riesgo de verse envuelto en el conflicto de Ogaden, y, en último lugar, Washington no ha perdido aún la esperanza de recuperar a los etíopes.

Situación prebélica

Cualquiera de estas tres razones pueden resultar igualmente válidas, especialmente la referida al Ogaden. Este territorio, en los últimos días, ha colocado a Etiopía y Somalia en una situación prebélica.

Aunque tanto el presidente somalí como su ministro de Información afirmaron que la única solución de este espinoso conflicto sólo puede ser política y que su país no volverá a enviar fuerzas militares al otro lado de la frontera -«sólo entraremos en lucha si somos provocados», matizó Siad Barré-, lo cierto es q ue el tono entre Addis Abeba y Mogadiscio ha subido hata límites muy peligrosos.

Mientras el Frente de Liberación de Somalia Occidental, que, según los dirigentes de Mogadiscio, sólo cuenta con su apoyo moral y político -un dirigente del FLSO nos reconoció que también recibe armas-, Etiopía y Somalia se acusan de agresiones mutuas. Mogadiscio ha denunciado en los últimos días bombardeos etíopes contra tres ciudades fronterizas, causando víctimas civiles y graves daños materiales. Por su parte, Addis Abeba responsabiliza al régimen vecino de la intensificación de la lucha en el Ogaden.

Etiopía ha recibido en las últimas semanas nuevos helicópteros de combate soviéticos, susceptibles de ser utilizados en esta lucha, y ha trasladado desde Eritrea a su otra província conflictiva dos divisiones completas.

La marcha de los instructores soviéticos y la derrota de 1978 han debilitado al Ejército somalí. Cuando preguntamos a Siad Barré qué tipo de armas necesítan ahora sus Fuerzas Armadas, respondió: «Necesitamos armas defensivas para proteger nuestra integridad territorial. Necesitamos aviones, pero no misiles intercontinentales». Y este tema entra dentro del paquete negociador con Estados Unidos. Para Washington, la situación no parece estar del todo clara en el Ogaden, y no se puede descartar que ante el alto precio que piden los somalíes, termine renunciando a Berbera.

Respiro en Eritrea

Entre tanto, en Eritrea la lucha contra el Frente Popular de Liberación parece haberse tomado un respiro. Así lo indica el traslado de las dos divisiones citadas, cuando los eritreos esperaban precisamente todo lo contrario. Es decir, el comienzo de una nueva ofensiva militar etíope contra sus posiciones en las montañas de la provincia de Sahel.

Este alivio militar en la zona podría deberse a los movimientos diplomáticos existentes en torno al conflicto eritreo. El otro frente de liberación que opera en esta región ha mantenido contactos con Moscú para sondear tina solución negociada. Por otro lado, el acercamiento entre Sudán y Etiopía -el líder etíope Mengistu Hailé Mariam visitó Jartuni en mayo- pueden abrir también una válvula negociadora. Por otro, lado, según fuentes diplomáticas yugoslavas de la capital sudanesa, parece esbozarse una escisión dentro del FPLE entre los partidarios de la salida negociada de la guerra y quienes quieren seguir la lucha hasta la independencia plena.

Lo que resulta indudable es que, mientras no haya una solución justa y duradera para estas dos zonas, Eritrea y Ogaden, el Cuerno de Africa seguirá alimentando el éxodo africano. Cerca de dos millones de personas, casi la mitad de los refugiados del continente, se han visto ya forzados a abandonar sus casas y su tierra.

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