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Trump abre con la guerra de los aranceles una nueva y agresiva era en la economía global

Canadá y México responden a los gravámenes con medidas para trasladar el sufrimiento económico al bolsillo de los estadounidenses. Pekín presentará “una queja” a la OMC y la UE se reserva una “respuesta con firmeza” ante la amenaza de Washington

Camiones se alinean para entrar en México en el Puerto de Entrada de Otay Mesa, en la frontera entre Estados Unidos y México en San Diego, el 1 de febrero.
Camiones se alinean para entrar en México en el Puerto de Entrada de Otay Mesa, en la frontera entre Estados Unidos y México en San Diego, el 1 de febrero.Apu Gomes (Getty Images)
Iker Seisdedos

La coerción y la mano dura regresaron este sábado al arsenal armamentístico con el que la Casa Blanca ejerce su poder e influencia sobre el mundo, que se adentra, con la imposición de aranceles del 25% a México y Canadá y del 10% a los productos procedentes de China, en una nueva era económica global caracterizada por la agresividad de su primera potencia.

La entrada en vigor de esos gravámenes, prevista para el próximo martes, será recordada como el detonante de una nueva guerra, una guerra comercial de consecuencias imprevisibles para Estados Unidos que amenaza con hacer saltar por los aires el espacio de entendimiento comercial de Norteamérica, con empujar a los vecinos del Norte y del Sur al abismo de la recesión y con intensificar la confrontación con la potencia asiática. También, si se confirman las bravatas del comandante económico en jefe Donald Trump, con escalar gravemente si se amplía el campo de batalla con nuevos enemigos que, como la Unión Europea, han quedado de momento fuera de esta primera andanada.

La firma de las tres órdenes ejecutivas mediante las que, el sábado por la tarde, tomaron cuerpo unas sanciones económicas con las que el presidente de Estados Unidos venía amenazando meses es, de momento, el gesto más inequívoco de que la Administración recién estrenada no piensa perder el tiempo para imponer el nuevo orden mundial de Trump. Está basado en un ideal antiglobalización de la primera potencia, pero también en el matonismo como lenguaje diplomático y en el sobresalto como esa nueva normalidad en la que el inquilino de la Casa Blanca tiene a las cancillerías, las grandes empresas multinacionales con negocios en uno y otro lado y los periodistas pendientes mientras se dedica a jugar al golf durante la mañana para, una vez decide ponerse a trabajar, obligar a los mandatarios de México y Canadá a comparecer de urgencia.

Ambos detallaron el sábado por la noche cómo piensan trasladar a los consumidores estadounidenses algo del sufrimiento que se avecina para sus economías, que, juntas, suman una séptima parte de la de su poderoso vecino y el principal socio comercial de ambas. También abrieron la puerta a más aranceles, porque, un tanto imprecisamente, las órdenes ejecutivas dan a Trump la facultad de imponerlos ante las represalias de los vecinos.

El primer ministro canadiense, un Justin Trudeau en horas bajas y acosado por el ninguneo y las fantasías del republicano de convertir el país que gobierna en un Estado más de la Unión, reaccionó a la agresión comercial con la promesa de aranceles del 25% a una lista de productos del país vecino por valor de 30.000 millones de dólares estadounidenses, también desde el martes. Una segunda ola arancelaria de 125.000 millones se aplicará tres semanas después, aclaró Trudeau. Antes, dos provincias canadienses, Nueva Escocia y la Columbia Británica, habían anunciado sus propias represalias, tácticas casi de guerrilla como sacar el alcohol del vecino de las baldas de los supermercados, doblar los peajes a los vehículos comerciales estadounidenses o interrumpir las compras de licor a los Estados republicanos.

La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, bajó por su parte menos al detalle, cuando advirtió de que prevé “medidas arancelarias y no arancelarias” y pidió al secretario de Economía, Marcelo Ebrard, que adopte un “plan B” frente a la guerra iniciada por Trump, plan del que no dio mayores explicaciones. Ebrard equiparó en X la decisión de Washington con el acto masoquista de “dispararse en un pie”.

El domingo por la mañana fue el turno de Pekín, que publicó un comunicado del Ministerio de Comercio en el que promete que China presentará “una queja ante la Organización Mundial del Comercio” y que “tomará las contramedidas correspondientes para salvaguardar firmemente” sus “derechos e intereses”. A las pocas horas, un portavoz de la Comisión Europea abundó en la estrategia planteada por la UE la semana pasada de mantener la calma y reservarse el derecho a actuar en consecuencia si los aranceles llegaran finalmente por el horizonte de Washington. “La UE responderá con firmeza a cualquier socio comercial que imponga aranceles de manera injusta o arbitraria a los productos de la UE”, dijo.

Aislacionismo económico

Trump tampoco descansó este domingo. En una serie de mensajes de su red social, Truth, la tomó sobre todo con Canadá, país sobre el que reiteró algunas de las mentiras que ha venido esparciendo en los últimos meses, mientras exageraba las fortalezas económicas de Estados Unidos. “Pagamos Miles de Millones de Dólares para SUBVENCIONARLOS”, escribió, con su habitual y enfático uso de las mayúsculas. “¿Por qué? No hay ninguna razón. No necesitamos nada de lo que tienen. Disponemos de Energía ilimitada, deberíamos fabricar nuestros propios Coches, y tenemos más Madera de la que podemos usar. Canadá dejaría de existir sin estas subvenciones. ¡Suena duro, pero es cierto!”. Tirando de ese hilo argumentativo, Trump también resucitó sus ataques a Trudeau y a la independencia de Canadá: “Harían bien en convertirse en nuestro Preciado 51° Estado. [Disfrutarían de] Impuestos más bajos, y una mejor protección militar para su gente, ¡Y SIN ARANCELES!”.

Las cifras, tan tozudas siempre con Trump, le dan la razón solo en parte. De enero a noviembre de 2024, Estados Unidos importó bienes de México por valor 466.600 millones de dólares, compró a Canadá mercancía por 337.200 millones e importó de China productos por 401.400 millones. El mayor déficit comercial en ese periodo fue con China, por importe de 270.400 millones, seguido por México (157.200 millones) y Canadá (55.000 millones). Trump ha exagerado esos números una y otra vez y los ha presentado falsamente como subvenciones. En cuanto a las supuestas ventajas de una absorción de Canadá para sus ciudadanos, obvian las conquistas sociales (como una Seguridad Social mucho más accesible) que peligrarían si se convirtieran en ese “51° Estado”, que de momento solo existe en la imaginación del presidente estadounidense.

En otro mensaje de este domingo, Trump aprovechó para cargar contra el periódico conservador The Wall Street Journal por criticar las medidas arancelarias impuestas el sábado en un duro editorial titulado La guerra comercial más estúpida de la historia o con artículos que enfatizan sus consecuencias en el bolsillo de los estadounidenses. El presidente también insistió en que “TERMINARON ESOS DÍAS” de Estados Unidos como “un país estúpido” que “subvenciona” a otros, y repitió los argumentos que le hicieron tomar la decisión y que citan las órdenes ejecutivas: la exigencia de que Canadá y México trabajen más por parar el flujo de migración irregular hacia Estados Unidos y la entrada de fentanilo en el país, una mortífera droga de la familia de los opiáceos cuya fabricación controlan los cárteles, pero en la que emplean los precursores necesarios que llegan desde China.

De esos argumentos se sirvió Trump para declarar una emergencia nacional que le permite invocar la Ley de Poderes Económicos de Emergencia Internacional (IEEPA). Esa norma autoriza a un presidente a cambiar unilateralmente las reglas de las importaciones durante una crisis. Esa misma ley le confiere también el poder de levantarlos cuando lo considere oportuno. Cuándo entenderá Trump que los países afectados por los aranceles han hecho lo suficiente para atajar esos problemas es una de las grandes incógnitas de esta declaración de guerra.

El alcance de las consecuencias en Estados Unidos también entretiene a los expertos: una guerra comercial con sus dos socios comerciales más importantes afectará al bolsillo de los consumidores y al empleo y aumentará la inflación, según el Instituto Peterson de Economía Internacional. Trump fue en uno de los mensajes de este domingo un poco más lejos que en declaraciones anteriores y se abrió a admitir que su decisión podría traer sufrimiento a los suyos. " ¡ESTA SERÁ LA EDAD DE ORO DE ESTADOS UNIDOS! ¿HABRÁ ALGÚN DOLOR? SÍ, TAL VEZ (¡Y TAL VEZ NO!). PERO DEVOLVEREMOS SU GRANDEZA A ESTADOS UNIDOS”, escribió en Truth.

Se prevé que ese “dolor” incluya graves repercusiones en industrias como la automovilística y la energética. Las cadenas de producción y suministro de Estados Unidos también contienen la respiración; un alto funcionario diplomático mexicano en Washington auguró recientemente efectos nocivos para las propias empresas estadounidenses, “cuyos procesos de producción y distribución están muy integrados con las de sus vecinos del Sur y del Norte”.

Qué vendrá después es otra de las preguntas más repetidas este fin de semana en la capital estadounidense, en Ottawa, en Ciudad de México y en Pekín, aunque no solo... También sobre Bruselas penden los nubarrones de unas declaraciones de Trump del viernes, cuando dijo: ”¿Que si voy a imponer aranceles a la Unión Europea? ¿Quieres la respuesta sincera, o te damos una respuesta política? Absolutamente, aranceles. La Unión Europea nos ha tratado terriblemente. No compran nuestros coches, no compran nuestros productos agrícolas, esencialmente, no nos compran casi nada. Y tenemos un déficit tremendo con la Unión Europea. Así que haremos algo muy sustancial con la Unión Europea. Llevaremos el nivel [tarifario] a donde debería estar”, añadió.

De fondo también resuenan otras intenciones de Trump, que no abandona la idea de un arancel general para todas las importaciones. También ha prometido abrir nuevos frentes en esta guerra comercial con gravámenes sectoriales sobre productos como los farmacéuticos, los chips semiconductores, el acero, el aluminio o el cobre. Parece claro que en el nuevo orden mundial, el del America First, nada puede descartarse con el último inquilino de la Casa Blanca.

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Sobre la firma

Iker Seisdedos
Es corresponsal de EL PAÍS en Washington. Licenciado en Derecho Económico por la Universidad de Deusto y máster de Periodismo UAM / EL PAÍS, trabaja en el diario desde 2004, casi siempre vinculado al área cultural. Tras su paso por las secciones El Viajero, Tentaciones y El País Semanal, ha sido redactor jefe de Domingo, Ideas, Cultura y Babelia.
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