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Nicaragua invita a Carter al primer aniversario de la revolución sandinista

El Gobierno nicaragüense se ha apuntado un notable tanto político al invitar al presidente norteamericano, Jimmy Carter, a las ceremonias de conmemoración del primer aniversario de la caída del dictador Anastasio Somoza y del triunfo de la revolución sandinista. Al mismo tiempo, ha colocado al mandatario estadounidense en una delicada situación. Junto a Carter han recibido invitaciones para viajar a Managua, a mediados de julio, José López Portillo, de México; Luis Herrera, de Venezuela; Fidel Castro, de Cuba; Rodrigo Carazo, de Costa Rica, y Yasser Arafat, dirigente palestino.

El anuncio de la invitación a Carter fue hecho por el secretario de información de la Junta de Reconstrucción, Manuel Espinosa, que dijo no tener noticias acerca de si el presidente norteamericano aceptaría o no viajar a la capital nicaragüense.Carter se enfrenta, en opinión de los analistas, a un difícil dilema, sobre todo en época preelectoral. Si decide viajar a la Nicaragua sandinista se atraerá, sin duda, las simpatías de los sectores más progresistas de su partido y de la sociedad norteamericana. Su gesto, al mismo tiempo, marcaría un nuevo enfoque de la política norteamericana en Centroamérica, denostada de forma prácticamente unánime.

Las consecuencias negativas de su posible viaje se sitúan, básicamente, en el orden interno. Su seguro candidato opositor en las elecciones de noviembre, Ronald Reagan, aprovechará la coyuntura para insistir en sus acusaciones contra Carter de debilidad y connivencia con «los enemigos de Estados Unidos».

Quienes indudablemente tienen saldos positivos asegurados de antemano son las autoridades nicaragüenses. Su gesto al invitar al presidente Carter, sobre todo después de los desplantes recibidos por numerosos sectores políticos y económicos norteamericanos, es una prueba del sincero deseo del Gobierno de Managua de establecer sus relaciones exteriores sobre la base de la conciliación y la amistad. La invitación ofrece igualmente a Carter una posibilidad de demostrar que su política está a la altura de los tiempos y que comprende los cambios irreversibles que se están produciendo en el panorama centroamericano.

La presencia de Carter en Managua supondría un claro respaldo norteamericano al Gobierno surgido tras el triunfo de la revolución sandinista, que, más tarde, y en el terreno de los hechos concretos, tendría que traducirse en la tan necesitada ayuda económica que tiene Nicaragua.

Todas estas circunstancias deberán ser estudiadas minuciosamente por el presidente norteamericano, que, por la iniciativa nicaragüense, se enfrenta a una de las más difíciles decisiones de su mandato.

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