El cosechón
Parece que tenemos una de las mayores cosechas del siglo, parece que, según don Luis García García, presidente del Forppa ese de la cosa, tenemos este año un cosechón. O sea que lo que no se nos había dicho es que la crisis, la moción, el debate, la remodelación y todo el rollo han transcurrido en un contexto de cosechón, de abundancia venidera, si no cae piedra en esta primavera loca, roja y errática. Dios no lo quiera.De donde sale que los políticos no se aclaran ni están al día, porque nadie habló del cosechón cuando los sanisidros de las Cortes, y el cosechón cambia mucho las cosas, puede remediar el paro, ocurrir al hambre y a tantas necesidades, corregir el mapa político de Andalucía, y ser, en fin, una bendición del cielo laico para esta democracia aconfesional, siquiera como hipótesis de trabajo. Me llama Sisita Pastega Milans del Bosch:
-Oye, pero que es que no nos vemos nunca. Que te vengas esta semana a cenar, que nunca puedes. Tenemos que hablar de cosas.
Y así mucho personal de la jet. Yo creo que van saliendo de las horas de oro a medida que se ha sabido lo del cosechón, que esta democracia cheli no la van a pagar los empresarios, los industriales, como Ferrer-Salat y Olarra temían, sino que nos la van a Financiar los agricultores, como siempre, pues, al fin y al cabo, somos una aristocracia agraria, una cultura rural y feudal, que es lo que se nos está olvidando con tanto tocata y tanta hamburguer y tanto Pegamoide, y es lo que nos ha recordado Giscard, seguramente al tanto del cosechón. Porque a lo que teme Francia, país también agrícola, pero un poco vergonzante de sus berzas, es a la invasión periódica de esos cosechones españoles que de pronto hacen correr por Europa un trigo de oro y una moneda cereal como el oro mismo de Indias con que compramos trasantaño nuestra hegemonía en el rollo.
Me lo decía el gran Miguel Delibes hablando de un autodidacta local, o sea, vallisoletano:
-Yo creo, Paco, que no nos va a servir ni para basto ni para fino.
Eso nos pasa a los españoles con el Mercado Común: que no les servimos ni para bastos ni para finos. Para bastos nos sobran el Siglo de Oro y la generación del 98. Y para finos nos falta el bouquet degaulliano que tiene Giscard y no tiene Suárez, porque Giscard puede hacérselo de Pompadour o de reinona de la República, pero Suárez sólo puede hacérselo de Cebreros. Otra de las grandes reinonas que hoy llevan Europa, ese canciller de hierro llamado Thatcher, nos devalúa ahora la patata como antes nos devaluaran la peseta, y dice que sus sindicatos no quieren más patatas españolas. Es, como digo, el cosechón, el ejército de estameña y marfil de las patatas, que este año vienen más gordas que nunca, lo que Europa teme de nosotros. No tenemos la Sexta Flota ni los misiles que presentan armas a Lenin en la Plaza Roja, pero tenemos nuestra arma secreta y agropecuaria, que es el cosechón.
Contra eso ya han reaccionado Giscard/Thatcher. Tras el cosechón político que fue la moción de censura, viene el cosechón agrícola. A ver si vemos en la tele el trigo andaluz creciendo por el 151. Ayer pasé la tarde con Paco Camino, en la clínica, mientras la enfermera le tomaba la fiebre que no tiene:
-De retirarme, nada. Volveré.
En este hombre derribado y joven, que se toca la cornada del cuello casi con amor, veo la espiral pálida y dura de la raza campesina que somos. Nuestro campo da toreros así y cosechones como el de este año. Los españoles somos de pueblo. Pero me llaman para grabar un disco sobre Machado, del que los novísimos descreen por poeta rural. Y los políticos, que hacen carrera de nuestra escasez, nos han ocultado la verdad de ahora mismo: el cosechón.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.