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La noche triste de la cultura

«(...) El presupuesto de Cultura era, sobre el papel, de lo menos afortunado, consagraba de nuevo una concepción burocrática del hecho cultural; favorecía la maniulación arbitrista más que la institucionalización de la subsidiariedad; ponía parches de bicicleta a las vías de agua; mejoraba, menos mal, la desahuciada situación del Patrimonio, y pare usted de contar. Pero estos defectos presupuestarios y el hecho de que una vez más se demostraba el desinterés real, sin tapujos ni explicaciones, del Estado por la cultura, no era el drama de la noche; un año más, después de 174 de incuria (la cifra no es tan intuitiva como la de los famosos 107; la cifra arranca del hundimiento simultáneo de nuestra cultura, nuestra Marina y nuestra América en Trafalgar), no era, por sí sólo, como para perder el sueño de aquella noche presupuestaria, (...)Cuando el divorcio entre enseñanza y cultura, desde la escuela primaria a la Universidad, es cada día más angustioso, hasta el punto de que el nivel cultural del universitario español, ese ser que escribe sus exámenes de licenciatura con faltas de ortografía, es ya inferior al del bachiller francés, el Gobierno reserva sus gestos de autoridad para forzar la transmisión de un partido de fútbol y sitúa, entre sus nuevos objetivos culturales, algunos inéditos en el programa de UCD y en el programa electoral del Gobierno: tales la incorporación de los toros a la administración cultural, el fomento de la ganadería brava, la institución de premios nacionales taurinos y la creación de escuelas de tauromaquia; mientras, la organización de los campeonatos mundiales de fútbol se convierte, oficialmente, en objetivo cultural del Estado (...).»

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