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Alberti y Nuria Espert llenaron el paraninfo de la Complutense

El recital de poesía de Nuria Espert y Rafael Alberti en la facultad de Filosofía de la Universidad Complutense, el miércoles pasado, fue un acontecimiento multitudinario que recordaba pasados tiempos de la Universidad y que, por su carácter estrictamente literario, podría ser síntoma de cierta revitalización en la vida cultural de los campus. Lo cierto es que los indiferentes pasotas y desencantados estudiantes acudieron en tropel a la convocatoria poética, atraídos también por la personalidad de los rapsodas.

Poco antes de la hora anunciada para el inicio del recital, las siete de la tarde, entrar en el Paraninfo de Filosofía A, abarrotado de público, era una hazaña materialmente imposible, ante la muralla humana que bloqueaba todos los accesos. Un grupo de rezagados se instaló en el frío vestíbulo al calor de un altavoz del que surgían, como en una especie de magia lírica, las voces de Nuria y Rafael. Vigorosa, plena de recursos, con el énfasis del poeta que escribe versos para ser leídos al aire libre, la de Rafael, en armonioso contrapunto con la firme, perfectamente modulada de Nuria.Desde el Arcipreste de Hita, Santillana, Jorge Manrique, Garcilaso o San Juan de la Cruz, hasta los grandes poetas del sacrificio -García Lorca, Machado, Hernández y Neruda-, pasando por Bécquer y Rosalía de Castro, además de algunas poesías del propio Alberti, el ritmo del antológico recital no decayó a lo largo de casi dos horas, amenizado por los comentarios y anécdotas humorísticas que contó el poeta y algunos poemas cantados por Nuria sobre melodías de los viejos vihuelistas españoles.

Así recitó una rima de Bécquer: «Lávanse las casadas con agua de limones/ lávame yo, cuitada, con penas y dolores», o uno de los poemas más conocidos de Alberti, Se equivocó la paloma, recientemente difundió en la versión que musicó el compositor Sergio Endrigo.

Buster Keaton busca por el bosque a su novia que es una verdadera vaca es el increíble título de uno de los poemas albertianos que se recitaron, puro surrealismo naif lleno de ternura, que termina con el simulacro de un suicidio. La divertida historia de la vendedora que pregona empanadas de carne, pescado y también de dulce, y un poema que Alberti definió como antinuclear, sobre el general que sobrevivió a una guerra atómica, que es además un alegato antimilitarista, provocaron fuertes aplausos. Una gran ovación recibió también una poesía de Leonel Rugama, un joven nicaragüense muerto en 1970, a los veinte años de edad, cuando, recién incorporado a la guerrilla urbana del Frente Sandinista, se enfrentó en un combate casi singular a un batallón de la Guardia Nacional. La Tierra es un satélite de la Luna, se llama. En recuerdo de Blas de Otero, Nuria Espert recitó el poema de Alberti «¿Dónde está Blas de Otero?/ Está muerto con los ojos abiertos», y el que escribió, en endecasílabos de gaita gallega, para el reciente homenaje de Celso Emilio Ferreiro.

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