En torno a la Dama de Baza
He leído el «trabajo», por llamarlo de alguna forma, que sobre la Dama de Baza publica con esta fecha el diario de su digna dirección, última página, y me veo obligado, por razón de haber tenido intervención profesional en el procedimiento judicial a que dio lugar dicho descubrimiento, a llamar su atención sobre las inexactitudes y medias verdades que dicho artículo contiene, que no sólo pueden perjudicar a las personas que en el mismo se citan, sino también a los propios lectores del periódico, entre los que me encuentro, que tienen derecho a una información veraz y objetiva.En primer lugar, no fue el inocente «arado» el que en 1968 sacó a la luz las primeras cerámicas del que luego sería importante yacimiento arqueológico, sino el barreno de profundidad utilizado por manos irresponsables para plantar almendros y a la vez triturar gran parte de dicha cerámica y otros objetos de gran valor arqueológico.
El señor Durán, a quien con cierta sorna se llama en el artículo mecenas y enamorado de la arqueología, es ciertamente un amante de la arqueología, mal que le pese al autor del trabajo, que realizó las excavaciones arqueológicas de la necrópolis de Baza, donde se descubrieron, entre otros objetos, la «dama», denominada por ese nombre, con los oportunos permisos de la Dirección General de Bellas Artes y con el consentimiento del dueño del terreno, que percibió por la cesión del mismo una suma de dinero muy superior a la que erróneamente cita el autor, que no está muy documentado en el asunto.
Las excavaciones fueron en todo momento supervisadas por la
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