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Problemática ratificación del tratado SALT II por el Senado norteamericano

Sólo unas horas después de haber firmado en Viena el segundo tratado de limitación de armamento estratégico con la Unión Soviética, el presidente Jimmy Carter se dirigió a una sesión conjunta de las dos Cámaras del Congreso norteamericano para pedir el respaldo del poder legislativo al nuevo acuerdo.

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El discurso de Carter televisado en directo y pronunciado dos horas después de que llegara a Washington procedente de la capital austriaca, fue el lanzamiento formal de una campaña de la Administración destinada a convencer al Senado y a la opinión pública de que apoyar el tratado SALT II es, en palabras del presidente, «un asunto de sentido común».Carter subrayó que el acuerdo, cuya negociación se prolongó durante casi siete años, no es un favor que Estados Unidos hace a la URSS, sino una «acción calculada, deliberada y acorde con nuestros intereses, que sirve a los fines de la seguridad y la supervivencia, que fortalece la posición militar de Norteamérica y también la causa de la paz mundial ».

La ratificación del tratado SALT II por el Senado norteamericano necesita los votos favorables de, por lo menos, 67 de los cien senadores, algo que, hoy por hoy, parece muy lejos del alcance de Jimmy Carter. Por ello, el presidente advirtió en su discurso que el rechazo del tratado por el Senado supondría un mayor gasto militar, incertidumbre sobre el equilibrio estratégico, incremento de las tensiones Este-Oeste y quizá «un enfrentamiento entre las dos superpotencias».

La batalla por la ratificación se anuncia larga y dificil. El tratado SALT Il cuenta, por ahora, con el apoyo explícito de unos cuarenta senadores, mientras una veintena se oponen al mismo y el resto permanece indeciso. Los miembros más conservadores de la Cámara alta preparan numerosas enmiendas, que en muchos casos desvirtúan completamente el texto firmado el lunes por Jimmy Carter y Leónidas Brejnev.

La advertencia hecha por el líder soviético de que cualquier modificación del texto actual «podría tener graves y peligrosas consecuencias» provocó reacciones airadas en algunos senadores, que ven una intolerable interferencia soviética en lo que consideran «el debate más importante de nuestra era».

El problema se complica aún más por el hecho de que incluso los senadores que respaldan el tratado SALT II se muestran partidarios de introducir algún tipo de modificciones. El debate, con objeciones enmiendas, reservas y puntualizaciones, se alargará presumible mente durante todo este año y puede ser también un tema esencial de las elecciones presidenciales de 1980.

En su discurso ante el Congreso, Carter no entró en detalles de lo que había tratado con Leónidas Brejnev sobre la situación mundial y las potenciales áreas de conflicto, si bien dijo que se había realizado un «progreso real» y que se habían aproximado a la meta de la estabilidad y la seguridad en las relaciones entre las dos superpotencias.

Carter intentó, evidentemente, dar una sensación de firmeza y dijo a los legisladores que había dejado bien claro a Brejnev que «las actividades militares cubanas en Africa, patrocinadas o respaldadas por la Unión Soviética, y la creciente presencia cubana en problemas de Centroamérica y el Caribe sólo pueden tener un impacto negativo en las relaciones entre Estados Unidos y la URSS».

La referencia a Cuba, y especialmente a Centroamérica, sorprendió relativamente en círculos diplomáticos, en los que se veían las palabras de Carter como una concesión a los sectores más conservadores.

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