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"De san Pascual a san Gil", primer montaje de la compañía teatral El Búho

Se estrena hoy en el Real Coliseo de El Escorial

Hoy está previsto el estreno, en el nuevo teatro de El Escorial, de la época de Carlos III, la obra de Domingo Miras, premio Lope de Vega 1975 del Ayuntamiento de Madrid, De san Pascual a san Gil. Coincide con el estreno de la obra la presentación de una nueva compañía de teatro, El Búho. En el reparto figuran Lola Gaos, Manuel de Blas, Guillermo Montesinos y Abel Viton, entre otros. La escenografía y vestuario es de Gerardo Vera, y la dirección, de Gerardo Malla. En el montaje de la obra de Domingo Miras actuaron como asesores de historia Lorenzo Díaz y Julio Caro Baroja.

«¡Cuántos acontecimientos absurdos, grotescos, incluso repugnantes, aparecen en nuestra historia entre 1843 y 1868! -señala Domingo Miras, autor de la obra-. ¡Cuántos sucesos políticos que podrían servir de argumento a una farsa esperpéntica cuyo único problema sería darle credibilidad! Pétalos de una margarita que fui deshojando sin saber cuál escoger para escribir esta obra. Títulos posibles que se ofrecían por sí solos al barajar aquellos eventuales argumentos. El Gabinete relámpago, La crisis del Rigodón, El rey Tartana, La noche de san Daniel. Al final fue la sublevación de los artilleros de san Gil el hecho histórico que sirvió de cañamazo a mi quehacer dramatúrgico, por razón de que los fuertes elementos de carácter trágico que dominan su desenlace equilibrarían la acción compensando los aspectos bufos que en general ofrece, con lo que, a mi juicio, el texto dramático ganaría en riqueza y dignidad.»«He sido escrupulosamente fiel a los hechos que me han facilitado mis fuentes de información -añade el ganador del premio Lope de Vega de 1975-, a los que de ninguna manera he manipulado, tergiversado ni forzado en busca de fáciles analogías con circunstancias actuales. Al menos en mi caso, considero que tal fidelidad es imprescindible para que el texto adquiera la solidez, la coherencia y el rigor que le hagan creíble y respetable. En este sentido, cualquier debilidad, cualquier pequeña concesión, suelen producir el ruinoso, resultado no sólo de falsear el detalle concreto a que afectan, sino que contaminan de falta de fiabilidad a todo el resto del trabajo. Por el contrario, la verdad rígida y limpia es un excelente esqueleto que no por invisible resulta menos útil a la hora de mantener en pie el cuerpo de la obra. Puedo decir que nada he torcido y apenas nada he inventado: a título de ejemplo, personajes de coro, como los ministros, son los que efectivamente compusieron el último Gabinete O'Donnell; los contertulios del rey y la reina conservan sus nombres reales; Perico el Ciego es igualmente histórico, como la Ciega de Manzanares, a la que se alude de pasada; los milagros del texto estuvieron realmente atribuidos a sor Patrocinio con la misma forma y detalles; las barricadas estuvieron en los mismos sitios, etcétera. Sin embargo -concluye Domingo Miras-, De san Pascual a san Gil no es teatro-documento, ni por asomo; es todo lo contrario, y, ante todo, tiene la obligación de ser divertido. Que así sea.»

«Hoy que El Búho, nueva compañía de teatro, presenta este espectáculo -señala Gerardo Malla director de la obra-, yo asumo la dirección, preocupado por recrear todos los valores que el texto propone, investigando y ahondando primero en el período histórico en el que se desarrolla la acción para que, desde ahí, pueda surgir libre y sin trabas la acción escénica que, lógicamente, ha impuesto su propia realidad. Desde el conocimiento del dato histórico he tratado de construir planos de relaciones entre unos personales y otros, de forma que en el escenario jugaran seres vivos y cercanos, y no arquetipos: Isabel II, sor Patrocinio, el padre Claret, el general O'Donnell, Narváez, etcétera, son, además de representantes de intereses políticos concretos, seres con vida propia. Encontrar esos aspectos más individualizados sin caer en un psicologismo gratuito, que por otra parte el texto hubiera rechazado, ha sido tal vez el mayor desafío que al montaje se le ha planteado, partiendo, sobre todo, de la necesidad de encontrar un estilo que pueda ser definido como español, o, mejor, ibérico, porque el grotesco español, el esperpento, están ahí y debían ser destacados, sobre todo en aquellos momentos en que el texto y la propia historia los reclamaban. Para ello he contado con el talento del escenógrafo Gerardo Vera y la colaboración de un numerosos equipo de profesionales que han trabajado durante meses con una entrega y un entusiasmo emocionantes.»

«Tengo que añadir, por último -declara Gerardo Malla-, que la puesta en escena de los acontecimientos de nuestra realidad actual nos iba proponiendo día a día, hasta el punto de mostrarnos claramente que muchos de los pulsos que latían en los últimos años del reinado de Isabel II siguen oyéndose en la España de 1979.»

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