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Estación hidrobiológica flotante proyectada por un arquitecto ecologista

El accidente nuclear de Harrisburg habrá hecho recordar a las autoridades francesas del Consejo Regional del Norte el nombre de un joven arquitecto de apellido español, autor de un proyecto para la construcción de una estación de hidrobiología flotante, ideada para estudiar los efectos de las aguas residuales de una central nuclear sobre las especies marinas y dar la alarma en caso de peligro.

Roberto Delgado, hijo de un minero español exiliado en Francia, se diplomó, precisamente con este proyecto, en la Escuela de Arquitectura de Lille, y desde 1977 trabaja y reside en Roubaix, dedicado fundamentalmente a la investigación sobre las posibilidades de la energía solar.El señor Delgado, que se define a sí mismo como un arquitecto ecologista, pasa unos días de vacaciones en España y abriga la esperanza de ser recibido por el rey don Juan Carlos, quien a través del jefe. de su Casa, marqués de Mondéjar, contestó a una carta que le dirigió hace tiempo.

«Prevendo -declaró a EL PAIS- presentarle al Rey el fruto de mis investigaciones y proyectos, porque mi gran ilusión es trabajar en España, la tierra de mi padre, Y, el lugar ideal para hacer realidad una arquitectura basada en el aprovechamiento de la energía solar.»

Rodeado de planos, fotografías y diapositivas, Roberto Delgado explica las características de su isla hidrobiológica, una estructura que ocuparía una superficie de 1.400 metros cuadrados, destinada a flotar sobre las aguas residuales de una central nuclear. La estación, válida para cualquier central nuclear ubicada en la costa, fue planeada por Roberto Delgado pensando concretamente en una central situada en la costa del canal de la Mancha.

El armazón de esta estación está compuesto por dos tetraedros superpuestos; uno, sumergido, con la cúspide hacia abajo, soportando la quilla de la estación, y otro emergiendo sobre las aguas, rematado por el mástil de telecomunicaciones de la base.

Esta estación remolcable albergaría diversos servicios ocupados en la vigilancia de la evolución de todo el ecosistema marino que se encuentra bajo el área de influencia de las aguas que refrigeran la central nuclear y que ésta devuelve al mar con sus residuos radiactivos.

Las aguas, antes y después de pasar por la central nuclear, serán sometidas en los laboratorios con que va equipada la plataforma a los correspondientes análisis físicos, químicos, bacteriológicos y bioquímicos.

Alrededor de esta base, en la que trabajarían ocho científicos, habría tres cadenas alimentarias, que permitirían observar la evolución biológica de los peces y microorganismos sometidos a la acción de las aguas residuales de la central. Estas cadenas tendrían por objeto la observación de los efectos de tales aguas residuales sobre aquellos microorganismos que han sido devorados por pequeños crustáceos, los cuales, a su vez, han sido comidos por otros más grandes, y así sucesivamente. Se trataría, en definitiva, de someter a control los defectos de las aguas, radiactivas sobre todos y cada uno de los elementos de la cadena.

De otro lado, sobre la plataforma superior de la estación, el arquitecto ha previsto la existencia de un helipuerto, base para las operaciones de un helicóptero, que tiene como objetivo fundamental, aparte de mantener el contacto de los habitantes de la estación con tierra firme, estudiar continuamente, mediante fotografías aéreas, el comportamiento de las aguas residuales y, particularmente, la evolución de las diversas corrientes marinas

El calor de las propias aguas residuales de la central permitiría la climatización de la estación hidrobiológica, que, por otra parte, se abastecería del agua necesaria para el consumo de sus habitantes y para los laboratorios, produciéndola a partir de la energía solar.

La estación, concebida como una base de investigación y de información, podría ser visitada constantemente por el público, y de manera especial cada vez que fuese remolcada hasta el puerto. A tal efecto, su creador ha proyectado una galería de exposiciones, una biblioteca y una sala de proyecciones.

Roberto Delgado elaboró su proyecto, que le llevó ocho meses de absoluta dedicación, con el asesoramiento de numerosos científicos e investigadores y, muy especialmente, con la ayuda del Instituto Pasteur.

Cuándo se le habla del alto costo de su estación, unos diez millones de francos nuevos, el señor Delgado contesta que bastante más dinero cuesta poner en marcha una central nuclear. «Mi mayor preocupación es que mi estación fuera utilizada más como un elemento de alivio por parte de las multinacionales Interesadas en extender el uso de la energía nuclear, que como un instrumento de vigilancia por parte de la sociedad, que tiene el derecho de controlar los peligros que la amenazan con dicho uso.

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