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Homenaje tardío a Blas Cabrera

Javier Solana

En el mes de mayo se ha cumplido el primer centenario del nacimiento de Blas Cabrera Felipe, sin duda uno de los científicos más insignes que ha tenido España.Este país, tan poco dado a reconocer a sus hombres de ciencia, ha vuelto a demostrar su falta de interés sobre el tema. Solamente sus amigos canarios, de donde era natural, y los mejores discípulos le han dado cumplido homenaje. Instituciones que debieran haberle recordado han preferido olvidarle.

A pesar de sus primeras inclinaciones por los estudios de Derecho, Blas Cabrera se licencia en ciencias físico-matemáticas en Madrid en 1878, doctorándose tres años más tarde. Fundador de la Real Sociedad Española de Física y Química, fue catedrático de Electricidad de la Universidad de Madrid, llegando a rector de la misma en el año 1929. En 1910 fue elegido académico de Ciencias, institución que presidió de 1934 al 38. Académico de la Lengua en enero de 1936, ocupó el sillón que dejara don Santiago Ramón y Cajal.

Ciencia experimental y civilización

Su enorme labor científica en el campo de la Física estuvo íntimamente ligada al Instituto de Investigaciones Físicas, que en el seno de la Junta para Ampliación de Estudios que presidía Ramón y Cajal quedó constituido en mayo de 1910. Con enorme tesón inicia don Blas su tarea de introducir la ciencia experimental en un país prácticamente ajeno a ella. Eran tiempos, como los califica don Blas, «en los que pasaba por evidente la incapacidad del español para la investigación científica; peregrina idea que no dudaron en sostener algunos preclaros hombres que por otros conceptos honran la cultura española. Era un modo fácil de explicar nuestra pobre contribución al progreso científico de Europa en los últimos tres siglos y, además, una manera cómoda de acallar las acusaciones de nuestra conciencia colectiva por la responsabilidad en que incurríamos al ser menos usuarios de las ventajas de la civilización».

Desierto científico

Partiendo de este desierto científico en que se encontraba nuestro país, el Instituto, gracias al esfuerzo de Cabrera y sus colaboradores -E. Moles, A. Duperier, J. Palacios, M. Catalán, S. Velayos, L. Bru, entre otros-, en menos de treinta años que tuvo de existencia, alcanzó las más altas cotas de reconocimiento por la comunidad científica internacional. Don Blas fue respetado y querido por los mejores fisicos de su época con más generosidad que en ocasiones lo hicieran sus propios compatriotas. En 1929 fue elegido,junto con Niels Bohr, padre de la Física Atómica miembro del Comité Científico de la Conferencia Solvay, máxima institución científica de aquellos días. Presentaron su candidatura A. Einstein y M. Curie.

Exilio y muerte

La guerra civil destruyó también este enorme esfuerzo científico. Cabrera se exilia en París, de donde pasó a México, en cuya Universidad Nacional Autónoma enseño hasta su muerte, el 1 de agosto de 1945. Como otros españoles que tanto hicieron por su patria tuvo que morir lejos de ella.

En estos momentos en que España, como dijera Juan Marichal, debe legalizar su historia, justo es que lo haga con esa parte que es la de sus científicos más ilustres, entre ellos este hombre sabio y bueno que hizo tanta ciencia de calidad y que hubiera hecho mucha más de haber podido proseguir la labor iniciada en el Instituto de Investigaciones Físicas.

Muchos científicos de este país, honestamente, deberían sentirse un poco discípulos de Cabrera. Puede que la mejor manera de honrar su nombre fuera apoyar con libertad y recursos, con más calor y apoyo material a nuestros científicos en vida para que la ciencia española recupere ese «tiempo perdido» y España se incorpore plenamente, en esta faceta, a la marcha general de los países civilizados.

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