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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

También esta semana

Nada hay que objetar, o mucho que aplaudir, a la exposición-homenaje que el Partido Socialista Popular ofreció, el pasado día 2, a la memoria de Miguel Hernández en la galería Multitud (Claudio Coello, 17), y en ella sigue ofreciéndose a la atención del público. Cuarenta años de bochornoso olvido oficial bien valen un par de semanas de recuerdo, así como la edición de un libro que recoge, a tal propósito, un puñado de textos debidos a una treintena de poetas, con ilustraciones firmadas por una veintena de pintores. La única salvedad concierne a la discutible coherencia de las pinturas y esculturas que en dicha galería se exhiben para con la figura del homenajeado. Desde el punto de vista del arte (y ésta es crítica de arte) no es osado afirmar que todas y cada una de ellas, por vistas y mil veces vistas, tienen que ver con Miguel Hernández lo que el bajo de la espalda con las témporas. La entrevista ha venido a entrañar, más allá de su habitual inmediatez periodística, un género literario muy característico de nuestro tiempo. No todas poseen, sin embargo, la virtud de condensar, pregunta por pregunta y respuesta tras respuesta, la biografía del entrevistado. Tal es el mérito singular del libro titulado Conversaciones con Miró, escrito por el profesor Georges Raillard y presentado, el pasado martes, en el Instituto Francés de Madrid. El ir y venir del diálogo logra en él desplegar toda una biografía, la más directa, posiblemente, e interiorizada de cuantas hasta hoy se hayan dado a la luz en torno al gran pintor catalán.

Acaba de inaugurarse en las salas de la Dirección General del Patrimonio Artístico (paseo de Calvo Sotelo, 20) la exposición antológica de Gregorio Prieto. Variopinta y, hasta cierto punto, sorprendente («lo sorprendente de Gregorio Prieto -escribe Angel S. Harguindey- es el propio Gregorio Prieto»), alberga 130 obras que, aun dentro del guirigay dominante, admite una curiosa división tricípite. Hay, de acuerdo con la peculiar nomenclatura de que se vale el artista, una sección destinada a una suerte de renovada visión del postismo; un segundo capítulo que, a titulo de entretén, congrega textos ilustrados, y un apartado final dedicado a sus conocidos cuadros de molinos, que ahí están, pese a que el propio autor juzgue discutible su presencia. A guisa de prólogo, se exhibe una obra que Gregorio Prieto realizó a los siete años, afablemente titulada Mi queridísima tía.

La sede de la Fundación Juan March (Castelló, 77) abrió, el pasado martes, sus puertas a una selección de sus fondos, bajo la común denominación, habitualmente usada por sus mentores, de Arte Español Contemporáneo Consta la exposición (que, más o menos engrosada, ha venido recorriendo unas cuantas ciudades peninsulares e insulares) de veinticuatro obras debidas a otros tantos artistas españoles. Recién incorporados a la colección de la March, se nos muestran en ella dos óleos de Carmen Laffon alumbrados entre 1975 y 1977, un tríptico de Gerardo Rueda, fechado en el año en curso, y una soberbia escultura, de 1,60 de altura, realizada en bronce por Julio González en 1934.

Dibujos neuróticos para ver la TVE y Fotos para una mañana de domingo son los títulos, entre festivos y malévolos, que Juan José Gómez Molina asigna, mitad y mitad, a las obras que por estos días expone en la galería Seiquer (Españoleto, 23). En la galería Novart (Monte Esquinza, 46) le es dado a usted contemplar dramáticas esculturas arrancadas a la madera por Daniel Villegas. En la galería Juana Mordó (Castelló, 7) presenta Leopoldo Novoa sus últimas creaciones, elevadas a un alto grado de simplificación y refinamiento. Soledades merecen llamarse las perspectivas y semblanzas que en la galería De Luis (Alberto Bosch, 11) cuelga el belga Frederik, y soledades son, aunque ella los llame atardeceres, los paisajes que Isabel Santaló regala a nuestro mirar en la galería Taniarte (Serrano, 86). Santiago Bueno nos introduce, al buen decir de lnocencio Burgos Montes, en su prodigioso guardarropa de formas de la galería Lázaro (Carlos III, 3, plaza de Oriente), en tanto la galería Biosca (Génova, 11) rinde un merecido homenaje póstumo al malogrado Gregorio del Olmo. Acaba, en fin, de abrirse una nueva sala de arte en Madrid. Leonart es su razón social; Génova, 18, su sede, y esculturas de Manuel Álvarez su primicia inaugural.

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