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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Berlanga y su muñeca

Como todos sabemos, Bardem y Berlanga -pareja feliz- inventaron allá por los años cincuenta el nuevo cine español. Más tarde Berlanga inventó a su vez, y dentro de ese cine, el sainete trascendente, cierto tipo de historias en las que, a golpe de humor, se intentaba mostrar unas cuantas verdades a un público elemental salido de los escombros culturales de nuestra última guerra. Fueron los años del humor blanco -por llamarlo de algún modo-, de los primeros premios internacionales, de largas esperas ante y contra la censura, hasta desembocar del brazo de Rafael Azcona en otro humor más oscuro y tradicional, fundamental para el cine que luego llegaría.Desde entonces hasta ayer mismo ha ido siempre desde un decimos hoy sañudamente combatido, hasta un decíamos ayer que suponía reanudar un discurso interrumpido, y, sin embargo, a pesar de tales pausas y meandros, nunca ha dejado de evolucionar ni de ser consecuente consigo mismo.

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Guión de Luis Berlanga y Rafael Azcona.Fotografía: Alain Derobe. Música: Maurice Jarre. Intérpretes: Michel Piccoli, Valentina Tessier, Michel Aumont, Rada Rassimov, Amparo Soler, Manuel Aleixandre, Queta Claver. Dramático. España. Local de estreno: Cine Rex.

Así resulta que, al cabo de los años, su última película, esta historia de amor con su muñeca, viene a ser seguramente su filme más íntimo, en el que mejor le reconocemos, a pesar de su perfil ambiguo. Berlanga defiende en él su propia intimidad, su propia libertad, su afán de soledad, utilizando para ello una muñeca a su medida, objeto erótico desconocido hasta hace años, incluso entre los coleccionistas de tales lujos al uso.

El amor de Berlanga y su muñeca fracasa. La sociedad se encarga de impedirlo. Entre ambos se interpone un universo doméstico y social, cargado de hombres que dudan y mujeres ofendidas como aquellas feministas que en su día pedían para esta historia la censura.

¿De qué protestaban? No se trata en este filme de convertir a la mujer en objeto, sino, por el contrario, el objeto en mujer. Lo lógico sería que fueran los objetos quienes iniciaran una querella silenciosa, esos objetos que tantos nos aclaran acerca de las virtudes o perversiones de sus dueños.

El filme, pues, nos revela a un Berlanga corazón solitario, especialista del amor a solas, incapaz de romper sus lazos con el mundo, como ese otro anacoreta de Azcona-Estelrich, consecuencia, en cierto modo, de este dentista en busca de un estado de total independencia. La historia del protagonista es la historia del autor que, año tras año, silencio tras silencio, se ha ido quedando a solar con sus obsesiones desde aquellos otros filmes donde el hombre, empujado por las circunstancias, se convertía sin querer en víctima o verdugo.

Si es verdad que el arte nos libera, Berlanga debería sentirse liberado en parte; si en nuestras obras nos reconocemos, en su protagonista simulador, escéptico y al final sacrificado, le adivinamos antes que en ningún otro; si el amor de su muñeca no es tan perfecto como parece, le obligará a seguirse liberando en otros filmes no sabemos si mejores.

Como buen españaol de un tiempo que añora, Berlanga afirma haber vívido a solas con ella, nada menos que dos meses en París, lugar de amantes tradicionales. Según propia confesión, por más voluntad que puso, nunca llegaron a nada. Menos mal. Si no su filme no existiría. Por el contrario, ese humor frustrado ha dado pie a un relato cruel muy bien interpretado por Michel Piccoli, a la francesa, y Manuel Aleixandre, a la española, retrato fiel de su realizador, de sus pasadas experiencias y de sus no tan secretas perversiones.

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