_
_
_
_

Un detective privado llamado Marlowe

«Llené la pipa y la encendí, y me senté a fumar. Nadie entró, nadie llamó, nadie pasó, a nadie le importó si yo memoría o me iba a El Paso.» La amarga meditación de Philip Marlowe va a chocar con el timbre del teléfono. Trabaja por veinticinco dólares diarios y los gastos. Aunque el cliente prescinda de sus servicios, no abandona la disparidad de unos hechos que provocan descubrir una verdad y una justicia cargadas de neutralidad moral. Su nombre figura en las tarjetas que reparte o en la guía telefónica. Detective privado. En sus indagaciones muestra una sucesión de acontecimientos, que surgen o provoca. Los inevitables cadáveres obedecen a una norma de conducta: nunca son materia para desarrollar la lógica o la intuición. El centro de su investigación es el comportamiento, convertido en actos humanos y lenguaje. Cuando finaliza su trabajo, Philip Marlowe siente cansancio, vuelve a su casa, se pone la ropa más vieja y cómoda, bebe whisky o agua helada, y juega en solitario una partida de ajedrez, un ajedrez «hermoso, frío, sin remordimientos, casi tétrico en su silenciosa implacabilidad».El personaje no va en busca de su autor. El escritor norteamericano Raymond Chandler 1888-1959) coloca a Philip Marlowe en su mismo ambiente: la alta sociedad de California. En siete ocasiones, el detective penetra en esa sociedad, conoce a sus miembros y sus relaciones, observa sus casas, recorre calles y barrios. En siete novelas, Marlowe se siente cada vez más asqueado y aislado, pero no pasará un informe, sociológico de los años cuarenta y cincuenta, con apartados sobre la violencia, la corrupción o la moralidad. Como dijo su creador, «es la clase de hombre que se comporta de acuerdo con la compañía que tiene».

La ventana siniestra

Raymond Chandler. Editorial Bruguera. Barcelona, 1977.

En La ventana siniestra, publicada en 1943, también Chandler sitúa al detective como narrador. De esta forma, el lector no pone distancia ante los hechos, ni opone frialdad a los movimientos presenciados. La atracción fascinada hacia Marlowe es ya total. Descubrirá que la novela policíaca es sólo un pre-texto.

Varias constantes de la serie Marlowe vuelven a esta novela. Chandler atacaba con razón el género policíaco tradicional. En esta ocasión, Marlowe tiene que encontrar una valiosa moneda. El lector habitual de novela negra abandonaría en la cuarta página. Pero Chandler tiene el arma del diálogo (fue guionista de cine) y el encantamiento de Marlowe (fue su éxito no deseado). No se puede abandonar la acción y junto a Marlowe. Nunca he podido ver cortinas «que se plegaban y desplegaban como los labios de un dormido viejo desdentado». Las pocas veces que alarga sus descripciones es que necesita tiempo para pensar. Cuando conoce una mujer, los rasgos no definen: «El rimel era tan espeso, que sus pestañas parecían rejillas de hierro en miniatura ( ... ) su cabello era tan artificial como el hall de un cabaret. »

Lejos de un entendimiento moral de su trabajo, el detective no colabora con la represión, ni con la justicia. Sus relaciones con la policía: «No es necesario que me amen, pero tienen que estar razonablemente seguros de que no los engaño.» Su concepto de la Justicia: «La luz lechosa de la noche era fría y clara, como la justicia que soñamos, pero no encontramos.» Toda identificación de Marlowe con la imagen del detective impuesta por la televisión es delito de ceguera. No se podrá desprender de su propio Marlowe, pero si se empeña en no soñarlo corra a ver las películas El sueño eterno, de Hawks, o Un largo adiós, de Altman.

La traducción de la novela coincide con la publicación, por la misma editorial, de una biografía del autor escrita por Frank MacShane. Un documento valioso para descubrir a Chandler. que, junto a escritores como Dashiell Hammett, Ross MacDonald u Horace McCoy, destrozaron los esquemas del género policíaco, despreciado como subcultura para convertirlo en obra literaria.

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
Recíbelo

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_