En el mundo de Cortázar
Ya hace muchos años -desde sus primeros cuentos- que Cortázar descubrió la posible inconsistencia de la realidad del mundo físico. Lo que tenemos por sólidamente establecido puede tambalearse, dislocarse, abrir resquicios en su con textura. A deshacer aquella estructura que parecía inseparable, tanto de nuestro mundo como de la no vela, vienen, en el ámbito cortazariano, factores desintegrantes o colorantes de ese universo que contemplamos desde nosotros mismos. Vienen de lo maravilloso, lo que se ha considerado sobrenatural. Son sus aliados lo fantástico, lo misterioso, el miedo, el asco...Lo nuevo en Cortázar fue entender -y sumergirnos con ello en un mundo anómalo, sorprendente, incomprensible- esos aspectos extraños que se filtran y apoderan de nuestro espacio, no como la interpolación de lo maravilloso en nuestro vivir, al modo de la vieja literatura fantástica, sino algo tan corpóreo y tangible como lo que entendemos por realidad.
AIguien que anda por ahí
Julio Cortázar, Ediciones Alfaguara, Madrid, 1977.
Caracteres estos del relato en Cortázar inseparables del tratamiento, estilo y técnica. En ningún otro lugar se advierte tan claramente cómo el escritor trabaja con el lenguaje y la estructura de sus escritos, al igual que el trabajador manual con materias y herramientas. Busca el empleo de una técnica al servicio de la temática y la exposición.
Esta silueta de Cortázar, intensamente perfilada en una larga obra, adquiere confirmación en este puñado de relatos, que son la última aportación a su tarea. Hasta once títulos ofrecen lo que el conocedor de Cortázar podría esperar. No se nos da ningún dato acerca de la fecha en que fueron escritos y de si quedaron fuera de alguno de sus anteriores libros de cuentos. Solamente de uno se aclara que fue escrito hace años, en 1954, y ampliado en esta versión, añadiendo un nuevo punto de vista.
Ya en el primer cuento del libro, Cambio de luces, encontramos una clara utilización de la simultaneidad de las dos realidades constitutivas del universo que encierra gran parte de sus cuentos, claramente destacadas en Bestiario, por ejemplo. Puede que aquí la solución sea más comprensible -pensamos en Lejana y Las puertas del cielo-, aunque presente la complicación de ser dos personajes los que sufren, independientemente, la interacción de las dos realidades.
En Vientos alisios son los propios personajes los que buscan construirse una realidad distinta a la suya en el viaje y,las vacaciones donde van a tratar de reencontrar el pasado.
Quienes prefieran el acercamiento de Cortázar a los temas de terror y los ambientes en tensión encuentran dos excelentes muestras de una manera que le es muy propia, en Segunda vez y Reunión con un círculo rojo, que nos hacen revivir sensaciones conocidas en Omnibus y Casa tomada.
Por no salir del enlace con sus primeros cuentos, grata prueba de la continuidad de su obra, en En nombre de Boby, un niño proyecta sobre el mundo de los. mayores su propia interpretación, y la solución violenta de la situación elaborada por él mismo le devuelve a este otro mundo, el de su víctima, que nada ha comprendido. El parentesco con aquella niña, Isabel, de Bestiarío, es evidente para cualquiera.
Tres de los cuentos del libro -AIguien que anda por ahí, La noche de Mantequilla y El apocalipsis de Solentiname- menos implicados en losjuegos entre la realidad y la fantasía, bien construidos y no tan sorprendentes, extraen su peripecia novelesca de la situación reciente de Hispanoamérica, con sus manifestaciones de lucha política, violencia o terrorismo. El tercero de ellos conjuga formas fantásticas ya conocidas en su narrar anterior, con una comprensión de lo real contemporáneo. La figura de Ernesto Cardenal, tan auténtica como posiblemente lo es el viaje que da fondo al cuento, sirve para que tenga un claro sentido el hecho fantástico. El pasaje de uno a otro mundo -como en aquel relato Las babas del diablo- es la fotografía. Un mundo de amor, de bondad, de belleza ingenua, como la pintura naif de unos indígenas nicaragüenses deja penetrar en los cuadraditos de unas diapositivas escenas que no han visto la cámara delante de ellas: violencia, torturas, opresión, terror. Aquí, en este cuento, si una realidad «otra» se ha infiltrado en la nuestra no es la de un mundo fantástico, irracional, paralelo o mental, sino, desgraciadamente, cotidiano en la mayor parte de los países del continente.
Cortázar ha usado un juego tipico en él, pero con un sentido distinto. Línea que aparece ya en algún cuento anterior o en la novela larga Libro de Manuel. Por sus propios y extraños caminos el cuento se acerca a la denuncia de una situación.
Quedaría hablar de la técnica. Quien aprecie este aspecto de la creación cortazariana encontrará nuevos modos experimentales en alguno de los cuentos de este libro: juegos con los enfoques del narrador o saltos a diversos puntos de Vista, trato conversacional dado a los personajes, cambios de los planos en que se van insertando las escenas, etcétera.
Al acabar de leer el libro nos ha cumplido lo que prometía el conocimiento de su obra anterior, pero no con un anquilosamiento o una repetición de temas y procedimientos. Una contribución al conjunto de una creación literaria y un libro capaz, por sí solo, de destacar el nombre de un narrador.
Babelia
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