El franquismo según Vilar: una promesa decepcionante
Sergio Vilar estudiando sociológicamente el franquismo. La fórmula, resulta indudablemente atractiva. Un hombre que ha vivido y padecido el franquismo y que ha presenciado activamente su disolución desde la cualificada atalaya parisina -la capital del exilio-, lanzado a fundir su experiencia y conocimientos de luchador de oposición con el análisis histórico, a través de una tesis doctoral. Y sin embargo el libro no puede resultar más decepcionante.Empecemos por la metodología. Se trata de una aplicación absolutamente mimética del método de Poulantzas. Debo aclarar antes de nada que a mí el trabajo poulantziano, me merece un juicio negativo. Reconozco que tiene mucha importancia su insistencia en la necesidad de considerarla función y actuación del Estado en las sociedades capitalistas, pero creo que su estructuralismo no es sino una vacía e interminable categorización un formalismo feroz que sólo redefine los procesos históricos, dejándolos intactos, en un juego parecido al de las cajas chinas o las muñecas rusas. El estructuralismo poulantziano -y su mentor, el estructuralismo althusseriano- representa, para mí, la apoteosis de la conversión del marxismo en ciencia positivista, es decir, la reconciliación de Marx con la tradición del pensamiento burgués.
La naturaleza del franquismo,
Sergio Vilar. Barcelona: Península,1977; 217 páginas.
En mi opinión, la consecuencia de todo lo anterior es que el poularitizano por las razones que he intentado resumir, aplicado al franquismo como a cualquier otro fenómeno, podrá ofrecer nuevos esquemas estructurales o refinar los ya existentes, pero nunca dará explicaciones cabales, ya que elude la génesis y el desarrollo de los procesos que constantemente codifica o formaliza. Esta elipsis -este truco, en definitiva- se apoya, en el discurso de Poulantzas, en un estilo frío y contundente, casi de preámbulo legislativo, lleno de interminables subrayados que recuerdan lo que se debe retener; un lenguaje que hace aparecer argumentos opinables como rotundas verdades; en base a un énfasis expresivo que en muchas ocasiones es pura tipografía.
Mímesis
Antes habló de mímesis en Vilar. Esta, por desgracia, atañe no sólo al contenido del método, sino también a la soberbia y pedantería expositiva a que me acabo de referir: el mismo abuso de subrayados, la misma contundencia en las afirmaciones a veces triviales sin ningún género de matiz, o al menos, reconocimiento del carácter personal de las mismas; etcétera. Aunque esto, claro está, no es lo más importante a criticar.
Lo importante es considerarlos esquemas estructurales que Vilar propone y que, según él dan la clave del franquismo. El autor parte de algo en lo que prácticamente toda persona que haya estudiado al franquismo en serio está de acuerdo: la sangrienta contrarrevolución de 1936 significaba antes que nada, el triunfo del antiguo régimen, prolongado por la fuerza en una sociedad mayoritariamente rural el ejército capitaneado por Franco, administró y coordinó a todas las fuerzas reaccionarias y oligárquicas empeñadas en la prolongación de tal orden; el franquismo, por tanto, no fue un fascismo puro, sino un régimen típicamente reaccionario, que adoptó oportunistamente en sus inicios una fachada hitleriana-mussoliana que le prestaba un determinado vocabulario, además de ingentes ayudas materiales. A esto Vilar lo llama reproducción feudal, y quizá no esté mal como nombre, aunque yo personalmente prefiera hablar de prolongación del antiguo régimen. Pero, ¿qué hay más allá del nombre? Prácticamente nada. El autor repite y repite el carácter integrista-absolutista-feudal o de antiguo régimen, insisto que tenían las legitimaciones esgrimidas por los sucesivos grupos franquistas en el ejercicio de su férrea dictadura, y la necesidad que éstos tenían de un liderazgo, «carismático», de un jefe, pero no pasa de ese nivel descriptivo, de resultados, que no explica la raíz y génesis, de tal dominación a un nivel más profundo. Pienso que esta limitación se debe a que la dictadura franquista, more poutantziano, queda objetivada, en vez de contemplarse en su progresión dialéctica. A mi juicio no basta con diseccionar el ethos y la composición de los sectores beneficiarios de un régimen que llegó a la eliminación física de sus adversarios en una larga guerra civil y en una más larga aún, y terrible, posguerra. En mi opinión hay que entender en su totalidad a las dictaduras; no sólo cómo se concretan y en base a qué alegaciones, sino deteniéndose además en el por qué de la peculiar modalidad triunfante. En el caso concreto del franquismo, este por supuesto que fue una represión que aniquiló y amedrentó, justificándose con el más arcaizante conservadurismo, pero hubo también otra cara, la del soporte de la sociedad que tuvo que aguantarlo durante generaciones y que a la postre lo moldeó. Dominación neofeudal en base a la composición rural-comunitaria de la mayoría de la sociedad española en 1939; manipulación ideológica que en su bombardeo secular llega a ser interiorizada por las propias víctimas, perpetuándola y legándola en sus hábitos («vivan las caenas»); primeras y posteriores crisis del franquismo en conexión con las primeras y posteriores transformaciones sociales de nuestro país (urbanización, industrialización, secularización, etcétera). Toda esta problemática, toda esta interrelación, se echa francamente de menos en un libro que quiere diseccionar sociológicamente el franquismo.
Los grupos de apoyo
La naturaleza del franquismo concede bastante espacio a la descripción de los grupos que hicieron posible con su apoyo la sublevación de 1936 y que la afianzaron durante tanto tiempo. Aquí es donde yo radicaría lo que la obra tiene de valioso. Precisamente en el momento en que Vilar abandona el incómodo corsé poulantziano se puede desenvolver en su medio habitual, que es el impresionismo del quehacer periodístico. Dichos grupos son denominados subsistemas ideológicos. Creo que esto no es más que una concesión a la moda cibernética, que además confunde los niveles a los que hace referencia.
Vilar encuadra al franquismo en la larga tradición de soluciones violentas o recursos al ejército, que las clases dominantes españolas, incapaces de encontrar esquemas estables para su hegemonía, adoptan a partir de la era liberal. Nada que oponer a esta hipótesis, que evidencia la fragilidad de las revoluciones burguesas hispánicas, siempre yuguladas por oligarquías en cierto modo preburguesas que favorecen el golpismo. Lo que no puedo compartir es el elemento de comparación que Vilar utiliza. Según él, y en contraste con España, la sociedad francesa tiene una dirección social y política sólida desde 1789. Esto me parece un grave reduccionismo, que ignora la agitada historia francesa reciente y, sobre todo; sus fracciones burguesas sucesivamente en pugna.
El conjunto de la obra
Pasaré ahora a una serie de consideraciones que afectan al conjunto de la obra. El tono general de ésta, para mi gusto, es de primeras notas, no decantadas y poco rigurosas, que hubieran dado muchísimo más de sí, no me cabe duda, si se hubieran reelaborado. Daré algunos ejemplos. Destaca, en primer lugar, la sumariedad de las citas y referencias en otras palabras, la debilidad de la documentación y el aparato crítico. En este sentido, contrasta el idolátrico culto otorgado a Poulantzas, con parcialidades de bulto tales como no citar al clásico Behemoth de Neumann en una ya de por sí incompleta bibliografía sobre el nazismo, o ignorar a Reich al estudiar el factor ideológico como fuerza material-reproductora. También me veo obligado a señalarla ligereza con que se esboza la evolución socioeconómica y demográfica de España. Vilar acumula párrafos en una sucesión escasamente hilada, y los datos que utiliza, extraídos por lo general de fuentes secundarias, como libros y artículos de periódico, no hacen a apenas sino inventariarlos. Por fin, mencionaré gratuidades tales como la afirmación de que la sociología contemporánea no se suele ocupar del problema de las élites dentro del problema de las clases con ocasión del tema tan importante de las camarillas franquistas, que con toda justeza destaca Vilar), cuando quizá Mills ha pasado a la historia por eso entre otras cosas, y hay toda una escuela, no ciertamente crítico- marxista, pero escuela al fin y al cabo -Michels, Pareto, Mosca-, que se ha hecho clásica por su incidencia en el estudio del elitismo.
Acabo de apuntar parcialidades, lagunas y apresuramientos. Todos estos lastres se concentran con máxima agudeza, desde mi punto de vista, en un pasaje cuya lectura me ha parecido una particular incomodidad. Me refiero al epígrafe en el que fenómenos tales como la nueva izquierda en su ámbito internacional, los movimientos contemporáneos contestarios y neolibertarios, la radicalización armada del nacionalismo en Euskadi, la tradición burguesa catalana y el izquierdismo violento de grupos como el FRAP, son presentados, en tono indulgente, como consecuencia directa de la política concreta que adopte, en las distintas sociedades en que surgen dichos fenómenos, el correspondiente Partido Comunista. Semejante simplismo, elevado a la esfera científico-interpretativa, realmente violenta las reglas mínimas del debate sociológico. ¿Cómo se puede afirmar sin rubor que ETA nació porque el PC de Euzkadi era stalinista y que, en cambio, Cataluña es más moderada porque el PSUC supo virar a tiempo al eurocomunismo? ¿Dónde queda, en cambio, el análisis de las pautas socioeconómicas y culturales de ambas sociedades, contexto éste desde el que es lógico abordar, creo yo, el estudio de cualquier fenómeno concerniente a algunas de ambas? Y conste que no tengo nada contra los partidos comunistas, ni contra ningún otro partido democrático; simplemente me irrita que argumentos partidistas, válidos y necesarios para las discusiones internas de alternativas y estrategias en el seno del propio partido de que se trate, pero nada más (perdóneseme por una vez la utilización del subrayado), se intenten hacer pasar por enfoques sociohistóricos.
En fin, no voy a seguir. Me apena profundamente que Sergio Vilar se haya lanzado a dar a la imprenta este esbozo, que promete mucho y luego defrauda todavía más, y espero que, como antes sugería, ojalá pronto conozcamos una segunda versión del libro, más completa, más elaborada, y, por tanto, más iluminadora; que a esto último en defnitiva es a lo que -me parece- debe tender siempre la crítica sociológica.
Una apostilla final: a mi entender Vilar exagera en algunas ocasiones en los problemas de autotraducción francés-castellano que plantea.
Babelia
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