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Entrevista:

Marta Lynch: "En Argentina, hoy, la cultura nos ayuda a salvamos"

Un grupo de escritores, críticos y editores, se reunieron el jueves pasado en los locales de la editorial Alfaguara, en torno a Marta Lynch, escritora, profesora, publicista, y personaje muy conocido en la política argentina. Marta Lynch, que habitualmente vive en Buenos Aires, está de paso por Madrid, donde ha contratado con Alfaguara la publicación de su libro de cuentos Los dedos de la mano y donde, según dijo a EL PAIS, ha pergeñado una nueva novela.«Hace mes y medio que estoy en España, y me he encontrado con tal sensación de soltura y espontaneidad, que he podido trabajar. Me he puesto a escribir sin parar, hasta dejar casi terminado el enorme borrador de Cambio de guardia, la novela con la que estoy. »

EL PAIS. ¿-Qué es Cambio de guardia?

Marta Lynch. Yo primero hago esa especie de exorcismo que es el borrador enorme. Luego, tras este trabajo que me deja vacía, sigo elaborando sobre él hasta encontrar el texto definitivo. Mi amigo Múgica Láinez me dijo -una vez: «No te obstines en repetir en la literatura lo que los diarios dicen todos los días. Y acuérdate de que siempre se escribe por y contra alguien.» Yo estaba escribiendo Identiquit, que es el nombre argentino del Retrato robot policial, una novela terrible que empieza en el entierro de Perón, y que me costaba tanto esfuerzo físico, tanto rechazo y repulsión, que la dejé de un lado para seguir con Cambio de guardia. Allí estaba sólo yo: me tomé como objeto, esa burguesa llena de defectos y debilidades. Contra esa mujer escribí Cambio de guardia. Será la historia de ese naufragio nacional que fue el Frente de Liberación Justicialista.

Marta Lynch habla fuerte y con todo el cuerpo. Con los gestos. Le pregunto sobre su país, sobre sus opiniones, y corta casi con brusquedad: «Lo que tengo que decir sobre el tema política lo digo en Argentina cuando me dejan, y si no, prosigo tercamente una obra sobre la que no tengo la menor idea de a dónde va a llegar. »

Marta Lynch. Allá estamos sosteniendo una situación de mucho aguante. Creemos que el país nos necesita. Y creemos también a lo mejor puerilmente, que la presencia de los que han contribuido a la cultura ayudará a morigerar los terribles desastres que todos conocemos. Como anécdota te contaré que si el 24 de marzo fue el golpe militar, el 26 comenzaba la Feria Internacional del Libro en Buenos Aires. Todos temimos que se sus pendiera, pero alguna autoridad lúcida la permitió seguir como siempre. Nunca se vendió más. Es como si la sobrevivencia de los argentinos se esperara en la cultura. Te estoy hablando de un país prácticamente en estado de guerra, con una inflación terrible. De hecho, la cultura sigue, a todos los niveles, aunque hay que lamentar la desaparición, muerte o detención de algunos escritores, como Díez Benedetto, Miguel Angel Bustos, Haroldo Conti, Paco Urondo. Ahora, la cultura en Argentina es una especie de escalera de salida.

EL PAIS. Usted ha intervenido en política, pero no fue peronista nunca, ¿no?

Marta Lynch. Aunque luché en el Frente Justicialista, yo no era peronista ni lo fui nunca. Y hay que reconocer que los peronistas no me lo exigieron jamás. Aunsque sé que fue un fracaso, si volviera a vivir volvería a luchar en el «Frejuli», creo que era correcto. Ocurre que importamos un cadáver, y el pueblo no lo sabía. Siempre he sido admiradora de ese político intelectual que traté de retratar en La alfombra roja.

«No soy Virginia Wolf»

EL PAIS. ¿Quién es Marta Lynch?Marta Lynch. En España, una desconocida. Tengo cinco novelas y tres libros de cuentos, y he tenido buena repercusión en América latina. Curiosamente, en Estados Unidos, donde no he sido traducida, se trabaja en mis textos en la universidad.

Trabajé durante tres años en Perú, tan distinto a mi país, que es tan distinto al resto de América latina. Y allí fue como encontrar un eje narrativo que hiciera coincidir el fondo y la forma en la escritura. De allí salieron Los dedos de la mano, que se va a publicar aquí, y Un árbol lleno de manzanas, que intentó ser una novela de amor, y terminó siendo un despelote.

No soy ni una estrella de la literatura, ni un best seller, y lamentablemente, no soy Virginia Wolf. Sé que lo único que sé y puedo hacer es escribir. Y entonces, tengo una especie de fuerza maniática para sacar mis cosas adelante.

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