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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El espíritu de la libertad

LARGOS AÑOS de Gobierno autoritario han deteriorado los usos y costumbres de una convivencia social inspirada en los principios y valores de lo que todos entendemos por civilización occidental.Es de lamentar que el propio enunciado suene, probablemente, en los oídos de muchos españoles con matices de grandilocuencia o de vaguedad.

Conviene, sin embargo, traer a colación el recuerdo de tales principios y no olvidar que la sociedad española, por encima de las diferencias que puedan separar a sus miembros, está inserta en el contexto de esa civilización que tiene por muy caras la libertad del individuo, el ejercicio de la tolerancia, el respeto por las opiniones y actitudes contrarias y, en general, el espíritu liberal.

La historia de la civilización europea es una larga línea en zig-zag, en la que en no pocas ocasiones ese espíritu ha sido gravemente subvertido. Ahora mismo lo está siendo, sin duda, y no debemos caer en la ingenuidad de no advertir que, en nombre de la libertad del individuo, de su dignidad, de la mutua tolerancia se han cometido no pocos crímenes contra las personas y contra lo mejor del pensamiento del hombre.

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Pero siempre restará una conciencia histórica para recordarnos que en todo momento ha prevalecido el triunfo de la razón sobre su sueño y la búsqueda, siempre tan utópica como necesaria, de la libertad y la solidaridad entre los hombres.

Incitar la sensibilidad ciudadana hacía este entendimiento no es empeño inútil ni gratuito. Como no lo es, a la postre, tan grande obviedad como el reconocimiento de que la soberanía reside en el pueblo.

En esta etapa de la historia española conviene más que nunca desterrar unos modos intolerantes y dogmáticos que deparan sociedades en las que no existe el derecho a la crítica libre, a la alternancia en el ejercicio del poder de las distintas formaciones políticas, a la primacía del voto popular, a la información independiente y al pluralismo efectivo.

Estas son, y no otras, las coordenadas de la sociedad de Occidente que España contribuyó a crear con el pequeño grupo de naciones donde se desarrolló, a lo largo de los siglos, el humanismo cristiano. Un modelo con insuficiencias, pero con probada capacidad de autocrítica e innovación.

Ese conjunto de valores es el que, una vez y otra, ponen en peligro los excesos de la sociedad industrial, los totalitarismos del Este y del Oeste, las manipulaciones de diverso signo y los nuevos terrores de la coacción nuclear.

¿Por qué decir esto ahora, en medio de las vacaciones del verano? Porque nuestra preocupación no es un sueño y, al defender la verdadera información, este periódico apuesta por la independencia y la libertad última del hombre.

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