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La espléndida lucha de los actores catalanes

Los actores profesionales catalanes habían llegado a una atroz situación de puro y simple paro casi total. Fracasado el proyecto de un Teatro Nacional -que fue considerado como ejemplo mayor dé colonización cultural-, desaparecidos los tradicionales empresarios de compañía, ocupados por empresas procedentes de Madrid, los escasos teatros comerciales supervivientes, la crisis más brutal hizo su aparición. Sin la esperanza de que la iniciativa privada cubriese las necesidades de una vida teatral, y desmontada, por sus propios méritos y torpezas, la iniciativa pública, sólo un nuevo e imaginativo planteamiento podía intentar una nueva fórmula capaz de cumplir las exigencias de un área cultural rica, curiosa, culta y densa: el área municipal de Barcelona.Esta imaginativa y nueva gestión constituye el gran hallazgo de la Assemblea d'actors i directors. Se trata, básicamente, de entregar la gestión global del teatro catalán a las distintas ramas del propio teatro profesional. En vez dela planificación centralista o la autogestión empresarial, se promueve una clara gestión democrática del sector que, por supuesto, acepta sin más problemas las subvenciones públicas.

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El nacimiento de este colectivo puede fijarse en los días de las elecciones sindicales. La candidatura democrática, triunfante, promovió manifestaciones públicas, declaraciones específicas, un admirable estudio para la creación del teatro municipal de Barcelona, un plan promotor de un Teatro de Cataluña y de una Ley del teatro autónomo, la obtención de unas subvenciones -del Ministerio de Información y Turismo y del Ayuntamiento de Barcelona-, una toma de conciencia de la ciudad y la recuperación del desarbolado y flotante Teatro Griego.

La decisión más difícil, valiente y delicada del colectivo fue la de hacerse cargo del, Teatro Griego. Las gentes iban o no iban a los espectáculos de Montjuich, se decía, según los llamados misterios del teatro. No era cierto. Fueron a Ronda de mort a Sinera, el bellísimo espectáculo de Espriu y ese dato se interpretó como un ansia de ejercicio de los indiscutibles derechos a la expresión cultural. Cabalgado ese reconocimiento con el también evidente derecho al trabajo de los profesionales, los asambleístas se decidieron. Desde ese momento, con lucidez, talento y desbordante entusiasmo, los actores de Barcelona ensayaron incansablemente, salieron a la calle a pegar carteles, realizaron una propaganda apasionada y, finalmente abrieron las puertas del Griego pasado 1 de junio. Asustado por el volumen económico de empresa -24 millones de gasto millones de subvenciones-, asambleístas ofrecieron un razonable sistema de abonos a ocho espectáculos- a elegir entre recitales de música y representaciones teatrales- al precio de mil pesetas. La experiencia está funcionando. Y lo que aún es mejor: ha colocado bases para una nueva manera encarar el teatro. De todo corazón deseamos a nuestros amigos el éxito que merecen sus calidades profesionales, sus ilusiones político- sociales, sus legítimas esperanzas y su auténtica representatividad.

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