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Cuarenta y un mil soldados norteamericanos, con sensación de abandono

La semana pasada los Estados Unidos completaron su retirada de Tailandia. La proposición de conversaciones de paz en Corea de Ford-Kissinger, que habrían parecido insólitas hace tan sólo unos meses, pueden suponer por parte de la nación que con más encarnizamiento y más fracaso también, se propuso mantener sus ejércitos en los países asiáticos del Pacífico, una voluntad de realizar otra retirada militar de Asia, con garantías políticas o, a lo mejor, sin ellas también.En la actualidad permanecen acantonados en Corea del Sur, por debajo del paralelo 38 que señaló las líneas de armisticio, no menos de 41.000 soldados, aviadores y marinos de los Estados Unidos que constituyen su fuerza expedicionaria de combate más importante en un país asiático.

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Entre estos soldados parece haber ya una sensación de abandono que, seguramente, se acentuará con las declaraciones de Henry Kissinger. Este, y el mismo presidente Ford, pueden a su vez estar influenciados por el irresistible empuje de Jimmy Carter, que declaró que en el caso de ser elegido presidente de los Estados Unidos en las elecciones de noviembre, cosa bastante probable, iniciaría -con decisión las operaciones de retirada militar. Siguiendo con esta cadena de influencias, resulta que el presidente de Corea del Sur, Park Chung Hee, que combatió en los ejércitos de Japón y de Corea del Sur igualmente, habló también del abandono de los americanos, aunque dijo que esta retirada debía producirse unos cuatro años después de que pudiese modernizar sus fuerzas armadas hasta alcanzar los 600.000 hombres. Porque el presidente piensa, con unos supuestos más militares que políticos, bastantes distintos de los que parecen sustentar los norteamericanos, que sus fuerzas que en la actualidad cuentan con 470.000 hombres, no podrían resistir el empuje de una eventual invasión de los chinos o de los coreanos del Norte.

Por ello mismo, y aunque los norteamericanos se retiren, los políticos de Corea del Sur esperan que Estados Unidos ayudará al país siempre que haya una amenaza militar de sus vecinos del Norte. El problema que resta esclarecer es si la retirada norteamericana se producirá al estilo Tailandia o al estilo Vietnam, es decir, con acuerdos políticos y protección subsiguiente o con la actitud de «después de mí el diluvio». También resta saber si la retirada continental se compensará con el reforzamiento de la protección en las islas japonesas y filipinas que bordean el continente y constituyen portaaviones fijos contra China. Lo que se denominó la «estrategia de las islas».

La participación de los norteamericanos en Corea comenzó en 1945 al aceptar los Estados Unidos la sustitución de los japoneses al sur del paralelo 38 y los soviéticos hicieron lo propio al norte. Después de que las tropas de Corea del Norte invadiesen el sur, en 1950, las tropas norteamericanas pasaron de 177.000 a 400.000 hombres. Además, había unos 200.000 que eran coreanos del sur y también elementos pertenecientes a 16 naciones aliadas.

Cuando los norteamericanos aumentaron su participación en el Vietnam del Sur, descendió la correspondiente en Corea del Sur, que descendería a los 31.000 hombres. Coincidiendo con esa guerra, precisamente, aumentó la toma del poder por parte del presidente Park y la asunción de sus militares de mayores responsabilidades. Por todo ello, el papel que cumplen las fuerzas norteamericanas, que todavía están protegidas por la bandera de las Naciones Unidas, es cada vez menor.

Pese a todo, el presidente Park, cuyo poder no parece muy seguro, sigue siendo la presencia norteamericana como un símbolo de la protección ante el «peligro rejo» y del mantenimiento de la estabilidad en toda la zona del noreste asiático. No obstante, su largo poder se encuentra enfrentado progresivamente con una serie de elementos críticos que pertenecen a los estamentos burgueses e intelectuales, para los cuales los soldados norteamericanos no son sino el soporte de un régimen autoritario que, además, puede conducir a los Estados Unidos a enzarzarse en otro inaceptable conflicto militar en Asia.

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