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Moravia contra el realismo socialista

Mientras atacaba en Moscú las posturas oficiales, el escritor italiano era acusado de "descomprometido" en su país

Desde Moscú se ha marchado a Mongolia. A Alberto Moravia, eterno candidato al Premio Nobel de Literatura, le gusta el desierto. En Africa acaba de rodar un filme-reportaje con Andrea Andermann y en Mongolia quiere ver exteriores, con el mismo director, para rodar otro documental.En Moscú, Moravia se ha metido públicamente a finales de junio, con el realismo socialista. Al frente de una delegación italiana de escritores ha asistido al VI Congreso de escritores soviéticos (567 delegados en representación de 7.942 inscritos) que durante cinco días han discutido La situación en la pluri-nacional literatura soviética en los cinco últimos años. La asamblea la inauguró el mismo Leonidas Brezhnev, secretario general del partido comunista.

Markov, en el informe de apertura del debate, dijo que el método del realismo socialista asegura una diversidad de estilos, una creatividad inimitable y una originalidad de soluciones artísticas. Sólo en este país -había dicho Markov con fuerza- sólo en los países socialistas, la noción de libertad de prensa y de inteligencia se concretiza genuinamete.

A Moravia no le ha gustado la limitación puesta a la obra del escritor y ha sostenido que es precisamente en la particular experiencia personal de cada escritor en la que no puede consistir libremente la razón del trabajo literario. No existe posibilidad para el escritor -ha dicho Moravia- de trabajar por indicaciones externas. Los temas generales son propios de los historiadores y de los filósofos, los temas de los escritores son individuales y cotidianos. Ciertamente -ha concluido Moravia- nadie de nosotros está fuera de la historia, pero la peculiaridad de la obra del escritor está en su capacidad de subir de lo cotidiano a la historia y no viceversa.

Moravia desnudo

Moravia quería haber hablado a brazo, como suele hablar siempre en congresos y públicamente en cualquier intervención, pero los escritores soviéticos le exigieron un texto escrito. A pesar de disponer del texto escrito, la Literaturnaia gazeta, semanario de letras, ha recogido el discurso de Moravia tachando todas sus divergencias con el informe de Markov.

En su patria. Sin embargo, Moravia ha sido desnudado por Sergio Saviane, el más temible pampletismo que, desde hace años, por prurito de hacerse notar o por afán desacralizador, cumple una misión demoledora de prestigios, de búsqueda de nuevas pistas y gustos, que hace perder la paciencia a quien a la literatura se consagra con tesón y fe. Moravia desnudo se titula el ensayo-pamfleto de 300 páginas que Sergio Saviane trató inútilmente de publicar con un editor serio hasta que encontró hospitalidad en la revista Prima comunicazione, donde está saliendo por entregas. La demolición de Moravia era peligrosa hasta el punto -ha declarado Saviane- que ha tenido que salir casi clandestinamente como el Samizdat, la prensa clandestina del disenso soviético.

Saviane, como casi todos los periodistas, literatos y críticos, sabían que Moravia existía, pero nunca lo leían, lo dejan ahí estar como al Coliseo de Roma. Hasta que un día Saviane, un domingo por la mañana, leyó un cuento de Moravia en Corriere della Sera en que contaba las peripecias de un caballo hablante, neurótico que se enamora de su dueña y, dominado por los celos, mata a su marido. Desde entonces Saviane se leyó a Moravia y sacó la conclusión siguiente: Moravia no es sólo un escritor que corre el riesgo de convertirse en un trombón. Es también un hombre con una inmensa influencia que podría combatir grandes batallas contra el poder y que nunca lo ha hecho. Firma miles y miles de manifiestos, pero no sueña con atacar a nadie con nombre y apellidos. Está presente desde hace treinta años sin nunca renunciar a una ocasión y sin pagar nunca el dacio.

Hasta ahora sólo ha salido la introducción del pamfleto de Saylane, lo sufiente para que la compañera de Moracia, Dacia Maraini, haya declarado refiriéndose a Saviane: Es un hombre lleno de frustraciones y de rencores que cree haber descubierto la receta para tener éxito: atacar a un personaje famoso, estimado por todos, para lograr así dar que hablar de sí.

Antes de marcharse al desierto de Mongolia, Moravia votó en Italia y escapó del círculo mágico de las cosas italianas, según declaró a un periodista.

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