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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

"Ambito",nueva ventana de la poesía

La presencia de Ambito, nueva colección de poesía moderna, viene a las tenacidades y resurgimientos de otras series al ilustre género consagradas y no por singularizables menos meritorias. Nos trae el regusto de un fervor de mocedad, pero en timbrado equilibrio, la instructiva ocasión de asistir a un hermoso empeño literario.Expresivamente nos llega este Ambito cuando la concentración y tecnificación editoriales marcan comprensible auge y quizá sean más precisas, sin recaer en minifundio, las manifestaciones que, bajo el signo de un claro propósito diferencial, se identifican con un preponderante designio de arte y estilo.

Estructuras y colores, textos

En las bellas cubiertas de Ambito ,no parece fortuita la estructura de ventana, que sirve para insertar, con diagramación y tonalidad ceñidas, el nombre del autor el título del volumen. Encuadre de dibujo y color que predispone a la trinidad espacio-tiempo-lirismo que cada obra ha de sacramentalizar. Y el libro, impar siempre, cierra su propuesto verbo a través de estampa-retrato-epilogal, y en tinta sepia, casi cuprífera, de su creador.De tal suerte, Baladay canciones del Paraná, combina, en su cuadrángulo, el fondo amarillo, tostado, con las rojas letras iniciales y los negros rasgos de la siguiente caligrafía. Los Cantos rodados enlazan su blanco soporte balconero a una rotulación -trazo inglés, escolar- en carmesí atenuado y rosada circunscripción. «Metropolitano y poemas 1973-1975» recurre a los soportes plásticos de un crema punteado, escritura y entorno carbonosos, ancla y pez de divisas.Correspondientemente, el perfil numismático, agudo y sereno, de Rafael Alberti; la foto de Juan Gil-Albert en su lugar y lar, de señorío hogareño. Y la instantánea tritónica, a lo marítimo proyectada, de Carlos Barral. Consignemos, que de justicia es, la tipografía adecuada, el papel digno.

Balada y canciones del Panamá,

Rafael Alberti.Cantos rodados, Juan Gil-AIbert. Metropolitano y poemas 1973-1975, Carlos Barral. Prólogo de Jaime Gil de Biedma.

«Cuando estoy solo... »

Se me ocurre, mientras repaso Balada y canciones del Paraná que, desterrado, Rafael Alberti mantuvo, en todo momento, por los adentros de las pupilas, los paisajes nativos. Y en sus oídos no amainó nunca el acento de la tierra originaria. Y en la piel le tatuaron nostalgias de luz y clima, la atmósfera indeleble de las riberas mediterráneas. ¿No falta la recolección de los cantos y lamentos (los aires finos, de pies pulsados l cuando estoy solo, me salen I coplas nada más, coplillas) por el extrañamiento inspirados a nuestros poetas mayores? Encontraríamos una de las más trascendentes pulsaciones, culturales, humanas, de la emigración ideológica, patriótica, que superior hondura y vastedad alcanzada en nuestra convulsa historia.

Prima aquí la reflexión lírica

En las líneas de envío de una separata que constituye cuantiosa porción de los Cantos rodados, que en Ambito se congregan, anotó Juan Gil-Albert, definitoriamente: «Estos posos de vida, de vida pensante». Se conciertan, pariguales, éxtasis, arrebato, unciones, meditativos registros, en el poético pentagrama de Cantos rodados, aunque adopten la morfología de la prosa e incluso su ropaje sintáctico. Prima aquí la reflexión, pero como resultado de grave actitud lírica. Observadas las evidencias circundantes -cosas y seres, fenómenos, me remito a la página 47, tremendamente al día- alterna la visión dé refracciones autobiográficas con escorzos de relatos y un despliegue aforístico, lúdico sólo en la mera superficie, que a veces cobra un patetismo susceptible de confundir lo estético y lo ético. O juicios en que la elegancia del estilo no palía un dejo amargo, acusador.

La reiterada imagen del túnel

Nada afecta -coincido con el colega y amigo barcelonés, José Luis Giménez Frontín-, el hecho del rescate de los poemas que integran Metropolitano y de sus previos arpegios, lo concreto de que estén fechados en 1958 y guadianescamente resurgieran el pasado abril, a su luz, con inusitada prestancia, y se alineen junto a los que alumbrados fueron de 1973 a 1975. Desde su firme prólogo, en aquella coyuntura,Jaime Gil de Biema puede fiárnoslo, no ya para cinco años, prueba colmada, sino para varios lustros, por lo pronto. Metropolitano, que en su estreno exhaló el aire, según previno Gil de Biedma, de poesía dificil ha sabido cambiar, de modo intemporal, las sílabas del tiempo. Ahora vuelve, con ellas, Carlos Barral nos relieva su claridad inequívoca y sólida textura. La reiterada imagen del túnel, además de entrañar el escenario, aporta oníriica angustia.

Reposado estudio reclamando lenguaje y la metaforía de Carlos Barral. Lo mismo que su sentido de imprecación y reverencia en el careo con las ruinas y los ambientes de provincias, que sus versos graban, en parangón con la machadiana repulsa de don Guido y del mundo.

A pesar de los pesares, por tales ejemplos y actos -de los que inventan sus preces y de los que escogen semejantes oraciones a letra impresa- se acredita la gencia de la palabra encendida.

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