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Tribuna:Crónicas provisionales
Tribuna
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El País Vasco, entre la muerte y la incomunicación

Podrá haber sido una de las semanas mas cargadas de noticias, y más recargadas de anécdotas políticas; pero para la historia profunda de este país lo más importante, y lo más desesperante, es la nueva irrupción política de la muerte en nuestro camino, cada vez más difícil, hacia una convivencia en dignidad y en libertad. El asesinato de don Luis Carlos Albo, jefe local del Movimiento y profesor en Basauri, hunde otra vez en la duda el presupuesto esencial de la marcha colectiva hacia un futuro democrático: la fe en nosotros mismo. Ante la pertinacia en el crimen se registran reacciones encontradas; que parecen provenir, a la vez, de una sorda incomunicación en el País Vasco; y de una desalentadora enajenación nacional sobre las posibles causas de esa muerte y de esa incomunicación.Juan Pablo Fusi y José Miguel de Azaola han iniciado en la prensa un proceso de reflexión nacional sobre los problemas del País Vasco con gran altura y oportunidad. El gesto era ineludible, puede que el error político más grave del régimen anterior haya sido el ahogar en una incomprensión de base, en un rechazo traumático del mismo problema, cualquier planteamiento político sobre el País Vasco y sustituir ese planteamiento por un pacto precario y vergonzante con determinados círculos oligárquicos. El sistema de pactos con las oligarquías autóctonas o acondicionadas ha sido, por lo demás, una constante política con aplicaciones bien visibles en Cataluña, en Canarias, en Andalucía; pero, sobre todo, en el País Vasco, donde poco a poco ese convenio se convertía en el único vínculo político real entre el régimen y la región.

Datos reales, analogías falsas

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Sea cual sea el origen, el caso es que el País Vasco es hoy una zona incomunicada. No hace falta recordar pasadas tragedias que oprimen la mente y el corazón de todos. Pero desde el advenimiento del nuevo régimen ha brotado por casi todos los puntos de España una nueva capacidad de esperanza. Sucedió inicialmente lo mismo en Euzkadi, donde, por ejemplo, la aceptación popular del mensaje de la Corona fue especialmente comprensiva y extensa. Después, por motivos demasiado complejos como para resumirse en una simple crónica, las expectativas no han desaparecido; pero, en parte, se han frustrado.

Volveremos una y otra vez sobre el tema, que nos parece cada vez más grave, por la indiferencia del resto de España ante ese creciente vacío vascongado producido por el hecho de la incomunicación y por lo superficial -repitamos la misma palabra, por lo indiferente- de las soluciones-remiendo que parecen proponerse. De lo que no cabe dudar es del hecho de la incomunicación. Basta con asomarse unas horas al ambiente de Bilbao, o al de San Sebastián, o con evocar el nombre de Vitoria. Basta hablar con los periodistas jóvenes de la región, y comprobar que, con profesionales especialmente bien dotados para la captación de la noticia y la expresión objetiva del comentario, los periódicos de Bilbao son, probablemente, los que peor expresan el ambiente real que les rodea. Quizá ninguna ciudad de España necesite con mayor urgencia un órgano regionalista, además de un auténtico periódico de izquierdas. Quizá ninguna obra pública sea tan urgente como la terminación de la autopista Burgos-Malzaga; o la creación de un aeropuerto internacional que elimine el lamentable error de un Sondica, convertido en tapón para el desarrollo natural de la ciudad ahogada. La incomunicación lo abre todo: es física, moral, histórica, política, informativa, cultural.

El enquistamiento de la incomunicación ha provocado la aceptación, por parte de la opinión pública, de pretextos tan imbéciles -en el sentido etimológico del término- como la sospecha de analogía con el Ulster. ¡Qué enormidad! El Ulster es un cáncer histórico creado brutalmente por Inglaterra; mientras que la propia España como realidad histórica es en buena parte una creación del País Vasco a través de su desbordamiento sobre Castilla. El impulso cancerígeno es, allí, el odio religioso mientras que una religión común debería ser, entre nosotros, vínculo de unidad. Nuestro problema no surge de los enconos del siglo XVI, sino de los absurdos del XIX. No es un problema de incompatibilidad, sino de incomunicación, y, en cierto sentido, celebramos ahora el centenario de esa incomunicación. Desde 1936 hasta 1976, la incomunicación se ha ahondado con la ceguera política de unos y otros, y se ha enconado con la presencia política de la muerte, arrojada sistemáticamente por los unos a la cara de los otros, como si no fuera la misma muerte; como si los unos no fueran los otros. Toda visión unilateral del gravísimo problema sería reincidir en las causas de la incomunicación. La incomunicación ha sido ambiente y señuelo para la muerte. No cabe mejor sistema para perpetrar la presencia de la muerte en el País Vasco que insistir en la incomunicación. Las bandas ultramontanas que ahora, según dice la prensa, campean en algunos barrios donostiarras y bilbaínos creen luchar, sin duda, contra los asesinos del señor Albo. Pero realmente les están haciendo el juego.

La reforma, varada

Una de las reacciones más lamentables por el crimen de Basauri fue su utilización emocional en los pasillos de las Cortes por algunos enemigos de la reforma, puestos en evidencia por la incontenible presión de la opinión pública en favor del cambio. Por que en esto tiene toda la razón el Gobierno; la opinión pública está a favor del cambio hacia la democracia. No creo que la aquiescencia -relativa y sofrenada- de las Cortes a los proyectos de reforma se deba, como ha apuntado alguna prensa de izquierdas, a que una mayoría de procuradores temen la descalificación personal definitiva para el futuro. Con todas las posibilidades de equivocarme, pienso más bien que por fin se han impuesto los reformistas del Gobierno a todo el Gobierno y que la Prensa ha conseguido convencer a los procuradores no irreductibles sobre la irreversibilidad de un futuro democrático que, si no llega por la reforma, llegará por la ruptura. Así condicionados, los procuradores han votado a favor porque nunca les hemos discutido dos cualidades: patriotismo y sentido de la responsabilidad. Algunos se lo habrán pensado bien a la hora de figurar para el futuro en una lista oficial de adversarios de la democracia. Pero quienes esgrimieron las noticias de Basauri para torpedear la culminación penal de la ley asociativa olvidaron algo tremendo, que al oponerse desesperadamente a la legalización plena de los partidos políticos normales, estaban, sin pretenderlo, otorgando a la ETA una carta de influencia política potencialmente decisiva. Todos esperamos que en las próximas jornadas se arregle el emocional desaguisado.

Sobre la reunión en el Consejo Nacional del Movimiento, ¿qué otra cosa podría esperarse? ¿Qué iba a decir el Consejo Nacional del Movimiento ante un paquete de reformas en que se suprimía el Consejo Nacional y, sin siquiera nombrarle, se eliminaba al Movimiento? En estas crónicas no se han prodigado los elogios a don José García Hernández, pero suyas fueron las palabras importantes de la escena. «Fuera nostalgias -vino a decir-, cuando hay que optar entre el Movimiento y la Patria». Esto deduzco de las reseñas de prensa; y es una gran verdad. Algún consejero protestó de que se cancelasen así cuarenta años de historia. No se referiría, seguramente, a los cuarenta años de historia del Consejo Nacional; porque ésa es una historia inédita, como el propio Franco insinuó más de una vez. En fin, por aquello de que el dictamen no es vinculante, dejemos a los muertos que entierren a sus muertos.

En cambio, el enérgico discurso del ministro Villar Mir ante las Cortes puede contribuir a que nos despertemos de una vez ante un hecho evidente: la obsesión política que recorre la médula del país parlante nos está ocultando culpablemente la trágica situación económica que atenaza al país real. El ministro lo ha enunciado con claridad encomiable; y se ha marchado a Estados Unidos en misión de aprovechar económicamente el éxito de los Reyes. Es un buen momento americano; la reactivación cunde ya por la economía del bicentenario y el propio Rey preparó los caminos de sus hacendistas en memorable y concretísima reunión financiera. La gestión de un amplísimo crédito económico exterior para la democracia política podría ser el primer paso positivo de una verdadera política económica, de la que carecemos hasta hoy; para quienes conocen lo más elemental de la economía española las dimisiones de los señores Barea y Fuentes Quintana -en evidente disconformidad con el señor Villar- deben interpretarse como síntoma de desquiciamiento y, a lo peor, de navegación a la deriva. ¿Vendrá ahora, tras el crédito exterior un nuevo período de estabilización y una renovada posibilidad expansiva? ¿Posee el señor Villar Mir la capacidad de orientación y de maniobra que, piara otras circunstancias, demostraron los tecnócratas de 1957?

Amenazas de fondo a la Prensa

Puede que el camino hacia la democracia, por medio de la reforma, dependa del viaje del señor Villar Mir y de sus consecuencias, mucho más que del guirigay de partidos y opiniones que ensordecen a quienes nos debemos asomar al reñidero político de las Españas. Cuando todos esperábamos que ya se hubiera, olvidado de Cánovas, el señor Fraga vuelve sobre don Antonio de manera que ya parece obsesiva; mientras, aprueba un movimiento tan anticanovista como el relanzamiento de su minifundo político en una maniobra que no es la unión, sino la disgregación del centro. Por otra parte, don Fernando Alvarez de Miranda propone ante un selecto auditorio de oposición toda una campana de boicot al referéndum y, según la prensa, lo hace como promotor del Partido Popular, al que ciertas fuentes han disfrazado como prolongación del grupo del señor Alvarez de Miranda. No es esto, no es esto. Como tampoco parece de buen augurio la nueva presión de sospechas contras los órganos de expresión que más se han distinguido en los últimos meses porsu sincera vocación democrática, dentro del más riguroso posibilismo. Hay una espada damóclea gubernamental sobre Cambio 16 y se está terminando de montar -o quizás de consumar- una alevosa combinación bunkeriana contra Informaciones. Para la semana en que desaparece Hermano Lobo -que era, de verdad, las dos cosas- esto ya es demasiado. Desde luego, la amenaza no viene del ministerio de Información, sino también contra él. Una suspensión por cuatro meses a Cambio 16 sería una suspensión indefinida a la credibilidad de la reforma, y la reconversión de Informaciones en fachada amable del bunker informativo, previa eliminación del espíritu y la presencia de los La Serna, sería una agresión al estamento intelectual -que no se iba a callar ni a conformar- y una aberración incalculable que yo estoy personalmente seguro de que no van a consentir jamás tres grandes españoles, a quien me precio de conocer a fondo: Guillermo Luca de Tena, Nemesio Fernández Cuesta y José María Aguirre Gonzalo. Confío en no tener que explicar por qué; pero el atentado que se prepara contra esos dos altavoces de la joven libertad española es, a la vez, un torpe atentado a la propia imagen del Rey. Ni más ni menos.

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