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La "paz del bacalao" costará a Gran Bretaña diez mil parados

Juan Cruz

La tregua que Gran Bretaña ha querido conseguir con Islandia para acabar momentáneamente con la «guerra de bacalao» le costará a sus pescadores la pérdida de cerca de 10.000 puestos de trabajo.

Las negociaciones entre los dos países implicados han comenzado en Oslo y no habían terminado en el momento de transmitir esta crónica. En la capital noruega fue donde la OTAN se reunió hace algo más de una semana. Islandia y Gran Bretaña, que no mantienen relaciones diplomáticas a causa de aquella disputa, estuvieron presentes en la conferencia, como miembros de pleno derecho que son. Los otros representantes de los países miembros convencieron entonces a los estadistas de ambas naciones para que trataran, de buscar una fórmula que detuviera aquella «guerra». Para la OTAN el enfrentamiento entre Islandia y Gran Bretaña suponía un grave riesgo para la integridad de la organización.

Ante este argumento, el Gobierno de Londres ha tenido poco en cuenta la situación en la que se quedan, como consecuencia de la tregua que ayer se trataba de alcanzar, los pescadores que hasta ahora han venido pescando dentro de las 200 millas reclamadas por Islandia.

La tregua, que duraría seis meses, incluía el compromiso por parte británica de retirar inmediatamente la Marina de Guerra de la zona en la que han tenido lugar los enfrentamientos.

Por su parte, el Gobierno islandés se comprometería a permitir la presencia de un número limitado de rastreadores ingleses, que podrían seguir pescando allí hasta que la cuestión de los límites de las aguas jurisdiccionales sean fijadas internacionalmente. Como es lógico, la segunda parte de la fórmula satisface muy poco a los pescadores ingleses.

Los protagonistas de las negociaciones de paz han sido los ministros de Exteriores de Islandia y Gran Bretaña, Agustsson y Crosland.

Refrendo internacional

Para que Islandia accediera a comenzar negociaciones formales, Gran Bretaña tuvo que hacer dos concesiones previas. Los buques de guerra que protegían a los pesqueros ingleses que faenaban en la zona fueron retirados el domingo por la noche. Los pesqueros permanecieron aunque el Gobierno de Londres los subvencionó para que guardaran sus aparejos hasta que terminaran las negociacionesPara los pescadores británicos, según sus propias fuentes, las consecuencias de una retirada parcial pueden ser catastróficas. Aparte del desempleo que va a acarrear, las pérdidas van a ser cuantiosas. Durante los meses que ha durado la disputa, dicen ellos, han perdido más de millón y medio de libras, porque la pesca no ha podido ser regular.

Para los islandeses, la cuestión es aún más dramática; por eso se han mantenido tan reticentes a lograr acuerdo alguno hasta el momento. La pesca del bacalao es la única garantía que tienen los islandeses de mantener una balanza de pagos más o menos saludable.

Por otra parte, Gran Bretaña sabe y esto añade un elemento de incoherencia a la actitud también reticente que mostraba hasta hace unas semanas, que Islandia va a ganar legalmente la partida. La decisión unilateral islandesa de declarar sus límites marinos en las 200 millas será refrendada en septiembre por la Conferencia Internacional del Mar. Entonces lo que ahora es sólo una tregua temporal se convertirá en una situación inamovible, y lo que ha sido una guerra latente se quedará como un ejemplo de la tozudez legalista británica.

Los pescadores ingleses que queden en la zona del conflicto tendrán que abandonar su esperanza de conseguir más bacalao en las costas islandesas. Podrían pescarlo en otro sitio, pero, dada la flota que poseen, tendría que ser en el sur del Atlántico. Ahí surgiría otro problema político: la presencia de pescadores británicos en aquel sector podría producir otra guerra del bacalao. Esta vez con Argentina, cuyas relaciones con Gran Bretaña son incluso peores que las que este país ha mantenido con Islandia.

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