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Los niveles de ruido son insoportables para el oído

Uno de los factores que más deterioran la calidad de vida en nuestras ciudades es el ruido. Ruido en la calle, ruido en las casas, ruido en la fábrica o en el taller. De elemento de incomodidad o malestar amenaza convertirse en clara fuente de peligrosidad. A partir de los 80 decibelios se alcanza lo que la ciencia llama umbral de dolor, y comienzan a producirse daños en los oídos. Un equipo científico del Instituto Torres Quevedo va a estudiar los ambientes de ruido en las ciudades e industrias españolas.

Al parecer, el ruido que más molesta en la ciudad es el tráfico de vehículos. Según una encuesta británica -Building Research Station, 1960 a 1963- en el 84 por 100 de los lugares de una ciudad lo que hay es ruido de coches, y eso es lo que molesta a la gente. Esto es lo que sucede en todas las grandes concentraciones de población.En España se va a acometer seriamente el estudio del ruido, no sólo del ruido urbano, sino también de ese otro ruido industrial, del que se habla menos, y que está adquiriendo las más elevadas cotas de intolerancia. Basta como dato que, frente a esos 80 ó 90 decibelios a partir de los cuales el oído empieza a sufrir, en algunas fábricas de Madrid, Barcelona, Bilbao, Valladolid... existen niveles continuos de 95 a 100 decibelios.

El Instituto Torres Quevedo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, está estudiando el ruido. Un equipo dirigido por el físico e investigador Santiago Páez quiere tipificar los ambientes de ruido. La finalidad de la investigación que está siendo abordada es establecer en primer lugar los tipos y modalidades de ruidos que se dan principalmente en centros urbanos, desde los producidos por la dinámica de la industria, hasta los que son consecuencia misma del urbanismo -de este urbanismo más en concreto-, sin olvidar ese ruido comunitario que proviene de interiores o cercanos.

«Estamos en los inicios de la investigación -explica Santiago Páez-. Ahora empezamos a trabajar. Creemos que lo interesante es conocer la situación actual, obtener una visión panorámica del problema. En España hay muy poco planteado. A fines de la década de los sesenta, en 1968, se hicieron estudios de los niveles de ruido del tráfico. Se pudo hacer un modelo estudiando los parámetros de las vías de rodadura».

El ruido de la calle

En el ruido de la calle intervienen varias causas. Influye mucho la topografía del terreno. Las cuestas son decisivas. El mismo número de coches por hora no produce el mismo ruido en la calle Goya de Madrid (horizontal y asfaltada) que en la de Embajadores (calle en cuesta y adoquinada).«No se puede solucionar el problema del ruido -expresa S. Páez- sin una buena política urbanística. No basta reducir el nivel individual del ruido del vehículo. Hay que tener en cuenta los parámetros urbanísticos (cuestas, asfalto, número de coches por hora, velocidad, presencia de vehículos pesados...) y actuar sobre ellos».

El concepto que se maneja es el de clima de ruido, que se define como el margen de niveles de ruido registrado para el 80 por 100 del tiempo. Este concepto es más significativo que el del valor más probable de ruido de tráfico porque el clima expresa de un modo continuo la peligrosidad del ruido, así como las medidas que hay que adoptar para protegerse contra él.

Ruido en la fábrica

Análogamente a lo que sucede en la calle, lo peligroso en la nave o taller es la continuidad del ruido. Por ejemplo, en algunos talleres de calderería pesada se alcanzan niveles de impacto, (no continuos) de 105 a 110 decibelios. Sin embargo, en otros talleres, donde se fabriquen clavos o tornillos por ejemplo, hay niveles continuos de 95 a 100 decibelios. La causa es que existen allí 30, 40 ó 50 máquinas juntas.Frente al problema, las posibles soluciones radican en la limitación de los niveles legales de ruido. «Probablemente se implantará en España un nivel límite -señala S. Páez-, para lo cual habrá que recurrir a protecciones auditivas en la industria, como orejeras, cascos, tapones de goma... No se puede aceptar un ruido superior a los 90 decibelios».

«Nuestra función, la de los científicos -prosigue-, es tomar los datos para ofrecérselos a quien corresponda. Así se podrá actuar con hechos ciertos, con niveles de ruido bien conocidos y tipificados. Se va a elaborar una cuadrícula en la toma de datos. Si, como consecuencia de esos datos, en las ciudades o industrias se demuestra palpablemente que se están sobrepasando los límites de la tolerancia, habrá que implantar límites. Estos límites van a traer consigo consecuencias económicas. Todo lo relacionado a cualquier forma de contaminación lleva consigo serias repercusiones económicas si se toman las medidas adecuadas».

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