Miguel Sanz, quiosquero: “Comprar un libro no solo va de hacer clic”
Cogió el traspaso del quiosco cuando era estudiante de Historia y Políticas, ahora celebra firmas con autores de renombre para dar vida al barrio y generar comunidad


Miguel Sanz (Burgos, 33 años) se pasa 12 horas al día en la calle, al pie de su quiosco. La gente le saluda todo el rato y Sanz conoce los nombres, las caras, detalles de sus vidas y, por supuesto, su periódico de cabecera. Algunos vienen a devolver dinero fiado, Sanz ni se acuerda. Vida de barrio en peligro de extinción, como los quioscos. Pese a las turbulencias del sector, este, en Ortega y Gasset 45, cerca de la plaza del Marqués de Salamanca, Madrid, parece navegar bien.
Sanz cogió el traspaso hace 10 años, cuando era estudiante de Ciencias Políticas e Historia. “Me apetecía ponerme a trabajar”, dice. Desde hace dos su quiosco se diferencia por organizar firmas con autores como Andrés Trapiello, David Uclés, Manuela Carmena, Aida Dos Santos, Esperanza Aguirre, Benjamín G. Rosado, Vicente G. Olaya, Juan Manuel de Prada, Agatha Ruiz de la Prada, etc. El día 16 —está Sanz muy contento— viene Manuel Vicent: “Es un autor muy querido”.
Pregunta. ¿Hay que estar un poco loco para meterse en un quiosco?
Respuesta. Un poco... Han ido menguando en los últimos años, pero yo siempre he tenido vocación por la palabra escrita, los periódicos, las revistas y siempre vi esperanza. Si no, no lo habría cogido. ¡Muy buenas Javier! [saluda a un cliente, abogado, que compra EL PAÍS y dice “que sepas que tenemos un quiosquero estupendo”]
P. Este quiosco es muy frondoso.
R. Fundamentalmente he apostado por los libros, a través de las firmas con autores. A los lectores les gusta tener la dedicatoria, pero también pretendo que se generan conversaciones. Me gusta traer a gente que escribe en los periódicos para que haya sinergias entre lectores de prensa y de libros. También a autores jóvenes, que no tengan tanta proyección.
P. Tiene muchas otras cosas: paraguas, juguetes, caramelos, ¡hasta bolsos!
R. Los cromos, vendo muchos cromos, sobre todo de fútbol. Cuentos para niños… Los paraguas se venden bastante bien los días de lluvia en los que, precisamente, tengo que retirar los libros. Hace unos años con periódicos y revistas se vivía holgadísimamente, hoy hay que diversificar. ¡Muy buenas! [saluda a dos clientas que aparecen].
P. Ahora están apareciendo unos quioscos muy modernos, con café cuqui, revistas de diseño muy exclusivas, muy poca prensa…
R. Son opciones muy respetables. Algunos del centro solo venden souvenirs, cada uno tiene su enfoque: tenemos que pagar un canon anual al Ayuntamiento, y estamos intentando, mediante la asociación, que nos exoneren, como en pandemia: la cultura necesita ayuda. Y yo he apostado por lo cultural, al menos en el 80% de los productos.

P. ¿Con quién empezó las firmas?
R. Empecé con un amigo, Francisco Cánovas, presidente de la sección de Ciencias Históricas del Ateneo de Madrid, biógrafo de Ramón y Cajal, de Chaves Nogales o de Galdós. [“¡Muy buenas, Elisa!”, saluda a otra clienta]. Salió muy bien. Juan Manuel de Prada firmó mucho, 100 libros en dos horas, también porque la gente se llevaba los dos tomos de su novela. David Uclés fue el que más firmó en solo una hora, unos 70. Hay autores que me dicen que firman más que en ferias y librerías. Este es un barrio culto, ¿verdad Isabel? [le dice a una clienta, que asiente y se ríe].
P. ¿Los libreros le tienen manía?
R. Qué va, tenemos buena relación. Los de la librería Pérgamo, que está aquí cerca, alguna vez me han ayudado con ejemplares. El mosqueo general es con la venta de libros en Amazon. Me alegro de que varios clientes que compraban en Amazon ahora compren aquí. Comprar un libro no solo va de hacer un clic, sino de hablar y generar confianza.
P. Qué bien.
R. Se trata de que haya interacción social, de dar vida al barrio, que sea un punto de encuentro. [“Está fenomenal para dar vida”, dice una nueva clienta, que empuja a una mujer en silla de ruedas: siempre se lleva revistas de historia]. Los domingos por la mañana los otros comercios están cerrados, hay menos prisas y obligaciones, y aquí tenemos las firmas.
P. ¿Qué papel tiene el quiosquero en el barrio?
R. Hay quien me cuenta cosas personales, porque saben que no van a salir de aquí. También cumplimos una función señalizadora, dando direcciones de tal calle, de tal médico. Se forma una red de comunidad vecinal, hay quien pregunta si ha pasado otro amigo o qué tal está. Un punto de referencia: la gente se encuentra y nos quedamos de charla.
P. La lectura en papel disminuye y veo que los que se paran no son precisamente querubines. ¿Le preocupa?
R. Yo creo que los periódicos en papel nunca van a morir. Es el formato más idóneo para leer. En el digital se dedica muchos menos tiempo a la lectura reposada. Los buenos reportajes, buenos artículos, buenas informaciones siempre van a ser demandas por el público, en papel. Igual soy demasiado optimista.
P. Esperemos que tenga razón.
R. Internet está para quedarse, pero creo que esta burbuja de estar tantas horas frente a la pantalla se va a rebajar. El libro el papel se ha mantenido.
P. Cuando se publique está entrevista será usted parte de la mercancía que vende. ¿Tratará de colocar más ejemplares?
R. Modestamente, espero vender 200 o 300 [ríe]. Paso muchas horas en la calle y acabo conociendo mucha gente, espero que se interese.
P. Si vende tanto tendremos que entrevistarle más a menudo.
R. ¡Cuando queráis! Yo es que soy forofo de los periódicos...
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