María Victoria Atencia y el vacío expectante
Su apuesta ha sido por la libertad, por el riesgo. El único aliado de la poeta ganadora del premio Nacional de las Letras 2025 es la lengua

Siempre he sentido predilección por la voz, firme y delicada, de María Victoria Atencia, que ha ido haciéndose escuchar, libro tras libro, desde su rincón de Málaga, tierra tan rica en arte y en sentidos. Su exquisita sencillez, su elegancia, su atención hacia lo extraordinario que siempre nos habita, están presentes en sus textos y en su forma de ser.
La entrega de María Victoria Atencia a la poesía la ha mantenido, en cierto modo, lejos del mundo. No de la vida, ni tampoco de esos reconocimientos que van más allá de las modas y corrientes de paso. Su voz se ha alzado siempre con firmeza, sostenida por la serenidad del tono poético.
A la tan habitual pregunta que suele hacerse a los escritores, ¿podrías resumir brevemente tu trayectoria poética?, Atencia, en una ocasión, respondió así: “Podría hacerlo, si creyese que tengo trayectoria.(...) Vamos a ciegas y a veces avanzamos merced a un tropiezo que no nos derriba (...) Otras veces andamos para desandarnos(...) Cualquier momento puede ser el momento para acatar la gracia”.
Los acontecimientos de la historia están prácticamente ausentes en su obra. “Los acontecimientos me hacen a mí —declaró en otro momento— no hacen a mi poesía”. Otra ausencia: los proyectos. “Escribir con un proyecto —afirma— puede herir gravemente a lo que se escribe”.
Su apuesta ha sido por la libertad, por el riesgo. Su único aliado es la lengua. Se sitúa en la inocencia de las primeras palabras a las que devuelve todo su poder, toda su luz. Se sabe dentro del misterio: “Vivimos en el orden del misterio y tenemos que hablar y sentir desde él”. Sus palabras nacen de ese misterio original, esencial. “Vivimos con el árbol que es ‘apenas sensitivo’, y ‘con la piedra inerte”. “No necesito creer —pero creo— en el glorioso momento de la resurrección de la carne”. Su apuesta es conciliar “la creación desde la nada y la vida perdurable”.
“De una taza”, ha dicho, “no me importan el asa (tan natural a ella y tan cotidiana como su cuenco) ni ese cuenco, sino su vacío expectante: un vacío que no es precisamente la taza, pero que no existe sin ella”. Creo que esta frase nos da la clave de la relación de María Victoria Atencia con lo cotidiano, o de esa magia de lo cotidiano que algunos estudiosos ven en ella. Lo que importa no es el detalle, sino lo que hay detrás de él, en el hueco, en el vacío, en ese ir tratando de llenarlo, de renovarlo.
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