Paula Melchor: “El amor coincide con la comida y la soledad, con el hambre”
La poeta de 24 años suma ya un premio y seis ediciones de su libro ‘Amor y pan’. Es ‘swifty’, autoproclamada cursi y niña de provincias
Paula Melchor se define en redes como una niña de provincias y ese orgullo de origen la acompaña a foros literarios como Barbitania, donde su recital de poemas cautivó hace pocas semanas al público congregado en Barbastro. Nacida en El Real de la Jara (Sevilla) hace 24 años, suma ya seis ediciones de su libro, Amor y pan, que obtuvo el premio Letraversal que concede esta editorial. Su mayor sueño, sin embargo, es todo menos poético: ganar unas oposiciones para poder vivir.
Pregunta. Ha unido poesía y comida. ¿Por qué?
Respuesta. Me interesaba mucho la simbología de los alimentos, cómo los momentos del amor coinciden con los momentos de la comida, y los de la soledad con el hambre, tanto emocional como material.
P. ¿Por ejemplo?
R. Cuando me fui a estudiar a Granada pensaba en toda la familia que me había acompañado en las sobremesas y en la comida y eso ya no estaba. César Vallejo dice: “He almorzado solo ahora, y no he tenido madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua”. Ahí se explora la soledad.
P. Dedica un poema al fresón de Huelva.
R. Sí, vinculé lo barato del fresón de Huelva con la mano de obra esclava, las temporeras obligadas muchas veces a esta violencia de clase y de género. Quería vincular el alimento que comemos con el cuerpo que lo trabaja.
P. ¿Y la piel de patata?
R. La poesía parte de imágenes sueltas que te vienen, a las que dar sentido con los sentimientos que quieres poner por escrito. Y me vino esa imagen como si mi cuerpo fuera la piel de una patata. Yo tirada en un sofá esperando cuerpos amados y al mismo tiempo la piel tirada sobre la tabla de cortar en la cocina. La patata tiene vinculación con la tierra, es un alimento muy sencillo y al mismo tiempo muy variable. Y yo quería que mi poesía fuera así.
P. Su madre la notaba delgada por la voz, nos dice en un poema. ¿Tenía razón su madre?
R. Sí (ríe), tenía razón, mi madre tiene un poder extraño, el de ver cuándo estoy triste y no estoy comiendo bien.
P. ¿Cómo vivió irse de su pueblo a su piso de estudiante?
R. Al principio con muchísima ilusión, pero con el paso de los años, cuando esa primera emoción se deshace, también encuentras la soledad. Eso me hizo ver lo bonito que antes no veía de mi pueblo y que yo había rechazado. Rompí con todo y este libro me ha permitido volver, también de otra forma.
P. Se define en X como “niña de provincias”. ¿Qué significa?
R. Yo no estoy dispuesta a vivir en ciudades muy grandes, lo paso muy mal y también hay algo político en quedarse, es un privilegio y no todo el mundo puede. Yo escojo todos los días quedarme en sitios más pequeños, la cultura no está solo en las grandes ciudades.
P. ¿Cómo escribe?
R. Normalmente trabajo con imágenes, con destellos de determinadas cosas que en un momento se me sugieren y lo desarrollo. También hay que dejar un tiempo los poemas y volver sobre ellos. Desandar lo andado es importante para luego volver a andarlo. En poesía hay que ser minuciosa.
P. ¿Ha aprendido más a hacer poesía estudiando Literaturas comparadas u observando una patata?
R. Las dos cosas. Mi carrera me abrió un mundo de posibilidades sobre cómo se podía o no construir poesía. En bachillerato había leído poesía española clásica, mucho Cernuda, Lorca, Machado… y estaba muy influenciada por esos autores que amo y que son importantes. Pero al entrar en la carrera vi que había otras formas experimentales o menos ceñidas a la tradición. La asignatura Lengua literaria me enseñó a ver el texto poético como un puzle en el que cada pieza es importante, está puesta por algo. Me ayudó mucho a divertirme leyendo poesía y a generar en mí esa vocación.
P. ¿Le gustaría verse enmarcada en alguna tradición?
R. Ahora se va a publicar una Antología de la poesía cursi en Letraversal en la que participo y esa tradición me encanta. Lo cursi es algo que, si se hace bien, es muy poderoso y da mucho juego.
P. Defina cursi.
R. En mi caso creo que lo cursi tiene varios filos: a veces es algo más dolorido, más sentido y más visceral. Y a veces una cursilería más alegre, una emoción ligera que también me interesa. La cursilería no tiene que ser solo una frase barata de Mr. Wonderful sino un sentimiento que se te despierta y que tiene varios filos y modalidades. Este doble rasero de lo dolorido y lo alegre en lo cursi me interesa especialmente.
P. ¿Quién es cursi? ¿Taylor Swift?
R. Sí, Taylor Swift es cursi, pero también La oreja de Van Gogh o Amaral, grupos que me encantan, con una calidad lírica brutal. Muchas veces se liga lo cursi a lo cliché y no tiene por qué ser solo algo manido, algo que no te despierta cosas nuevas. Mis influencias pop en ese sentido son muy poderosas.
P. ¿Es swifty?
R. Sí. Estuve en el primer concierto en Madrid y lo disfruté.
P. Y en poesía. ¿Cuáles son sus influencias cursis?
R. Juanpe Sánchez López, Berta García Faet, que ha editado esta antología cursi, o Fernanda Laguna, que me hace sentir como nadie.
P. ¿Cuál es su mayor sueño hoy?
R. Ahora mismo mi sueño es aprobar las oposiciones a profesora de Secundaria para estar tranquila y poder seguir escribiendo desde un estado menos precario. Escribir es un privilegio porque necesitas tiempo y eso te lo da el dinero, la tranquilidad económica. Me encantaría tener mejor posición. Será mejor que encadenar trabajos que no me dan ni para pagar el alquiler, que es el problema de ser niña de provincias (ahora trabajo unas horas de correctora en una editorial y de profesora particular). Y otro sueño es poder mantener la misma suerte que he tenido con Amor y pan. Jamás esperé esta recepción, seis ediciones, tantas personas que quieren saber lo que tengo que decir, que les interesa mi opinión.
Babelia
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