Mauricio Aznar, líder de Más Birras, el desconocido Quijote de la música española
La película ‘La estrella azul’ cuenta el viaje poco conocido que el músico zaragozano hizo a Argentina huyendo de sus adicciones y buscando conectar con la vida
Solo los idealistas pierden apuestas por causas más importantes que la victoria. Lo cantaba en Apuesta por el rock’n’roll Mauricio Aznar, líder de la banda zaragozana Más Birras, y lo proclamaba Don Quijote montado en su caballo: “Yo, inclinado de mi estrella, voy por la angosta senda de la caballería andante, por cuyo ejercicio desprecio la hacienda, pero no la honra”. “Mauricio era un gran romántico, como un quijote”, asegura Javier Macipe, director de La estrella azul, la película que está cosechando muy buenas críticas sobre una figura musical apenas conocida en España fuera de los círculos melómanos, pero que, como se dice coloquialmente en el oficio de las canciones, fue un músico entre músicos, uno de esos artistas que, sin necesidad de triunfar, servía de ejemplo a otros colegas de profesión por su actitud y sensibilidad.
Parafraseando Apuesta por el rock’n’roll, quizá apostar por Mauricio Aznar era apostar por la derrota, pero el que fuera líder de una de las bandas españolas de rock más queridas y maltratadas por la industria nunca dejó de iluminar a los que le conocían, incluso a los que lo hicieron después de que muriese a los 36 años por una sobredosis el 2 de octubre de 2000. Uno de estos últimos fue el director de La estrella azul. “La música de Más Birras me acompañó desde la cuna, pero mi recuerdo más claro de Mauricio es del día que murió. Tenía 13 años y me di cuenta de la tragedia que había pasado en la ciudad”, explica Macipe, también zaragozano como Aznar. “Sentí una gran admiración y magnetismo por su figura una semana después de la muerte. Acompañé a mi hermana a un concierto y vi una fotografía gigante de él detrás del escenario y me impactó para siempre”.
Esa admiración y magnetismo le han llevado casi 25 años después a rodar su proyecto cinematográfico más ambicioso: una historia que se centra en el viaje poco conocido que el músico hizo a Argentina a finales de los noventa en busca de musas artísticas y con el fin de alejarse también de sus adicciones a las drogas y el alcohol en Zaragoza, a las que acabó sucumbiendo a su regreso a España. La estrella azul acumula unos 19.600 espectadores desde su estreno, el 23 de febrero. Y, este fin de semana, registró 186 entradas vendidas por cada sala donde se ha proyectado, el tercer mejor promedio de toda la cartelera nacional, en datos de la consultora especializada ComScore.
“Mauricio era una figura muy interesante y necesaria. Puso los adoquines de las vías del encuentro con otras culturas y que otros, luego, hemos transitado”, explica Jairo Zavala, artísticamente conocido como Depedro.
Zavala hizo el viaje por la Panamericana y exploró las raíces del folclore latino casi dos décadas después de que lo hiciera un músico que se había convertido en una referencia del rock’n’roll y el rockabilly de Zaragoza. “Vivió una evolución increíble introduciéndose totalmente en el folclore del Cono Sur. Para mí era sorprendente y mágica. Le vi tocar un montón de veces en un bar de las Delicias, en mi barrio de Zaragoza, y luego con su proyecto Almagato”, cuenta Juan Aguirre, que con Amaral se animó ya en el siglo XXI a ese viaje de raíces latinas que han hecho también gente como Xoel López o Rozalén.
Don Quijote decía que “retirarse no es huir”. Por eso, el viaje de Mauricio Aznar es un viaje importante en España: el de un artista del pop-rock que rompe con su propio molde para una búsqueda personal más ambiciosa en lo humano que en lo comercial. “Tenía genio y carisma. Era muy fácil identificarte con él porque vivía la música de una forma muy apasionada”, confiesa Aguirre, quien le conoció un día a la salida de la facultad, le invitó a una caña y le dio consejos para que no dejase nunca de tocar. Con su tupé, cazadora de cuero, pantalones vaqueros y puntiagudas botas, el líder de Más Birras decía que el rock’n’roll era “una forma de vida”, pero, angustiado por la existencia y adicto a las drogas, halló otra forma más tranquila y luminosa al otro lado del mundo con una familia indígena desconocida mientras descubría los secretos de la chacarera, una danza y canto ejecutado tradicionalmente con guitarra, violín y bombo legüero.
Con un estilo sencillo y absorbente, la historia de la película se aleja de los típicos biopics para sumergir al espectador en el hermoso viaje de búsqueda personal de un músico que no anhelaba ser famoso, sino conectar con la existencia. Un idealista sin rumbo que sentía que, fuera de los excesos del rock, había algo místico y real en la música de Atahualpa Yupanqui y, por eso, viajó hasta la región argentina Atahualpa con la idea de conocerlo. Sin embargo, por el camino, se topó con don Carlos Carbajal, un anciano músico en horas bajas que le acogió en su familia y le enseñó los misterios del folclore de la provincia de Santiago del Estero. Una familia que se incluye en buena parte en el reparto de La estrella azul.
“Cuando empecé a documentarme, comencé a vivir cosas maravillosas como hacer el mismo viaje que hizo Mauricio y conocer a la familia Carbajal”, cuenta Macipe, quien pudo seguir los pasos del músico gracias a las cartas que le mandaba a su novia y se hizo amigo de la misma familia que inspiró al cantante y compositor de Más Birras. El actor Pepe Lorente, otro zaragozano, hace el papel de Mauricio. “Fue un viaje de inmersión total”, explica el actor, quien durante el rodaje aprendió a cantar y tocar la guitarra y también viajó a Argentina acompañado de Macipe. “Construí una relación con el hermano de Carlos Carbajal, que murió, como la que tuvieron el propio Carlos y Mauricio, una relación de un Quijote y un Sancho”, cuenta Lorente.
La estrella azul nació por iniciativa de la madre de Mauricio Aznar, Inge Müller. Carlos Saura tenía la idea de llevar a la pantalla la vida de Aznar y Más Birras, pero nunca se entendió con la madre. No sucedió así con Macipe, quien, después de incluir una canción del músico en su primer cortometraje, recibió una invitación de la progenitora. “Fui a su casa como si fuera a la de la madre de Elvis”, dice el director con una sonrisa. Ella le contó la idea de Saura y le invitó a que se encargase él. Macipe tardó diez años en verse “capaz”. “Lo que más me preocupaba era hacer una película que no fuera solo para fans. Quería hablar del artista universal que representa Mauricio. Todo el tiempo quería separarme de mi admiración por él”, explica.
El legado de la música de Más Birras ha llegado hasta hoy como un tesoro oculto para el gran público. No tuvieron éxito, pero alcanzaron el corazón de muchos amantes del rock, entre ellos Enrique Bunbury, quien versionó con Héroes de Silencio Apuesta por el rock’n’roll, todo un himno que Aznar compuso con Gabriel Sopeña. Bunbury hace un cameo en la película dejando su voz en un contestador automático en el que le pide permiso a Aznar para versionar su canción. Sin embargo, La estrella azul reflexiona sobre el valor de la creación más allá de los dictados de la palabra triunfar. Por eso, la historia se centra también en la vuelta de Mauricio a Zaragoza, cuando intentó desarrollar su nueva pasión por el folclore argentino y se le volvió en contra: nadie lo entendía, tampoco sus fans de Más Birras.
“Fue una pena”, comenta Jairo Zavala. “Era un tipo muy inteligente y encontró ritmos ancestrales de una forma mágica y no pudo desarrollarlo en España. Me hubiese encantado haberlo conocido y haber sacado una conversación en la que quedarme con su capacidad de análisis y absorción tan maravillosa”, añade. A esta frustración se sumó una tragedia: murió su hermano mayor, al que estaba muy unido y que le introdujo en el rock’n’roll. Su pérdida le llevó a recaer en las drogas hasta que apareció muerto por una sobredosis en su piso. “Decimos mucho que esta película es un Karate Kid musical por lo que tiene de mundo interior. Porque es, en el fondo, la historia de cómo alguien está buscando la luz y, al final, la vida de este tío anónimo influye en los demás”, afirma Macipe. Un tío anónimo, un idealista de la música que, como Don Quijote, perdió su apuesta, pero, como el ingenioso hidalgo, pudo decir: “Yo sé quién soy”.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.