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Bunbury: “La vida es lo que ocurre mientras no tenemos el móvil en las manos”

Vive en California rodeado de misterio. Es una estrella del rock a la vieja usanza: mitad chulería, mitad fragilidad. Tras un anuncio de retirada por graves problemas con su voz, vuelve a la brecha y relata el calvario que atravesó

Fernando Navarro
Bunbury, retratado para este perfil por su pareja, la fotógrafa Jose Girl, en Los Ángeles, en junio.
Bunbury, retratado para este perfil por su pareja, la fotógrafa Jose Girl, en Los Ángeles, en junio.JOSE GIRL

Detrás del telón, Bunbury (Zaragoza, 55 años) está nervioso. Se mueve de un lado para otro. Intenta estarse quieto, pero lo consigue a duras penas. No ayuda que un reloj electrónico, visible en la enorme pantalla del escenario que se ve entre bambalinas, esté marcando una cuenta atrás. “¿Quién hace una cuenta atrás de cuatro minutos?”, se pregunta Bunbury con una sonrisa. “Cuatro minutos son muchos minutos”, concluye. El músico está esperando para salir a un encuentro con sus fans en The Music Station, la sala de conciertos de la estación de Príncipe Pío de Madrid y que esta tarde está abarrotada por seguidores que esperan que hable de su nuevo disco, Greta Garbo (Warner). A priori, este cantante, que acostumbra a llenar grandes pabellones e incluso estadios tanto en solitario como en su época al frente de Héroes del Silencio, no debería parecer inquieto ante un evento pequeño. Sin embargo, se confiesa en la trastienda: “Los nervios siempre vienen durante la espera a saltar al escenario. No hay concierto en que no me suceda. Pero reconozco que estoy más nervioso ante una cita en la que me toca hablar y no cantar”.

Bunbury llegó a creer que nunca más volvería a sentir ese gusanillo en el estómago antes de salir a un escenario. Y sus seguidores, una legión inmensa y sólida que se multiplica a ambos lados del Atlántico, también lo llegaron a pensar después de recibir una noticia que, al principio, nadie podía creer: “Bunbury se retira para siempre”. Sucedió en febrero de 2022 cuando el cantante lanzó un comunicado en el que anunciaba que, después de cancelar algunos de sus conciertos, dejaría de actuar definitivamente por los problemas de garganta que venía arrastrando desde hacía años. “Fueron días muy difíciles porque llegué a creer que podría ser el final de mi carrera”, asegura más de un año después de ese anuncio durante una entrevista en Madrid.

Bunbury, en Los Ángeles, en junio.
Bunbury, en Los Ángeles, en junio. JOSE GIRL

Es una mañana de verano y Bunbury está charlando en las oficinas de Warner Music: “Durante mucho tiempo, estuve con síntomas y no sabía qué pasaba. Cuando echo la vista atrás, me doy cuenta de que fueron muchos conciertos y giras. Llegué a pensar que podía ser psicológico”. Sentado en un sofá, explica que durante las actuaciones sufría las consecuencias de una “noche terrorífica de tos”. “Cada concierto era como subir un Everest. Veía que la garganta no la tenía en condiciones, pero además estaba el tema respiratorio. Sentía que tenía arena en los pulmones”. Meses más tarde de parar la gira y después de muchos análisis, consiguió dar con su mal: era alérgico al glicol, la sustancia química que crea el humo artificial en los escenarios. El diagnóstico fue un “alivio” y le permitió tomar cartas en el asunto hasta el punto de que hace apenas tres meses el anuncio que dio ya fue otro: “Bunbury regresa a los escenarios”. De hecho, están previstos cinco grandes conciertos en Latinoamérica este año y para 2024 otros cinco entre Latinoamérica, Estados Unidos y España.

La tarde avanza lentamente y los seguidores de Bunbury esperan en la puerta de The Music Station. En los camerinos, el músico, ataviado con sus habituales gafas de sol, botas y sombrero, comenta sobre algunos libros que le han regalado. En unos minutos tendrá que salir al escenario. El encuentro es retransmitido en directo por su página web. Miles de incondicionales lo verán en streaming desde varias partes del mundo. Su repercusión no es la de un cantante cualquiera. Bunbury es una estrella con trascendencia en España, buena parte de Europa y en todo el continente americano, incluido Estados Unidos. Tanto es así que la semana anterior a esta cita en Madrid estaba firmando discos en Los Ángeles en Amoeba Music, la gran tienda de música, todo un templo que forma parte ya de la cultura pop norteamericana. Por eso, su abandono de los escenarios fue una noticia de impacto. Y, ahora, su regreso también lo es acompañado del disco Greta Garbo, donde hay “una mirada interior” hacia la situación que le tocó vivir cuando pensó que no volvería a cantar nunca más en directo. “Escribía canciones como tabla de salvación. Eran el lugar donde me sentía a salvo mientras el castillo de naipes se iba derrumbando. Las canciones son algo que siento que controlo”.

El castillo de naipes no se derrumbó, pero estuvo a punto. Bunbury recuerda aquellos días en los que se encerraba en el estudio de su casa y buscaba centrarse en la composición para sentir que tenía “un refugio”. “En mi vida cotidiana, por entonces, pasaba de un minuto a otro de la euforia al abatimiento pensando en que podía perder el contacto definitivamente con el público”, comenta. Salieron canciones como De vuelta a casa y otras como Desaparecer, que bien podría enlazar directamente con el propio título del disco, un homenaje a la actriz Greta Garbo, quien, tras el fracaso comercial de la película La mujer de las dos caras en 1941, decidió retirarse del mundo del cine y se recluyó en su mansión de Los Ángeles. “Siempre me han fascinado este tipo de personas que han decidido aislarse y abandonar el mundo público. El disco también se podría haber llamado Howard Hughes. También pienso en lo fascinante que fueron los 10 últimos años de David Bowie cuando vivió su momento Greta Garbo”.

El músico, en una actuación en el Palacio de los Deportes de Ciudad de México, durante su última gira en 2022.
El músico, en una actuación en el Palacio de los Deportes de Ciudad de México, durante su última gira en 2022.Jose Girl

El viejo Hollywood, las glorias musicales, las grandes historias… Todo se ha guardado en Los Ángeles, la ciudad de los sueños y las tragedias del mundo del espectáculo. Más allá de sus fans, no ha trascendido mucho que Bunbury vive en Los Ángeles y, más concretamente, en Topanga, un lugar entre Malibú y Santa Mónica. “Me gusta estar allí porque consigo un anonimato que necesito. Es un parque natural y eso prohíbe nuevas construcciones. Es posible que sea el entorno natural más espectacular de la ciudad”. Es el mismo entorno que, sin ser muy conocido, se ha hecho con algo de nombre en los últimos años por acoger el estudio de producción y grabación del músico Jonathan Wilson y ser el lugar de peregrinaje de artistas como Big Thief, Father John Misty, Angel Olsen, Fleet Foxes o Dawes, entre otros talentos de la música norteamericana actual. “Es como una especie de Laurel Canyon”, reconoce Bunbury. Allí se refugió cuando el castillo de naipes parecía que se derrumbaba. Aquellos días se centró en ajustarse más que nunca a una rutina: madrugaba y hacía meditación nada más levantarse, luego algo de ejercicio y, después, componía y trabajaba. Comía a las 10.30 y cenaba a las 18.00. “Ser disciplinado me ha permitido ser infinitamente más creativo”. Los hechos están ahí: en los últimos años, ha publicado Curso de levitación intensivo (2020), Posible (2020) y Expectativas (2017) al tiempo que ha ido ofreciendo trabajos alternativos como Canciones 1987-2017 (2018), el directo California Live!!! (2019) o Archivos Vol.1: Tributos y BSO (2016). Greta Garbo fue fruto de esta disciplina cuando su mente se encontraba más débil. “Hay veces que ocurren las cosas y hay veces que no, pero mi esfuerzo porque ocurran es diario”, sentencia.

Aparte de su éxito comercial en discos y conciertos, Bunbury, a sus 55 años, es visto como un ejemplo por sus colegas músicos a ambos lados del Atlántico. En España, artistas como Leiva, Nacho Vegas o Vetusta Morla le citan por haber sabido desarrollar una carrera tan bien situada en solitario en Latinoamérica y, especialmente, en México, donde es una estrella de primer nivel e incluso se podría afirmar que tiene más público que en España. No ha sido fácil porque, tras el fin de Héroes del Silencio, podría no haberle salido bien y, más de 25 años después y 14 discos de estudio, su estatus es enorme manteniéndose fiel a su estilo. Es uno de los artistas españoles con más impacto internacional, codeándose con Julio Iglesias, Rosalía, Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Joan Manuel Serrat y Joaquín Sabina, entre otros escasos nombres dentro de la cúspide.

Bunbury, fotografiado junto a Nacho Vegas en 2006.
Bunbury, fotografiado junto a Nacho Vegas en 2006. Jose Girl

El camino de Bunbury hasta esta cima comenzó en Zaragoza cuando un niño llamado Enrique recibió un regalo de su tío allá por los años setenta. “Fue él quien me aficionó a la música. Tiene diez años más que yo. Cuando yo tenía ocho años, nos grabó a mí y a mis hermanos la discografía entera de los Beatles. No sé por qué se le ocurrió que a un crío de ochos le podía interesar. Tanto a uno de mis hermanos como a mí nos voló la cabeza. Nos quisimos meter a clases de guitarra solo por esas cintas y, después, quisimos montar un grupo”.

Enrique pasó por diversas bandas hasta que, en 1984, formó Héroes del Silencio. Tenía 17 años. “Héroes del Silencio nacimos en un momento en el que estábamos escuchando toda la movida del after punk. Gente como The Cure, The Cult, Echo & the Bunnymen o Killing Joke. Queríamos hacer que en España hubiese una banda que tuviese ese carácter. Nos influyeron también otras españolas como Parálisis Permanente o Gabinete Caligari, que abrazaban esa cosa siniestra”. Su éxito fue creciente hasta que en 1990, con Senderos de traición, reventaron todo, aunque la crítica musical no los veía con buenos ojos. “Estoy super agradecido al haberme esforzado más para ganarnos el cariño de la crítica musical con Héroes del Silencio. He visto a otros compañeros que tuvieron el favor de la crítica y nunca supe de qué dependía. Quizá de la caja de langostinos que se enviaba”, suelta en broma. “A nosotros nos gustaba mucho leer New Musical Express. Echo & the Bunnymen eran unos famosísimos bocazas. Los Suede decían a los cuatro vientos que eran la mejor banda. Luego, también estaban The Smiths, Oasis, Blur… En Héroes pensábamos que esto era así, que la tensión con la prensa ayudaba a todos, que hacía interesante la lectura de las entrevistas. Con el tiempo me di cuenta de que las cosas eran de otra manera. Empecé a pensar que hay una comunicación entre el artista y el público y no quería tratarlo así por medio de la prensa”.

Una imagen de Héroes del Silencio de 1993, cuando el grupo arrasaba desde Alemania hasta México. De izquierda a derecha, Juan Valdivia,
Enrique Bunbury, Joaquín Cardiel y Pedro Andreu.
Una imagen de Héroes del Silencio de 1993, cuando el grupo arrasaba desde Alemania hasta México. De izquierda a derecha, Juan Valdivia, Enrique Bunbury, Joaquín Cardiel y Pedro Andreu. Paco Rubio

Desde hace mucho tiempo, Bunbury se autocontrola más en las entrevistas y le gusta hacer muchas con la prensa por correo electrónico. Sin embargo, reconoce que los músicos que más ha admirado tenían esa especie de “chulería”. “Ese pedestal creo que es positivo para crear buenas obras. Debes tener una convicción absoluta en lo que estás haciendo para intentar ir a algo más que a una obra mediocre. Luego, lo consigues o no. Pero hay que tener una convicción fuera de lo normal. Por ejemplo, Pedro Almodóvar tuvo esa convicción de decirse que podía hacer películas extraordinariamente diferentes. En su cabeza tuvo que pensarlo. Porque, al final, realizas lo que piensas”. ¿Y a ese pedestal se sube Bunbury? “Ahora, me pregunto muchas veces qué hago yo subiéndome a un escenario y por qué me enfocan a mí los focos. A veces, digo: ‘¡No me apuntéis!”, exclama con una risa. “Me sale la timidez que tenía de niño”.

Con todo, Bunbury desprende el aire de estrella del rock a la vieja usanza. Música y estética muy relacionada con sus ídolos de los sesenta y setenta y también capacidad para guardar cierto misterio. “No se me ocurre poner lo que desayuno en mi Instagram”, señala con sorna. “Nunca he estado enganchado a las redes sociales. Prefiero mantener una distancia. Para mí, el punto más importante de esta cuestión es que las redes sociales quitan tiempo. Todo el tiempo que estás haciendo scroll podrías dedicarlo a leer, mirar al cielo o hacer cualquier otra cosa más interesante. En Internet hay que tener cautela. La mayoría de la gente se sumerge para ver qué le ofrece Internet. En mi opinión, tiene que estar apagado y solo lo enciendes cuando tú tienes interés en algo. El punto de vista viene de un interés previo. No me lo otorgan las redes sociales. Internet es más interesante si lo que quieres es investigar de los estoicos y te pones a ello. Es mejor eso que entrar a ver qué pasa hoy en las redes sociales”. Y añade otra preocupación: la agresividad en la comunicación. Por ejemplo, Twitter, “o el todos contra todos”. “Me parece que no es el mundo real y que la gente no se expresa como en el mundo real. ¡Todo el mundo dispuesto a entrar a lapidarte!”.

Bunbury, retratado para este perfil por su pareja, la fotógrafa Jose Girl, en Los Ángeles, en junio.
Bunbury, retratado para este perfil por su pareja, la fotógrafa Jose Girl, en Los Ángeles, en junio. JOSE GIRL

Sabe bien de lo que habla: en 2020, en plena pandemia, saltó la polémica cuando compartió una imagen sobre las movilizaciones en contra de Bill Gates porque, según los convocantes, el magnate podría especular con la vacuna. Poco después, en una entrevista, se mostró a favor de la libertad médica a la hora de decidir si ponerse la vacuna. “La desgracia que vivimos es que los teléfonos nos han convertido en censores, en jueces del comportamiento ajeno. Nos hemos convertido en la policía de lo correcto. Cada uno tiene que hacer su reflexión al respecto. Mi reflexión es que quiero juzgar menos a la gente. Yo decidí no ser policía ni juez”, explica. “Creo en la libertad y me gusta que la gente se exprese. Los ciudadanos podemos tener opiniones distintas por nuestras circunstancias en la vida. La empatía parte del entendimiento de que otro pueda tener otras razones, otras conclusiones y otra forma de ver la vida. Considero que mi enemigo no está ni a la izquierda ni a la derecha. Mi enemigo no es la gente. Los que más miedo me dan son los que tienen el poder. Ahí sí deberíamos poder juzgar más y tener una mirada un poco más crítica. No con la gente. Los ciudadanos tenemos más o menos las mismas preocupaciones. No pasa igual con los gobernantes. A las élites supranacionales que están en otra circunstancia los miro de otra manera que a la gente”.

Su último disco se titula 'Greta Garbo'. “Me fascinan las estrellas que abandonan el mundo público”, dice el músico.
Su último disco se titula 'Greta Garbo'. “Me fascinan las estrellas que abandonan el mundo público”, dice el músico. JOSE GIRL

La mirada de Bunbury sobre el mundo actual siempre se ha dejado ver en su obra y su voz: “Me alegra muchísimo haber pertenecido a una generación que ha tenido una vida sin Internet ni móviles. Veo las aportaciones de las tecnologías, algunas son interesantes y otras no tanto. No soy un hombre de las cavernas, pero veo cosas que se pierden. Pienso en las nuevas generaciones que ya han crecido con todas esas tecnologías a su disposición y que no han tenido oportunidad de saber lo que era esperar a que te llegara un libro o un disco. Eso también era valioso”. Y prosigue: “La vida es lo que ocurre mientras no tenemos el teléfono móvil en las manos. Vas en el metro, en el autobús, en el taxi o estás en la puerta de embarque del avión y dejas de pensar porque estás con el móvil. En estos tiempos, va desapareciendo el concepto pensar. Conforme vayan pasando los años, iremos viendo las víctimas de la tecnología. El problema de una clínica de desenganche de los móviles es que puede servir de poco porque es difícil volver a la sociedad cuando toda la sociedad está en ese enganche. Cuando entras en alcohólicos anónimos, lo que intentas hacer es una vida rodeada de gente que no tiene esos hábitos”.

El encuentro con los fans ha terminado. En la calle espera un buen puñado de seguidores para intentar conseguir una fotografía o autógrafo antes de que se suba a la furgoneta. Sale a la calle y los teléfonos se alocan. Después, se marcha. Ningún móvil ha podido captar ese tiempo entre bambalinas cuando el reloj electrónico marcaba la cuenta atrás sobre la gran pantalla. Era como si se fuera a anunciar el fin del mundo o el comienzo de otro siglo. Lo mismo da. Él se encontraba pensativo y silencioso porque había algo que solo parecía incumbirle a él. “¿Quién hace una cuenta atrás tan larga?”, repitió. A media luz, parecía que, cada segundo de ese contador del que estaba pendiente todo el mundo, fuera un recordatorio de que Bunbury siempre tiene que ser Bunbury.


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Sobre la firma

Fernando Navarro
Redactor cultural, especializado en música. Pertenece a El País Semanal y es autor de La Ruta Norteamericana. Ejerce de crítico musical en Cadena Ser. Pasó por Efe, Abc, Ruta 66, Efe Eme y Rolling Stone. Ha escrito los libros Acordes Rotos, Martha, Maneras de vivir y Todo lo que importa sucede en las canciones. Es de Madrid.

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