Nicolás Sánchez-Albornoz, superviviente del Valle de Cuelgamuros: “Es muy deprimente ver a chavales cantar el Cara al sol”
La facultad de Filología de la Complutense reúne al historiador con los autores de la película sobre su célebre fuga del mausoleo franquista
El historiador Nicolás Sánchez-Albornoz, protagonista de una fuga de película en el Valle de los Caídos, ahora llamado de Cuelgamuros, ha vuelto este miércoles, a sus 97 años, a la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense, donde una pintada provocó en 1947 una macrorredada contra la organización a la que pertenecía, la FUE, su posterior detención y encarcelamiento. Sobre uno de sus muros, compañeros de la lucha antifranquista habían escrito: “Viva la Universidad Libre. Lorca. Machado”. Libertad era entonces una palabra y un concepto subersivo, como los poetas, porque el orden establecido era la dictadura, el pensamiento único. En el salón de actos de la facultad, declarada Bien de Interés Cultural en 2017, le esperaban los hombres que llevaron su historia al cine, el director Fernando Colomo, el actor Juan Echanove y los guionistas José Ángel Esteban y Carlos López. También María Lamana, hija de su compañero de fuga, Manuel, ya fallecido.
Durante la proyección de la película, Los años bárbaros, Sánchez-Albornoz sonríe, por ejemplo, cuando el personaje interpretado por Echanove, un falangista dice: “Estos no llegan ni a San Lorenzo del Escorial”. Otras cosas no le hacen tanta gracia. “Es muy deprimente ver hoy a chavales cantando el Cara al sol”, comenta, en conversación con EL PAÍS y refiriéndose a la exhibición franquista entre algunos de los manifestantes que se han concentrado estos días frente a la sede del PSOE en la calle de Ferraz de Madrid. “En España no se ha difundido la historia. Todo era callar, callar y callar y claro, los chavales no tienen información, no saben absolutamente nada”, añade. Las declaraciones de la presidenta madrileña, Isabel Díaz Ayuso, quien ha asegurado que Pedro Sánchez ha convertido a España en “una dictadura”, le pareccen “puro cinismo”. Preguntado por el auge de Vox, Sánchez-Albornoz describe el dilema de Feijóo, heredado de Pablo Casado: “La extrema derecha no había desaparecido, estaba dentro del PP. Cuando se dieron cuenta de que dentro no iban a conseguir el primer plano, se separaron y ahora son los que tiran del carro. Pero el PP es un partido conservador de registradores de la propiedad, y a los registradores de la propiedad no les interesa el desorden. Tienen que resolver ese conflicto”.
La jornada del triple aniversario ―por el 90 cumpleaños de la Facultad de Filosofía y Letras, los 75 de las pintadas antifranquistas y los cinco lustros transcurridos desde el estreno de la película― discurre en un ambiente festivo, con profusión de anécdotas sobre el pasado, y también reivindicativo, por el presente enrarecido que han dejado los aguiluchos, el Cara al Sol y los vivas a Franco en la calle de los últimos días. Echanove, que hasta este miércoles no había vuelto a ver Los años bárbaros, declaró en el coloquio posterior: “Son los mismos perros con distinto collar. El otro día salía de ver una obra de teatro, La vida es sueño, y me encontré con una manifestación de Falange. Yo tengo 62 años, la película tiene la edad de mi hijo y para mí todo esto es distópico: nunca imaginé que iba a vivir en un país así”.
Durante la charla, organizada por el profesor José Lázaro, de la facultad de Filología, Colomo ha revelado que cuando Esteban y López le propusieron hacer una película sobre la fuga de dos presos del Valle de Cuelgamuros, les dijo que no era creíble. “Y me contestaron: ‘¡Es una historia real!”. Todo era inverosímil a los ojos de hoy o de finales de los noventa: que por formar parte de una organización universitaria te cayeran seis años de cárcel; que enviaran a dos estudiantes a levantar un histriónico monumento para inmortalizar la victoria en una supuesta “cruzada” y más aún que lograran escapar y que lo hicieran en el coche del escritor Norman Mailer, con su hermana y la escritora Bárbara Probst Solomon al volante.
Colomo y los guionistas se pusieron a finales de los noventa en contacto con los protagonistas vivos de su historia. Querían conocer todos los detalles de la extraordinaria fuga. “Hablé con Lamana por teléfono. Me dijo que estaba muy ilusionado y que nos veríamos en España después de una operación que se iba a hacer. Desgraciadamente, no la superó”, explicó el director. No obstante, había escrito un libro, Otros hombres, que sirvió como base del guion y que, como ha recordado este miércoles Sánchez-Albornoz, no pudo publicarse en España “hasta que desapareció el monstruo de Cuelgamuros”, o sea, Franco. A partir de ahí, decidieron añadir el romance entre rescatadoras y rescatados, aunque cuando el director preguntó al historiador si había pasado algo con las americanas, este contestó, críptico: “Somos unos caballeros”. Pese a todo, Sánchez-Albornoz añadió una escena de su cosecha en la que los protagonistas se bañan desnudos en una playa. Cuando los guionistas le preguntaron si eso había ocurrido de verdad, respondió: “No, pero podía haber ocurrido”.
Esteban y López se documentaron a fondo y se reunieron con otros miembros de la FUE. Cuando les preguntaron cómo podía ser relativamente tan fácil escaparse del Valle de Cuelgamuros, uno de ellos contestó: “¿Para qué te ibas a fugar si la única diferencia entonces entre estar preso y estar libre era que si estabas libre te podían detener?”.
María, hija de Manuel Lamana, relató lo que ocurrió después de la fuga y de los títulos de crédito: “Estuvieron 30 años sin poder volver a su país. Su vida estuvo marcada por el exilio porque todo lo que habían construido se destruyó”. La pintada, como explicó Sánchez-Albornoz, se realizó con una solución de nitrato de plata, de forma que de noche no se veía, pero de día sí. Aguantó años en la fachada. Hasta que fue borrada, en democracia, bajo el Gobierno popular de Cristina Cifuentes.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.