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COLUMNA
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Una belleza aterradora

He buscado durante años dejar de tener el control sobre lo que sucede en el lienzo y me he frustrado por lo relamido de muchas de mis imágenes

La litografía 'Sandía amenazada', de la serie 'Sandías'.
La litografía 'Sandía amenazada', de la serie 'Sandías'.Roser Brur/Taller 99

Con el color suelo ir a salto de mata. Dispongo de los pigmentos aglutinados en la zona superior de la paleta ―siempre en el mismo orden para que la acción mecánica del brazo los encuentre sin la necesidad de que intervenga la vista― y después, mientras busco y me fundo con lo que estoy haciendo, la paleta cromática asoma, a veces tímida, otras con la fuerza de un ciclón capaz de arrancar edificios enteros. Ayer, por primera vez, tuve la intención de armar una paleta cromática para adelantarme a esa harmonía que quería que desprendiera la obra que me disponía a pintar, pero mi intención quedó en eso, en un propósito, porque antes de que me diera cuenta mi brazo estaba manchando la tela de lino con una mezcla increíble de verde vejiga y carmín de garanza.

Julian Barnes afirma que el arte no solo capta y refleja la excitación, “la emoción que encierra la vida”, sino que puede llegar más lejos porque el propio arte es esa emoción. Cuando leí la frase estaba a punto de coger un vuelo a Bruselas (he abierto de nuevo el libro y ahí está, con la tinta milagrosamente fresca, mi tarjeta de embarque) y pensé que, cuando estuviera de vuelta, la escribiría en alguna pared del taller para que, quien fuera que estuviera trabajando cerca de ella, pudiera dejarse llevar por esa excitación y alejarse de la palabrería.

La litografía intervenida 'Sandía calada' de Roser Bru
La litografía intervenida 'Sandía calada' de Roser BruPilar Bonet

En Zen en el arte de escribir, Bradbury afirma que muchas veces uno se encuentra con la cosa de repente, cuando menos se lo espera. Parpadea un segundo, vuelve a mirar el papel en blanco, y ahí está lo que llevaba toda la vida buscando. Yo he buscado durante años dejar de tener el control sobre lo que sucede en el lienzo y me he frustrado por lo relamido de muchas de mis imágenes a pesar de haber conseguido eliminar los contornos, pero ayer sucedió algo inesperado: después de ensuciar y amasar el blanco con un pincel redondo de cerdas finas y depositarlo en la tela, la emoción de la que habla Barnes me agarró de golpe. Me sorprendí llorando como la noche que pasé pintando a ritmo de pasodoble algunas piezas que siento que dialogan con uno de los autores patrios que más admiro. Mientras pintaba el pasado y el presente sobre la misma tela, a base de empastes, arrastrados, líneas duras y veladuras blancas, volví a tener seis años, y coloqué los pies sobre los de mi abuelo. Regresó el aroma que desprendía su piel, y mi cuerpo menudo empezó a desplazarse sobre su cuerpo grueso y sanguíneo al ritmo que él marcaba. Después de mover mis pies, movió mi mano y pintó conmigo.

Siento un gran placer cuando leo autores que pintan con las palabras y que me arrastran como lo hace la pintura, sin que pueda hacer nada por evitar el viaje. “El aire era tinta negra o lana negra, barro muy espeso o una enorme piel de animal”, escribe Herta Müller en Mi patria era una semilla de manzana. Llevo varias noches enganchada a su voz, alimentándome de sus pensamientos, dispuesta a pintar un sagrado corazón como si fuera una de las sandías que Roser Bru cortaba por la mitad y atravesaba con un cuchillo. Müller me regala una imagen de lana negra y chorreante de pintura, resta gravedad a un episodio de infancia en que tuve que convertirme en Virgen (en “una enorme muñeca de escayola con un vestido azul sobre el que estaba pintado el ―sagrado― corazón”) y me devuelve a unas abuelas que se entregaban en silencio a una religión que “nunca fue un consuelo, nunca hizo sino amenazar y repartir culpas”. Me permite ver lo más cruel y lo más bello de la vida desde el lugar que elegí para pintar.

La litografía 'Sandía en llamas' de Roser Bru.
La litografía 'Sandía en llamas' de Roser Bru.

Las imágenes generan pensamiento y pueden llevarte hasta lugares que pensabas que ya no existían. Pueden ser densas, voluminosas, delicadas, pueden emanar efluvios de aguarrás. Hay imágenes que secan de fuera hacia adentro: si pasas el dedo acariciando la superficie, la imagen permanece, pero si ejerces presión, la pintura revienta la fina capa seca y se derrama en el exterior como un tirabuzón de lava espesa.

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