Antonio Moresco, el autor que escribió una gran novela a mano durante 35 años
‘Los comienzos’ es la primera entrega de la ambiciosa trilogía ‘Los juegos de la eternidad’, una narración alucinada y minuciosa de las diferentes vidas del autor: como escritor, como revolucionario y como seminarista
Antonio Moresco escribió durante 35 años el mismo libro, minuciosamente, a mano, con una caligrafía mínima, casi ilegible, que en ocasiones luego le costaba descifrar. Moresco (Mantua, Italia, 75 años) narraba en grandes hojas cuadriculadas, lo que le permitía crear bucles y adiciones en ciertos puntos, cuando las ideas fluían de manera más vertiginosa de lo que permitía registrar la lenta y olvidada anotación manual. Escribía refugiado en lugares improvisados, salas de espera de estaciones o pequeñas bibliotecas de barrio, y las cosas que sucedían en el mundo alrededor algunas veces se colaban en el mundo textual. Curiosamente, el límite de la redacción a mano y la falta de un espacio adecuado fomentaban su exuberante creatividad. Y le salió un libro que es una vida, frondoso, excesivo, minucioso, obsesivo. “Parece que estaba atrapado en un remolino, en un trance, tan poderoso que duró más de tres décadas”, dice el autor.
Los comienzos (Impedimenta) se divide en tres partes, que relatan la peripecia vital de un personaje sin nombre: primero en un seminario, luego como activista de la extrema izquierda que da mítines en plazas vacías de pequeños pueblos italianos, y luego como escritor en ciernes. Los tres segmentos de esta existencia narrada no se conectan de forma evidente, como ocurriría en una novela de formación, sino que se presentan casi de forma independiente, yuxtapuestos tras cesuras: casi podrían ser las vidas de tres personajes diferentes, excepto por algunas menciones y personajes continuos, lo que da una idea de cómo en la existencia de cada uno de nosotros pueden albergarse varias diferentes.
Esta primera entrega tiene 672 páginas, que exigen una atenta lectura, pero le faltan todavía dos tomos para completar la trilogía Los juegos de la eternidad, la ambiciosa obra completa. En la editorial se muestran entusiasmados: le consideran un “nuevo” (no es que sea nuevo, es que ha sido algo subterráneo) Mircea Cărtărescu, el torrencial escritor rumano, siempre candidato al Nobel, que tan buenos réditos le ha dado el sello. Y a los lectores.
Moresco escribe en alta definición y con zoom: quizás lo más llamativo de su escritura sea la obsesión con la descripción minuciosa, casi demente. En su relato no se dan demasiadas explicaciones, no se presentan los lugares o los personajes, no sabemos nada de su monólogo interior, solo se describen las acciones, las pequeñas acciones, el aleteo de las sotanas o el momento antes de dormir en el cuarto de los seminaristas o los viajes en moto, y a partir de eso tenemos que construir un mundo. Es una escritura que, en la tradición filosófica de Berkeley o Hume, podría llamarse empirista radical, o sensualista: todo entra por los sentidos, y ni siquiera se sabe si hay algo ahí fuera más allá de esa percepción.
— ¿Por qué escribe así?
— Porque quiero mostrar el mundo tal como realmente es: una aparición.
Dice Moresco que cuando empezó a escribir la novela no es que volviera a ver el enigma de su propia vida, sino del mundo entero. Y para intentar descifrarlo tenía que forjar una nueva herramienta poética, narrativa, lingüística, y apartarse de convenciones y estilos. “Necesitaba ver otras relaciones y conexiones entre las personas y las cosas, dar un paso al lado, ralentizar o acelerar el tiempo para volver a ver las cosas y liberarlas de las cadenas de abstracciones en las que a menudo están atrapadas. Porque creemos que vemos el mundo, pero lo miramos, no lo vemos”, explica el autor.
Un autor visionario
Los comienzos se llama así porque narra tres comienzos dentro de una sola existencia (el seminarista, el revolucionario y el artista son el propio Moresco, o el Moresco que otras veces fue), pero también porque su creador quería transmitir “la idea de la vida y el mundo en un dramático y perpetuo comienzo”. Se trataba de liberar la mirada de las categorías y clasificaciones habituales, y lograr que lo considerado primario y secundario se mezclasen, y lo aparentemente irrelevante subiese a primer plano sin ser sofocado “como cuando apretamos demasiado las alas de una mariposa en nuestras manos, impidiéndole volar”.
Para Moresco la realidad y la imaginación no están separadas por una barrera infranqueable, de modo que su narrativa transita de un lugar a otro: a pesar de la minuciosidad realista, se suceden con frecuencia escenas fantásticas o de carácter surreal. Su literatura, pues, es gozosa, pero no es fácil.
— ¿Trata usted bien al lector?
— Me parece que lo trato bien, como a un rey y una reina, un príncipe y una princesa, precisamente porque no le doy algo preconcebido, sino algo que no existía antes y que puede ampliar los horizontes y la visión del mundo.
Cuenta que, pese a todo, a los lectores con rigideces mentales y marcos férreamente preconcebidos les puede costar más entrar en la obra, y que por eso en Italia tal vez fue el público joven el que más fácilmente fluyó entre sus líneas. Su caso es curioso: debutó a los 46 años, porque durante los 15 anteriores todas las editoriales a las que se dirigió le dieron calabazas. “Fue muy duro y llevado al límite, pero al final, también un regalo, porque esta larga experiencia de rechazo y resistencia subterránea y desesperada me permitió mantenerme cerca de mí mismo durante mucho tiempo, vivir la escritura como una cuestión de vida o muerte, forjarme y tomar un largo impulso antes de saltar”, dice. Algo de eso se relata en su explosiva obra Lettere a nessuno.
Militante en la extrema izquierda italiana
La actividad política de Moresco tuvo lugar en los años setenta, aquellos “años de plomo” en los que se dio una guerra entre grupos de extrema izquierda, de extrema derecha y el Estado italiano, con una violencia terrorista de alta intensidad (con el secuestro y asesinato de Aldo Moro como cumbre de aquel proceso). En estos tiempos algunos productos culturales de éxito recuerdan aquellos, como la traducción al español de Salir de la noche (Libros del Asteroide), de Mario Calabresi, o la serie Exterior noche (en Filmin), de Marco Bellocchio. En esa época, como se relata en el libro de forma alucinada, Moresco militó en la extrema izquierda.
“No tiene sentido entrar en detalles. Puedo decir que, como los antiguos clérigos errantes, vagaba por Italia, en diversas ciudades y también en zonas fronterizas, porque me había desarraigado, cortado todos los lazos, iba a la deriva. Y mientras tanto, hacía trabajos agotadores, era procesado, encarcelado. Pero no sabría contarlo con palabras diferentes de las que encontré en la segunda parte de esta novela”, explica. Y ahí, como en el resto del libro, se centra en las acciones concretas de los personajes (ir de pueblo en pueblo en un coche precario, manejar el ciclostil, dar mítines para nadie) de forma algo quijotesca (hay mucho humor en el libro), sin entrar en demasiados detalles de las condiciones sociopolíticas del momento.
Aquellos momentos conflictivos han pasado, pero nuevos conflictos nos acechan, y arrecia la sensación de Fin del Mundo. “Nos dicen que somos la especie más inteligente, pero en realidad somos la más estúpida, obtusa, feroz, fratricida y suicida. Es asombroso cómo, en un momento como este, en el que lo que hagamos en las próximas décadas podría decidir el futuro de nuestra especie, todo continúa como si nada estuviera pasando, como si los seres humanos no pudieran cambiar ni un milímetro sus estructuras políticas, económicas, sentimentales y mentales”, agrega el autor.
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