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Sindicato del Ritmo: una poética del sabor desde La Habana

El proyecto reversiona en clave cubana hits de grandes estrellas del pop/rock latino

Integrantes del Sindicato del Ritmo en Cuba. Vídeo: Universal Music Mexico

La línea de metales —la trompeta, el trombón o el saxofón tenor— ha llegado al sonido MTV. Sindicato del Ritmo, una banda recién compuesta por músicos cubanos de primer nivel, entre los que se encuentran Miguel Núñez, arreglista de Pablo Milanés, o Alexander Abreu, el último guardián de la timba, han versionado hits de grandes estrellas del pop/rock latino, específicamente mexicano, y la elegancia del resultado recuerda que los modos de mezclarnos no terminan nunca.

El proyecto acaba de lanzar Eres, el himno de Café Tacvba, y en el video Emmanuel del Real, Meme, canta desde un televisor analógico en un solar de La Habana Vieja. Siguen, para las próximas semanas, Palmar, de Caloncho; Ojos Marrones, de Lasso; En peligro de extinción, de La adictiva; Disfruto, de Carla Morrison; Fiebre, de Zoé y La mujer perfecta, de Kurt.

Un rock romántico va transformándose poco a poco en un son, una balada en un bolero y un regional norteño en una salsa finisecular, aunque quizá lo más sorprendente sea la inyección en un trap de compases del mambo y algún tono de guaracha, como una memoria gozosa del desparpajo. “La relación de los puertos de La Habana, New Orleans y Veracruz fue clave para el desarrollo de la matriz sonora de gran parte de la música popular del siglo XX, incluyendo el son, la salsa, el jazz y el rock. Y México además ha sido siempre un puente entre los artistas cubanos y el público internacional”, dice Fabien Pisani, uno de los gestores del proyecto.

Cineasta, productor y agitador de ideas, Pisani se asoció a los Berman Brothers, Frank y Christian, productores alemanes que en 2006 lanzaron Rhythms del Mundo Cuba, el exitoso álbum que cruzaba a Buena Vista Social Club con grandes bandas del rock anglosajón como Coldplay, Sting y U2. En estos casos, generalmente, los nuevos arreglos se adaptan a las voces originales, una operación que resulta posible porque las versiones mantienen la misma estructura melódica, pero en Sindicato del Ritmo los artistas mexicanos decidieron grabar sus canciones de vuelta, emocionados con el resultado obtenido.

La dirección musical corre a cargo del maestro Demetrio Muñíz, quien orquestó en la década de los noventa las noches del mítico cabaret Tropicana y también concibió en su momento los arreglos de Rhythms del Mundo Cuba. “Hay que tener cierto poder de abstracción para cambiar una canción de una cadencia a otra», dice, “pero yo siempre he pensado que toda música es cubaneable, que cualquier cosa, aunque sea muy difícil, es posible llevarla a nuestro terreno, porque nuestra música usa todas las métricas. Ahí se mezclaron una serie de pautas que parecían antagónicas y la cultura les encontró un camino”.

Miembros de la agrupación Sindicato del Ritmo, en una foto de archivo.
Miembros de la agrupación Sindicato del Ritmo.CORTESÍA

Demetrio habla de ética e imaginación. La ética respeta el sentido del tema original y la imaginación lo subvierte, le encuentra una ruta inesperada. “En este caso se trata de música del continente americano. Somos muy cercanos, por lo que caracterizar las versiones es más difícil. Pueden confundirse o ser lo mismo. He tenido que pensar más. En el tema de Sting, por ejemplo, el vínculo era más lejano y el choque más llevadero. También aquellos temas tenían un poco más de armonía, estos tienen menos armonía, algunos solo están compuestos por cuatro acordes, entonces hay que bordarla”.

Tanto el pop como el Caribe, más que temer a la experimentación, dependen de ella. Sindicato del Ritmo aprovecha esa posibilidad, encuentra el vínculo sensible entre los distintos formatos y le entrega a cada tema su pariente más cercano en el registro de ritmos cubanos. La salsa, que recorre como un inusitado pensamiento de fondo gran parte de los populosos barrios mexicanos, presente en los mercados de artesanía, en los puestos de tacos, terminales de buses y estaciones de taxis, llega ahora a la gente a través de los artistas del Vive Latino o el Arena CDMX.

“Cuba y México están muy conectadas cultural e intelectualmente, con un respeto mutuo por ambas culturas, pero las escenas musicales son diferentes”, dice Frank Berman. “Hay un clásico sonido cubano, el son, el bolero, el mambo, mientras en México tenemos la Banda, el mariachi y un gran movimiento de pop indie. Nosotros quisimos fusionar estos dos mundos para crear un nuevo lenguaje único, una mezcla de las dos tradiciones”.

La propuesta tampoco cuenta con un estado de ánimo definido. La recorre, digámoslo así, una melancolía bailable. El arte de la fusión consiste en que el resultado no parezca fusionado, y los arreglos clásicos de estas canciones le otorgan una propiedad excepcional: parecen grabadas en un tiempo anterior a los temas originales. “Los arreglistas tenemos ese valor de hacer lo mismo con otra cosa, cambias un acorde y la canción crece”, dice Demetrio. “Nada es tangible, nada existe, todo es un algoritmo milagroso que ni los músicos mismos a veces entendemos”. Pisani, entusiasmado, espera la reacción del público natural de la música cubana, desde París hasta Hong Kong, ante estas versiones de temas emblemáticos. Habrá giras, presentaciones y conciertos. Mientras, el grupo ya prepara un segundo disco.

Casi una década atrás, en 2014, Berman Brothers también produjo Studio Rio Presents: The Brazil Connection. El álbum traducía a la música brasileña temas principales de artistas estadounidenses de la talla de Marvin Gaye, Aretha Franklin o Nina Simone. En Rhytms del Mundo Cuba, Studio Rio y ahora en Sindicato del Ritmo hay un principio común: la base africana. Y este es el proyecto donde el pop latino reconoce que también puede venir de ahí.

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