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Hallado en Córdoba un poema de Virgilio grabado en un ánfora romana

Los expertos califican el descubrimiento de “excepcional” al ser la primera vez que se localizan versos en un recipiente comercial del poeta con el que los niños aprendían a leer en la escuela

Vicente G. Olaya
Inscripción con el poema de Virgilio hallada en el yacimiento de Noguera.
Inscripción con el poema de Virgilio hallada en el yacimiento de Noguera.Iván González Tobar

En octubre de 2016, los arqueólogos hallaron sobre la superficie del yacimiento de Noguera, a escasos metros de la aldea de Villalón (Fuente Palmera, Córdoba), numerosos fragmentos cerámicos, tanto constructivos (tejas) como no constructivos (cerámica ibérica o romana), además de trozos de ánforas para el aceite de hace unos 2000 años. Entre ellos, uno que les entregó Francisco Adame, un vecino de la zona, que había reparado en que uno de aquellos pedazos tenía unas letras grabadas. Ahora, el informe Las Geórgicas de Virgilio in figlinis: a propósito de un grafito ante cocturam sobre un ánfora olearia bética, que publica este martes la Journal of Roman Archaeology, de la Universidad de Cambridge, desvela que entre aquellos restos se localizaron los primeros versos del poema Las Geórgicas de Virgilio, autor cuyos textos se empleaban en Roma para enseñar a los niños a leer. Lo más llamativo, y lo que lo convierte en un hallazgo “excepcional”, es que los versos habían sido grabados además en la base de un ánfora. ¿Por qué?

La riqueza epigráfica de las ánforas olearias de la Bética es muy conocida desde antiguo, ya que se sabe que los alfareros romanos grababan en ellas sus sellos o escribían rótulos (tituli picti) con nombres de personas, fechas o lugares, pero nunca poemas. Por eso, el informe ―firmado por Iván González Tobar, Antònia Soler i Nicolau y Piero Berni Millet, del LabEx Archimède (proyecto OLEASTRO), de las universidades de Barcelona, Islas Baleares, Paul-Valéry Montpellier (Francia), Sevilla, Córdoba y el Instituto Catalán de Arqueología Clásica― detalla que se trata de un hallazgo “sin precedentes”. Son cinco renglones formados por grupos de dos o tres palabras. Fueron escritos con un estilete cuando el recipiente se estaba secando al revés, en la fase inicial del montaje. El fragmento conservado tiene 1,2 centímetros de grosor, 8 de largo y 6 de ancho.

El hecho de que la totalidad de los sellos grabados en las ánforas recuperados en prospección cordobesa provengan de figlinae (talleres cerámicos), propiedad de la familia senatorial Fabii clarissimi viri (los famosos Fabios), apunta a que el grafito con el poema se realizó en una de sus propiedades. “La autoría y la verdadera intención del que lo escribió son difíciles de determinar, pero todos los indicios nos dirigen hacia alguien que no deseaba que se viese, ya que fue inscrito en la parte inferior del ánfora”, explica Iván González Tobar.

Sello romano encontrado en un alfar de Palma del Río, con el nombre Epaphroditus.
Sello romano encontrado en un alfar de Palma del Río, con el nombre Epaphroditus.Iván González Tobar

Los expertos recuerdan que está constatada la presencia de niños en los talleres de fabricación de estos grandes recipientes en los ambientes rurales, lo que ofrece pistas sobre la autoría. Posiblemente fue realizado por un adulto para enseñar a leer a un pequeño o podría ser un niño que había aprendido de memoria los versos y los grabó. “La presencia del grafito dentro de la cadena de producción implica una alfabetización notable en el ambiente de las figlinae de la Bética, que contrasta con la visión clásica de un mundo rural aislado”.

Los textos de Virgilio servían para que los menores aprendiesen a leer en las escuelas”

Virgilio fue el poeta más popular de su época. La Eneida se enseñaba en las escuelas y sus versos fueron un ejercicio pedagógico para muchas generaciones. Por eso, es habitual encontrarlos en restos de materiales cerámicos de construcción, lo que ha llevado a muchos autores a relacionarlos con funciones educativas (los escolares romanos escribían a Virgilio en sus pizarras). Pero ¿por qué en un ánfora? ¿Y por qué Las Geórgicas y no La Eneida?

Teniendo en cuenta que el primer libro de Las Geórgicas está dedicado a la agricultura, y que se trata de una zona eminentemente rural, su uso pedagógico “no resulta descabellado, máxime cuando está constatada la presencia notable de niños en las figlinae”. En las figlinae teglariae (talleres de tejas) galo-romanas, por ejemplo, su presencia es clara, aunque no está demostrado si colaboraban en ciertas tareas o sólo pululaban por el alfar. En el caso de los talleres de tablillas micénicas, en cambio, las huellas dactilares halladas asocian a los menores con tareas de aprendices de escribas. Los expertos se debaten, por tanto, sobre si este grafito fue un “ejercicio mecánico, como simple entretenimiento, o una práctica de escritura de alguien que grabó unos versos que aprendió de niño y que dejó inconclusa la cita, bien por un lapsus memoriae o porque cambió repentinamente de actividad”.

Los expertos creen que el autor realizaba un ejercicio de memoria o quería enseñar a leer a un niño”

El yacimiento de Noguera, a pesar de la acumulación cerámica encontrada, no fue un centro productor de ánforas olearias. La abundancia de restos podría explicarse por el reaprovechamiento de los desechos de un alfar del entorno, con el objeto de levantar o reparar muros y estructuras habitacionales de ámbito rural. Los arqueólogos creen que el yacimiento se corresponde con una “residencia con las características de una villa rústica que produjo aceite de oliva”. Los fragmentos de ánforas estudiadas se datan entre los siglos II y III d. C.

¿Y qué pone en el texto? “Todas estas consideraciones nos llevan a un individuo suficientemente alfabetizado para escribir o para recitar poesía, pero no con la perfección de la ortografía, ya que comete varios errores”, reconocen Antonia Soler y Piero Berni. Sea como sea, el autor escribió de memoria: “Cambió la bellota aonia (procedente norte de Grecia) por la espiga fértil y mezcló el agua con la uva descubierta”, versos séptimo y octavo del primer libro de Las Geórgicas, que fueron escritos en el 29 a. C. “Fue como si alguien pintase en el siglo XVII en un recipiente cerámico: ‘En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme…’. Y ahí se paró. ¿Por qué? Pues no lo sabemos. A lo mejor siguió y no hemos encontrado todavía el fragmento”, concluye González Tobar.


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Sobre la firma

Vicente G. Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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