La capital del ‘cristal’ romano vuelve a la luz
Gracias a los últimos hallazgos arqueológicos, los expertos recrean informáticamente Segóbriga, la rica ciudad que exportaba ‘lapis specularis’ a todo el Imperio
Los romanos daban un enorme valor a un yeso traslúcido que denominaban lapis specularis. Les servía, a modo de cristal, para fabricar ventanas y puertas. Aunque había minas en diversos lugares del imperio (Chipre, Turquía o Grecia), las mayores ―hasta 50― y con material de mejor calidad se encontraban en el entorno de la ciudad de Segóbriga (Saelices, Cuenca), en un radio de 150 kilómetros. Esto propició el nacimiento de una poderosa aristocracia local que financió el embellecimiento de la urbe y la dotó de varias plazas públicas, conjuntos termales y tres edificios para espectáculos (teatro, anfiteatro y circo). Ahora, Rosario Cebrián, profesora titular de Arqueología de la Universidad Complutense de Madrid y directora científica del yacimiento conquense, y la empresa de recreación virtual 3D STOA. Patrimonio y Arqueología han logrado con tecnología digital la primera imagen tridimensional de aquel impresionante municipium y sus suburbios, una ciudad que llegó a alcanzar los 15.000 habitantes.
Los expertos creen que las grandes edificaciones de Segóbriga fueron sufragadas con los beneficios de las minas que rodeaban la población, si bien la riqueza generada por el lapis se paralizó con la aparición del vidrio a finales del siglo I. Se han encontrado inscripciones, por ejemplo, que demuestran que Spantamicus, un potentado indígena, pagó la pavimentación del foro ―la parte más importante de la ciudad― y lo celebró colocando letras de bronce, o que Manio Octavio Novato, miembro de la familia de los Octavii, financió el teatro. El material extraído por los esclavos en las minas ― eran muy estrechas y agobiantes― se enviaba en convoyes continuamente al puerto de Cartagena (Cartago Nova) y, de allí, a cualquier punto del Mediterráneo.
Cebrián proporcionó a los expertos de 3D STOA los datos de las últimas investigaciones, que han permitido identificar ahora una gran necrópolis, con sus monumentos funerarios a lo largo de 2,5 kilómetros de la principal vía de acceso a la ciudad ―los romanos enterraban a sus muertos fuera extramuros por razones sanitarias―, un gran suburbio y barrios artesanales entre el circo y la muralla. “Ya desde antiguo se conocía, además, una villa suburbana a los pies del teatro que contaba con un edificio para baños”, explica la experta. Y añade: “Con todos estos datos se ha logrado una vista inédita y muy espectacular de cómo sería la capital del distrito minero del lapis specularis en Hispania en la segunda mitad del siglo II d. C.”.
La reconstrucción digital (Segóbriga, la ciudad del lapis specularis) ha sido llevada a cabo por Pablo Aparicio Resco. “Actualmente”, recuerda Aparicio, “la parte de la colina donde se asentaba la capital está excavada, pero estas ruinas no son siempre comprensibles para todos. Mi interés radicaba en mostrar no solo la configuración urbanística y arquitectónica de Segóbriga, sino también la relación de esta con su entorno circundante, con su paisaje, algo que por el momento nunca se había llevado a cabo”.
Mediante la obtención de un modelo digital del terreno, datos de LiDAR (técnicas láser), planimetrías, información arqueológica y ortofotos se diseñó la forma 3D del entorno y de las edificaciones de Segóbriga. Así se han reconstruido digitalmente las viviendas, el foro y la plaza de época tiberiana (siglo I d. C.), el templo, las termas imperiales, la necrópolis, pórticos, escaleras, y las vías y calzadas que permitían el acceso a la ciudad.
El caminante del siglo I entraba en la urbe desde el noreste por el mismo camino que hoy usan los miles de visitantes del yacimiento. Segóbriga era abrazada por el sur por el curso del río Cigüela, mientras que al norte presentaba una gran explanada con zonas de cultivo y producción.
Los principales edificios se integraban en una trama urbana desarrollada a lo largo de los siglos y que tenía su origen en un oppidum (asentamiento fortificado) de la Edad del Hierro que se erigía sobre un cerro llamado Cabeza de Griego. La gran plaza porticada del foro destacaba dentro de este trazado urbano, siendo uno de los primeros edificios que el viajero se encontraba al atravesar la puerta norte, situada detrás del anfiteatro. Este último, inaugurado en época de Vespasiano, flanqueaba junto con el teatro la entrada principal de la ciudad. Tenía capacidad para 5.500 espectadores y sus muros se elevaban más de 18 metros.
Por su parte, el teatro, cuya fachada fue levantada a finales del siglo I d. C., conserva hoy en día la orchestra, de planta semicircular, con tres escalones para las autoridades y el espacio donde se colocaban los músicos. La scaena o escenario, destinada a las actuaciones, era de madera sobre pilares de piedra. Tras ella, se situaba una zona decorada con columnas y esculturas de mármol, presididas por la diosa Roma.
El yacimiento arqueológico de Segóbriba ―oficialmente Ruinas de Cabeza de Griego― fue declarado monumento histórico-nacional el 3 de junio de 1931. Los primeros trabajos los realizó, a partir de 1961, el profesor Martín Almagro Basch, junto al arqueólogo conquense Francisco Suay. Llevaron a cabo la excavación y restauración de los principales monumentos, como el teatro y el anfiteatro; y en 1975 se inauguró el Museo de Segóbriga, el actual Museo de los Epígrafes, una pequeña instalación, que funcionó hasta la apertura del Parque Arqueológico, uno de los siete con los que cuenta Castilla-La Mancha y el único para disfrutarlo presencialmente o en 3D.
Babelia
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