‘Las buenas compañías’: las Once de Basauri, el derecho al aborto y el activismo feminista en la Transición
Silvia Munt recuerda a aquellas luchadoras del posfranquismo no con una ambiciosa historia política, sino con un relato íntimo de ficción pergeñado desde el dolor de la intimidad
En unas impactantes imágenes de Después de… No se os puede dejar solos (1981), documento fundamental sobre la Transición dirigido por Cecilia Bartolomé y su hermano Juan José, un grupo de féminas en lucha clamaba a las puertas del Palacio de Justicia de Bilbao por la libertad de las llamadas Once de Basauri, mujeres de clase obrera encausadas por haber abortado. La clandestinidad del aborto se unía así a la clandestinidad de las imágenes y hasta del juicio, pues en principio estaba previsto que este fuera a puerta cerrada, y posteriormente la película de los hermanos Bartolomé fue secuestrada durante dos años por el gobierno de UCD.
Sin embargo, pese a la importancia del proceso penal, desarrollado nada menos que entre 1976 y 1985, de los sucesos que lo rodearon y de la pugna de las mujeres, primero anónimas, luego con el apoyo de figuras de diversos ámbitos profesionales, no se trata de acontecimientos que se hayan asentado en el imaginario colectivo de nuestro país, sobre todo fuera del País Vasco. Así que la llegada de una película como Las buenas compañías, segunda obra de ficción de la habitual actriz y directora de documentales Silvia Munt, trasciende el hecho cinematográfico para alcanzar el del colectivo social y el del recuerdo de una época atroz en demasiados sentidos.
Quizá por cuestiones presupuestarias y de producción, Munt, como directora y coguionista (junto con Jorge Gil Munárriz), ha preferido recordar a aquellas mujeres no con una ambiciosa historia política que rememore el proceso, sino con un relato íntimo de ficción pergeñado desde el dolor de la intimidad de algunas de las personas que acompañaron a las encausadas durante el proceso. Sus reivindicaciones, las peticiones de amnistía, sus vidas cotidianas y el activismo social en un tiempo solo para valientes, en el que la visibilidad de la causa feminista estaba lejos de aceptarse por una sociedad que venía de donde venía.
En un digno acercamiento a una época oscura que caminaba hacia la luz sin encontrarla aún del todo, desconocida para la inmensa mayoría de las jóvenes generaciones, Munt ha compuesto una película protagonizada por dos chicas adolescentes de distintas clases sociales en la que se acumulan las temáticas de corte feminista: desde los actos de denuncia pública de abusadores y violadores hasta el descubrimiento propio de la sexualidad. La toma de conciencia de un grupo de jóvenes, todas ellas mujeres, en un tiempo áspero y gris, retratado por la directora con el habitual lugar común fotográfico de los tonos sepias, en el que unos cuantos se significaron mientras otros muchos miraron para otro lado.
“Si la vida nos separó fue sin querer / ¿qué vas a hacer? / ¿adónde irás, así mujer? / Nadie te quiere ya…”, cantaban Los Brincos en un mítico tema de los años sesenta (Nadie te quiere ya) que ejerce de símbolo explícito de la película, sonando dos veces a lo largo del metraje, y atronando con un estribillo que, aunque no estuviera creado para el activismo sino para el amor, es recuperado por Munt como desgraciada letanía de soledad. Mejor en las secuencias más tenues e íntimas que en las protagonizadas por la lucha colectiva, con extras y policías que únicamente aparecen de soslayo, Las buenas compañías recupera de este modo la lucha por el derecho al aborto y la solidaridad femenina, y se une así, de un modo más modesto pero también estimable, a títulos recientes como Modelo 77, relatos reveladores de una realidad escondida durante demasiado tiempo.
Las buenas compañías
Dirección: Silvia Munt.
Intérpretes: Alícia Falcó, Itziar Ituño, Elena Tarrats, Ainhoa Santamaría.
Género: drama. España, 2023.
Duración: 93 minutos.
Estreno: 5 de mayo.
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