Damiselas, escarabajos, moscas, mariposas… ¿qué representan en las narraciones?
En la cultura el insecto significa miedo, asco, rutinas sistémicas, cotidianidad de la moscarda, lo pequeño trascendente y el lado oscuro de la naturaleza humana
Cuido las telarañas que, gota a gota, se dibujan en el jardincillo de mi padre. “Ramón, ¿qué haces en los matorrales?”. El vecinito llama al jardín de mi padre “los matorrales” y obedece a mi advertencia de respetar la telaraña. “¡Pero si pican!”, protesta el chaval. “Pues que piquen”. Él me mira como a las locas. Cuido a las arañas, animales fascinantes. Cuando era una niña, me protegían de los mosquitos durante unas vacaciones. Ahora que todo se extingue —abejas, mariposas, polillas, libélulas, damiselas, escarabajos— dejamos que las avispas muerdan los lomos del pescado. Hacemos “zuuuuummmmm” para que se alejen y no nos piquen. Sentimos respeto por coleópteros y dípteros. Por las arañas, que son artrópodos, y no insectos. Nuestro respeto ecológico y cultural liga ciencias naturales con literatura, creando un vínculo entre Las moscas de Machado y la repulsión que generan esos papeles a los que las “inevitables golosas” se quedan pegadas hasta morir. La cariñosa mosca acompañante de Mastroianni en El demonio de los celos y la cucaracha mascota de Wall-E. El señor de las moscas.
Ahora, conscientes de que sin insectos se acabará el sustento en la Tierra, revisamos su dimensión cultural. Con ellos hemos abordado horrores atávicos en Mimic de Guillermo del Toro o en La invasión de las cucarachas, episodio de Creepshow, escrito por Stephen King y convertido en cómic por Bernie Wrightson. Highsmith voltea el moralismo de las fábulas escribiendo sobre una cucaracha residente en un hotel neoyorquino. La madre fagocitadora es araña en Los mundos de Coraline. La mala prensa de las viudas negras inspira personajes de mujeres fatales depredadoras: Phyllis en Doble indemnización de James M. Cain. Lo infrahumano, acaso la rebeldía de la naturaleza a una apisonadora civilización burocrática, se encarna en el bicho de La metamorfosis. El protagonista de La mosca recupera su corazón de las tinieblas y será abatido por un insecticida. El escarabajo era sagrado en Egipto. Mutación, metamorfosis y variedad de los insectos son imágenes de transexualidad en 20.000 especies de abejas. Nabokov, coleccionista de mariposas, convierte en fetiches, atravesados por fálico alfiler, a nínfulas de nombre entomológico. La férrea jerarquía del hormiguero se transforma en denuncia política en Antz. Las hadas, discutible hibridación entre libélula y mujer, viajan en carros tirados por coleópteros en El velo de la reina Mab de Rubén Darío.
Campanilla siempre fue luminosa mosca cojonera, el lado oscuro de Pepito Grillo. En La inteligencia de las flores de Maeterlinck, los insectos mamporreros coreográficamente polinizan. Ignacio Ferrando escribe El rumor y los insectos y habla del ruido de las plagas invisibles, un miedo que enloquece y aboca al exterminio. La cucaracha, la cucaracha, ya no puede caminar. Ando como hormiguita por tu espalda y la hormiga vaticina de muerte en una casa. La telaraña de Secretos del corazón. Los insectos expresan la delicadeza del tacto en el amor y la perversidad sexual: quizá la captación por la secta nos separa de la familia en La otra hija con Kevin Costner e Ivana Baquero. El insecto representa miedo, asco, rutinas sistémicas, cotidianidad de la moscarda, lo pequeño trascendente, y el lado oscuro de la naturaleza humana. Contagio y plaga bíblica. Los insectos ―como los pájaros― en El enjambre son horda bélica o aviso resistente frente a la debacle ecológica. Quizá la molestia del insecto se tradujo en representación poco amable o la representación poco amable redunda en la incomprensión: en cuanto se acaban las vacaciones, nuestro vecinito invade los matorrales de mi padre y, sin contemplaciones, rompe la tela con un as de bastos.
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