Benicio del Toro: “Aún tengo miedo a que no suene el teléfono. El rechazo es parte de la formación del actor”
El ganador de un Oscar recibe en Madrid el premio Platino de honor y asegura que le gustaría trabajar con Penélope Cruz, Antonio Banderas y Carlos Vermut
Benicio del Toro (Puerto Rico, 56 años) recoge este fin de semana en Madrid el premio Platino de honor en la gala de cine iberoamericano, que antes recibieron Antonio Banderas, Ricardo Darín, Carmen Maura... “Me siento muy contento de formar parte de ese grupo”, asegura. Han pasado 30 años desde el estreno de Huevos de oro, la primera película que rodó con un director español, Bigas Luna, y recuerda que para hacer ese papel que le permitió conocer a uno de sus “actores favoritos”, Javier Bardem, se escapó de otro rodaje en Pensilvania. “Lo de Huevos de oro era en Miami y lo otro en pleno invierno, así que tuve que ponerme un sombrero mexicano para que no me diera el sol”.Durante el acto de presentación del premio, el público se derrite con la anécdota ante este hombre largo (1,88 metros) con las ojeras más expresivas del cine. Hay carcajadas también cuando explica que le gustaría que su país hiciera en películas “la cosa increíble que ha logrado con el reguetón” o cuando, para explicar que le apetece hacer otras cosas ―”producir, dirigir, quizá”...―, se compara con Bob Esponja ― “desde que soy padre, todo ha cambiado mucho”―.
En conversación con EL PAÍS, cuenta que le gustaría llevar a su hija a conocer la Alhambra de Granada: “Ahora tiene 11 años y es la época perfecta, pero el lunes tengo que estar en Nueva York y esta vez no hay tiempo para turismo. La próxima visita”. El actor, ganador de un Oscar por Traffic (2000), tiene raíces vascas: “Un apellido por parte de padre es Irisarri; otro por parte de madre, de mi abuela, es Bengoa, crecí en un sitio que se llama Santurce y soy fanático del grupo Eskorbuto”. Tiene pendiente el estreno en Netflix de su último trabajo, el thriller Reptile, con Alicia Silverstone.
Pregunta. En Los Fabelman, Steven Spielberg describe la fascinación de la primera vez en el cine casi como si al meterse en esa sala oscura hubiera sentido una iluminación. ¿Recuerda esa primera vez?
Respuesta. La primera película que recuerdo es una de James Bond, Vive y deja morir [1973]. Al viejo mío y al abuelo les gustaban las de vaqueros, los wésterns, pero esa sensación de estar en el cine, rodeado de personas, con la película a punto de empezar y la gente haciendo “shhh”, eso...
P. Eso no lo da Netflix.
R. No. Y se me ha quedado para siempre. Otra película que me marcó mucho ver en el cine fue Papillon [1977], con Steve McQueen y Dustin Hoffman. Me impresionó.
P. Y alguien tan famoso como usted, ¿puede todavía hacer ese ritual de ir al cine, comprar unas palomitas y sumergirse en una historia sin que nadie le moleste? ¿La fama quita libertad?
R. La fama quita un poco eso, la privacidad. Bueno, no es exactamente que te la quite, es que hay que pelear por ella. Empieza a ser algo que tienes que preparar, cocinar, organizar. Y eso te quita tiempo. Pero voy al cine todavía. Hace poco, a ver Air. También veo cine en casa y le enseño películas a mi hija.
P. ¿Cuál es la última que le ha puesto?
R. (Ríe). Mi hija y una amiga suya venían de ver Scream 2, una peli de horror que a mí me da miedo. Les pregunté si querían ver una peli buena de verdad y les puse Sunset Boulevard [1950].
P. ¿Y les gustó?
R. Al principio era: “Uf, blanco y negro”, pero sí, les gustó.
P. Hasta que ganó el Oscar, en su familia todavía insistían en enderezarlo, es decir, en llevarlo al Derecho, que era lo que habían estudiado sus padres y su madrina.
R. Sí. Tengo la tristeza de que ya no están con nosotros y los echo de menos. Si con eso pudiera hacer que regresaran, ahora estaría estudiando Derecho.
P. ¿Dónde tiene el Oscar?
R. En casa.
P. ¿En qué parte de la casa? ¿Se le olvida a uno que tiene un Oscar?
R. Sí, uno se olvida.
P. En España se habla de la maldición del Goya: dejar de trabajar después de ganar el premio. ¿Un actor puede acostumbrarse al éxito, relajarse en algún momento?
R. No. Si te acostumbraste quiere decir que te lo creíste. El éxito es como una nube, el humo que sale del carro. Es como el olor de la flor, me voy a poner poeta. Te puede traer oportunidades, pero no puede hacer tu trabajo.
P. ¿Sigue teniendo miedo a que no suene el teléfono?
R. Sí. El rechazo es parte de la formación del actor. Es algo que se te queda, siempre está ahí. Sientes que a lo mejor ya no vas a trabajar. Pero no puedes desesperarte y hacer cualquier cosa o algo que no te interesa verdaderamente, que no te mueve, por tener miedo a no trabajar. Hay maneras de mantenerse ocupado sin tener que estar filmando.
P. ¿Recuerda cuál fue su primer sueldo de actor y qué hizo con él?
R. Sí, lo primero que hice fue comprar una maleta (ríe).
P. Vaya metáfora, ¿no?
R. Sí. El sueldo era un poquito más que eso, pero esa fue la inversión que hice: viajar. Fue la primera vez que compré una maleta en mi vida porque siempre tenía la que pasaba del primo al tío, al abuelo... Eso fue en 1988 o por ahí. Y todavía no tenía ruedas.
P. Hay un cómico español, Raúl Cimas, que hace un chiste sobre eso: mandamos un hombre a la Luna y tardamos muchos años más en poner ruedas a las maletas.
R. (Ríe). Sí, es verdad. ¡Las maletas empezaron a tener ruedas como en los noventa!
P. Cuando tenía más de 70, el director Kaneto Shindo, al que usted admira, dedicó una película a su madre, a la que había perdido a los 9 años. La suya también murió muy joven.
R. Sí. Yo perdí a mi madre a la misma edad que él y cuando tuve la oportunidad de conocerle, hablamos de eso. Le pregunté si después de haber hecho la película había cambiado algo de ese vacío que te queda cuando pierdes a tu madre tan joven. Me dijo: “No, hice la película, pero no cambió nada”. La memoria está prendida siempre. Yo pienso en mi madre todos los días.
P. ¿Recuerda qué sintió cuando alcanzó la edad que ella tenía?
R. Sí. Sentí que era una niña cuando falleció. Era muy, muy joven.
P. Ricardo Darín rechazó un papel en Hollywood para hacer de narcotraficante mexicano. ¿Sufren todavía los actores latinos ese tipo de clichés? Sobre todo en sus comienzos, ¿era fácil distinguir cuándo la oferta tenía que ver con sus orígenes o sus rasgos y cuándo con su calidad como actor?
R. Creo que los clichés y los estereotipos han cambiado un poco o que hay un poco más de sensibilidad, pero existen todavía y aún son problemáticos. Las películas del narco le han dado carreras a muchos actores, yo soy uno de ellos. Hay series, como Breaking Bad, Narcos... y películas, como Traffic o Sicario. Existe el cliché, pero como en las películas de gánsteres y en los wésterns, por ejemplo, se pueden explorar muchas cosas de la condición humana, los extremos y que nos traigan a Shakespeare: una venganza, un amor... Como todo, tiene que estar en las manos de un buen equipo de cineastas. Yo he tenido la oportunidad de hacer películas de este tipo con equipos de clase A, como el de Sodeberbergh en Traffic. Ahora, si viene un papel de un narco, conoces al director y no tiene la sensibilidad o no se atreve a hacer cambios, entonces no vale la pena, pero hay veces que cuando te sientas con el director se convierte en algo distinto. Yo he hecho varias películas que en el libreto eran una cosa y lo que se hizo, otra. Se habla, se buscan ángulos, matices….
P. ¿Qué papel, de toda la historia del cine, de todas las películas que le entusiasman, le hubiese gustado interpretar?
R. Bueno, si tuviese siete años sería Frankenstein. Si tuviese 15 o 16, John Travolta en Fiebre del sábado noche o Rocky. Pero cuando veo a Marlon Brando en Viva Zapata [1952], por ejemplo, solo puedo admirarlo, no pienso en que me gustaría hacer su papel. No tendría el valor. La película es en inglés, el tipo era de Nebraska y Zapata muy de dentro de México, pero con todo, yo veo esa película y me lo creo, me convence, me pongo de su lado. Eso es increíble.
P. Hay estrellas que han confesado, con los años, haberse arrepentido de rechazar algún papel en películas icónicas. ¿Le pasó a usted?
R. Bueno, una vez, dije que no a un personaje y luego me enteré de que Bob Dylan estaba en la película [Anónimos, 2003] y que las escenas eran con él.
P. Y le dio rabia.
R. Sí. Me hubiese gustado mucho darle la mano, conocerlo, decir que lo conocí.
P. Trabajó con Bigas Luna, con Fernando León de Aranoa, con Javier Bardem… ¿Hay algún director o directora, actor o actriz españoles a los que les tenga ganas?
R. Muchos. Me gustaría trabajar con Antonio Banderas, con Penélope Cruz… Y me gustan mucho las películas de Carlos Vermut.
Babelia
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