Vasili Petrenko, director de orquesta: “En las sinfónicas rusas ha vuelto a crecer el despotismo”
El maestro de San Petersburgo regresa a España, como nuevo titular de la Royal Philharmonic Orchestra de Londres, para dirigir dos programas centrados en Prokófiev y Chaikovski, en Madrid y Alicante
Cuando Putin invadió Ucrania, el 24 de febrero de 2022, la Sinfónica Estatal de Rusia Evgeny Svetlanov, la principal orquesta de Moscú, acababa de actuar en el Festival de Música de Canarias bajo la dirección de su nuevo responsable artístico, Vasili Petrenko (San Petersburgo, 46 años). Pocos días más tarde, Petrenko, que reside en el Reino Unido desde 2006 y mantiene una sólida trayectoria internacional, condenó públicamente la invasión a través de un comunicado y decidió suspender sus relaciones con Rusia.
“Todo esto es muy doloroso”, confiesa a EL PAÍS con rostro serio en el camerino del Auditorio Nacional de Madrid. “Yo he podido tomar esta elección, a diferencia de los músicos de la orquesta. La mayoría no tiene a dónde ir y no ha tenido otra opción que quedarse allí. Realmente desconozco cuándo podré volver a actuar en Rusia”, asegura Petrenko que visita Madrid y Alicante, de gira con Ibermúsica, al frente de la Royal Philharmonic Orchestra. Tres conciertos, en el Auditorio Nacional de Madrid y en el Auditorio ADDA de Alicante, del 19 al 21 de abril, con dos programas protagonizados por Prokófiev y Chaikovski.
Petrenko mantiene una estrecha relación con España desde hace más de 20 años. En 2002 se alzó con el primer premio del Concurso Internacional de Dirección de Cadaqués. “Eso me permitió debutar al frente de muchas orquestas españolas y luego he regresado a menudo como invitado”, explica. Habla de la Sinfónica de Castilla y León, pero también de Galicia o Tenerife, de la Filarmónica de Gran Canaria o de la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. En diciembre pasado debutó en Les Arts con la Orquesta de la Comunidad Valenciana. Y recuerda con admiración su reciente actuación con la Orquesta Nacional de España, en febrero, que no dirigía desde hace 15 años.
“En la última década, las orquestas españolas han mejorado mucho”, asegura. Y tiene una teoría para explicarlo: “Se trata del resultado de un cambio generacional. La excelente hornada joven de músicos españoles está reemplazando a muchos extranjeros que nutrieron a las orquestas españolas en la década de los ochenta y principios de los noventa. Y les aportan novedad, energía y frescura”. Sabe perfectamente de lo que habla, pues Petrenko es director titular de la Joven Orquesta de la Unión Europea (EUYO) desde 2015. “España sigue siendo el país que más músicos aporta a la EUYO, con el récord de 35 integrantes de cuerda y viento en el encuentro que tuvimos antes de la pandemia”, asegura.
Pero el conjunto ha tenido que cambiar su sede de Londres a Grafenegg (Austria), como consecuencia del Brexit. “No creo que los gobernantes europeos entiendan la importancia que tiene la inversión en las artes al mismo nivel que los gastos militares o sanitarios”, dice. Ensalza la figura de Winston Churchill con su famosa frase apócrifa durante la Segunda Guerra Mundial: “Si no tenemos cultura, no tendremos nada por lo que luchar”. Pero remarca la diferencia que supone dirigir a una orquesta de jóvenes estudiantes frente a una orquesta profesional: “Para la mayoría se trata de la primera vez que tocan una composición. Es la misma diferencia entre el primer amor y el amor maduro”.
Petrenko se formó en San Petersburgo, en la legendaria tradición directorial de Nikolái Malkó y Aleksandr Gauk, de donde surgieron batutas míticas como Yevgueni Mravinski y, más recientemente, Mariss Jansons y Valeri Guérguiev. “Recibí una educación muy amplia, que fue más allá de la disciplina musical. Pude combinarla con la literatura y la filosofía junto a varias disciplinas técnicas como las matemáticas y la física. Eso te permite pensar más allá de las notas, y no solo en las historias que cuentan, sino también en la física del sonido”, reconoce. También destaca la posibilidad que tuvo de practicar muchas horas con una orquesta profesional sin la presión de dirigir conciertos. “La primera vez que te pones frente a un orquesta profesional es un shock, pues son 50 o 60 personas que te miran y enjuician cada uno de tus errores”, explica.
Para él existe una gran diferencia de mentalidad entre las orquestas de Rusia y de Occidente: “Las orquestas rusas exigen directores con mano dura. Piden que les castigues si no consiguen hacer lo que quieres. Y consideran que sin firmeza y despotismo podrían perder la disciplina”. Describe una autoridad que supera las limitaciones de cualquier administración o sindicato y que permite despidos fulminantes. “En realidad, todo empezó a cambiar en las orquestas rusas hace unos 10 o 15 años, pero ha vuelto a crecer muy rápidamente el despotismo ante la situación política actual”, asegura.
En 2006, se trasladó al Reino Unido para asumir la titularidad de la Real Orquesta Filarmónica de Liverpool (RLPO). “Fue un cambio radical y tuve que iniciar un proceso de aprendizaje, pero hoy tengo muy claro que el respeto mutuo entre la orquesta y el director permite alcanzar mejores resultados que la tiranía y el miedo. El temor conduce al odio, mientras que el respeto permite convertir a la orquesta en una familia”, recuerda. En Liverpool también desarrolló su afición por el fútbol y no tiene reparos en comparar su labor con la de un entrenador. “Hay similitudes, pero también dos grandes diferencias: el oponente en música es la complejidad de la pieza que estás tocando y si un instrumentista no te convence, no puedes reemplazarlo por otro, sino que tienes que conseguir que toque mejor”, admite.
Con la RLPO ha grabado para Naxos y Onyx, entre 2008 y 2016, excepcionales integrales sinfónicas de Shostakóvich y Chaikovski. “Era un repertorio poco habitual para la orquesta inglesa y, cuando desarrollas una buena relación con los músicos, a veces resulta más fácil afrontar obras desconocidas que composiciones muy manidas y llenas de clichés”, apunta. Mantiene una excelente conexión con la orquesta de Liverpool, ahora como director laureado. “Es como un vínculo paternofilial y, tras casi 16 años, el padre debe empezar a liberar al hijo”, asegura. Puede decir casi lo mismo de la Filarmónica de Oslo, después de pasar siete años allí como titular y grabar varios discos maravillosos de Scriabin y Richard Strauss.
En la actualidad, la principal orquesta para Petrenko es la Royal Philharmonic Orchestra (RPO) de Londres. Accedió a su titularidad en septiembre de 2021, y está dinamizando con ella la vida musical de la capital británica: “Londres no tiene una gran sala sinfónica, como París o Madrid. Pero al menos cuenta con varios auditorios útiles para diferentes proyectos. El Cadogan Hall nos sirve para las obras clásicas hasta Beethoven, contamos con el Royal Festival Hall para el repertorio más convencional, como Chaikovski, Prokófiev y Richard Strauss, y con el Royal Albert Hall para proyectos sinfónico-corales más grandes como las sinfonías Segunda, Tercera y Octava, de Mahler”, aclara. Poder contar durante el invierno con la inmensa sede de los populares Proms le va a permitir desarrollar varios proyectos futuros muy interesantes, como la reconstrucción de la triunfal serie de conciertos que dirigió allí el propio Wagner, en mayo de 1877, y la recuperación del doble programa creado por Chaikovski, en 1892, con el ballet El cascanueces y la ópera Iolanta.
En Madrid se presentará, este miércoles y el jueves, 19 y 20 de abril, por vez primera como titular de la RPO. La orquesta británica debutó en España, con Ibermúsica, en 1974, y ha tocado casi un centenar de conciertos en nuestro país con batutas tan diferentes como Erich Leinsdorf, Jesús López Cobos y Yuri Temirkánov. El primer programa se centrará en la combinación de las dos suites del ballet Romeo y Julieta, de Prokófiev, junto a Finlandia, de Sibelius, y el Concierto para violín núm. 1, de Bruch, con Esther Yoo como solista. “Precisamente acaba de publicarse nuestra grabación con ella de este concierto, en DG, pero la idea del programa son tres obras prácticamente de la misma época y relacionadas de alguna forma con Gran Bretaña: Sibelius siempre ha sido un favorito del público inglés, en Bruch se puede detectar esa combinación entre lo judío y la naturaleza norteña británica, y la conexión con Prokófiev es claramente Shakespeare”, informa.
Para el segundo programa, el jueves 20, pondrán en los atriles la Sinfonía Manfredo, de Chaikovski. Pero lo abrirán con el Concierto para violonchelo, de Dvorak, que contará con el joven violonchelista armenio Narek Hakhnazaryan en sustitución del noruego Truls Mørk. “Son dos composiciones que suponen regresos a casa, pero asumiendo una influencia de la orquestación germana. Debo confesar que, tras grabar la Sinfonía Manfredo hace más de una década, en Liverpool, la obra perdió frescura en mi mente. Y ahora la estoy volviendo a dirigir con nuevas ideas”.
Terminamos comentando su relación con el otro gran Petrenko de la clásica: Kirill, el director titular de la Filarmónica de Berlín, que visitará España con su orquesta la primera semana de mayo. “No tenemos ningún vínculo familiar, pero nos divertimos mucho cuando nos confunden. En 2016, coincidimos ensayando en la Ópera Estatal de Baviera. Yo dirigía Boris Godunov y él Los maestros cantores de Núremberg, y desconcertamos a la orquesta intercambiando los ensayos. Lo pasamos francamente bien”, recuerda. Precisamente, en julio, Vasili volverá a Múnich para dirigir una nueva reposición de esa producción de Calixto Bieito de la ópera de Músorgski. “Tengo más planes para dirigir óperas en Múnich, Ámsterdam, Zúrich y Nueva York, e incluso he tenido algunas propuestas del Teatro Real de Madrid. Pero el problema es que una ópera implica dos meses de total dedicación”, aclara.
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