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Michel Houellebecq: “Cuando me miro al espejo, me doy miedo”

El escritor francés habla a EL PAÍS del impacto anímico que ha tenido para él la polémica por la película experimental neerlandesa en la que aparece manteniendo relaciones sexuales. Y habla de literatura, de la reforma de las pensiones y de Emmanuel Macron

Michel Houellebecq en 2019 en un festival de música en La Rochelle.
Michel Houellebecq en 2019 en un festival de música en La Rochelle.Barbara Neyman (Starface / ContactoPhoto)
Marc Bassets

Michel Houellebecq pasa por un bache existencial y lo cuenta así, sin medias tintas.

“Voy muy mal, sí”, asegura el escritor francés a EL PAÍS. “Siento rabia, y me apetece hacer daño a quien me persigue, pero no puede ser. Y siento vergüenza, no solo por pudor, sino porque me han tomado el pelo”.

El motivo de la crisis es la película experimental Kirac 27, del artista neerlandés Stefan Ruitenbeek, miembro del colectivo Kirac, en la que Houellebecq (La Reunión, 67 años) supuestamente aparece manteniendo relaciones sexuales. El autor de Serotonina y Aniquilación ha intentado en los tribunales frenar su difusión. Sin éxito. El martes, un tribunal de Ámsterdam dio vía libre a Ruitenbeek después de que unas semanas antes otro en París hiciese lo mismo.

Hay un contrato de por medio y hay unos adultos consintientes que se dejaron filmar, pero el actor principal se considera engañado por Ruitenbeek. Y en estos momentos se encuentra en su apartamento en París, sin ánimos para salir y aún menos para dejarse fotografiar. Y dice no saber qué hacer.

Pregunta. ¿Va a recurrir la decisión del tribunal holandés?

Respuesta. Por ahora no lo sé. En mi opinión, mis posibilidades de éxito son casi nulas.

P. ¿Qué hará si se difunde?

R. Mire, en un primer tiempo, nada. No lo sé.

P. ¿Le angustia que la película pueda ser vista por todo el mundo?

R. Sí, mucho. No me apetece aparecer en esta película contra mi voluntad, es muy desagradable.

Michel Houellebecq in Kirac 27
Houellebecq, en 'Kirac 27'.

Houellebecq habla en voz baja y despacio, en tono monocorde. Deja largos silencios antes de contestar. Piensa las respuestas.

“Efectivamente, fui muy estúpido”, dice en un momento de la conversación, que se desarrolló por teléfono el viernes a primera hora de la tarde. Y recuerda que en noviembre mantuvo en París un encuentro sexual en el que participó junto a su esposa, Qianyum Lysis Li, y la neerlandesa Jini van Rooijen.

La secuencia la filmó Ruitenbeek. Debía alimentar la cuenta de Van Rooijen en la plataforma de contenido adulto OnlyFans. Pero Houellebecq dice que finalmente prefirió que no se emitiese. Y aún menos que Ruitenbeek lo utilizase para el proyecto fílmico que a finales de diciembre iban a poner en marcha ambos en Ámsterdam y por el que firmaron un contrato, del que ahora Houellebecq reniega.

Más tarde se rodó otra secuencia con Houellebecq besándose con una mujer en una cama de hotel, momento que aparece en un tráiler de la película. Unos días después, el escritor y el cineasta empezaron las disputas. “Sí, indiscutiblemente fui ingenuo”, reconoce. “No soy el único, de hecho. Sucede con los contratos de seguro, que la gente firma sin leer realmente. Mi agente, porque tengo un agente, hizo las cuentas y me ha hecho firmar desde que nos conocemos unos 400 contratos. Me he acostumbrado a confiar, a firmar sin leer”.

Pregunta. ¿Siente pudor al pensar que quizá se difundirá y muchas personas le verán en una situación muy íntima?

Respuesta. Siento, aunque con mucha menos fuerza, más o menos lo que sienten las mujeres violadas. Tengo la impresión de que mi cuerpo no me pertenece. Tengo la impresión de sentir vergüenza también. Y la tercera cosa es una desconfianza y una falta de interés por las relaciones sexuales ahora. Es penoso.

P. ¿Desde este episodio?

R. Sí, desde este episodio no tengo relaciones sexuales en absoluto.

P. ¿A causa de esto?

R. Se ha instalado en mí una desconfianza.

P. ¿Miedo al sexo?

R. Sí... La idea de que hay algo peligroso, de que hay que desconfiar.

La conversación deriva en un terreno íntimo, delicado. Houellebecq es un escritor de estos que escribe y opina sin red. Sus escenas de sexo son marca de la casa. El pudor no es precisamente lo suyo, aunque casi siempre lo ha contado en clave ficticia. Esta vez no. Cuando le preguntamos si puede especificar a qué se refiere con la falta de confianza, responde: “Simplemente, es que no se me levanta. No sé... Creo que las mujeres violadas tampoco logran acostarse con sus maridos”.

P. Decía hace un momento que siente, con menos fuerza, lo que siente una mujer violada.

R. Pienso que es peor para una mujer violada, y lo peor de lo peor es cuando el violador difunde la violación por internet. Me cuesta imaginar cómo puede sentirse. Me lo imagino, pero multiplicando por 10 lo que siento yo. Es una situación muy penosa.

Desde ese momento, por la falta de confianza, simplemente, es que no se me levanta. No sé... Creo que las mujeres violadas tampoco logran acostarse con sus maridos”

Houellebecq quiere escribir un libro sobre el episodio con la película neerlandesa, es su proyecto inmediato: “Cambiaré el nombre de las personas, excepto yo, lo escribiré en primera persona. Pienso que, más o menos, es la única cosa que yo sepa hacer y puede hacerme bien ayudándome a destruir el recuerdo”. Explica que en estos momentos lee la novela Babbit, de Sinclair Lewis. Y, cuando le preguntamos si lee literatura española, cita a Javier Cercas. “Y otro cuyo nombre no recuerdo, hace libros bastante oscuros... ¿No hay alguien que se llama Antonio Muñoz Molina?”. Entre sus contemporáneos franceses elogia a Emmanuel Carrère. “La literatura francesa no va nada mal en estos momentos”, dice. Los tres Nobel en 15 años dan fe de ello. “Sí”, asiente, “Modiano no está nada mal”.

Pregunta. ¿Y Annie Ernaux? No tuvo palabras amables para usted tras ganar el Nobel.

Respuesta. Para ser honesto, no la he leído realmente. No diré nada malo de ella porque no la conozco bien.

P. ¿Sueña usted con el Nobel?

R. Tengo muy pocas posibilidades porque ha habido bastantes franceses que lo han obtenido estos tiempos.

P. Se dice que también es por razones ideológicas.

R. Sí, puede tener un papel. Y hay otra cosa: en Francia no soy uno de los autores favoritos de las universidades, hay más tesis sobre Annie Ernaux que sobre mí. No creo que el jurado del Nobel tenga tiempo de leerlo todo. Deben de preseleccionar con el número de trabajos universitarios dedicados a un autor, supongo que esto tiene un papel.

P. Se le considera un escritor reaccionario. ¿Le molesta? ¿Es una etiqueta justa? ¿Injusta?

R. No pienso que sea fundamentalmente justa, porque para ser reaccionario no basta con considerar que, en algunos aspectos, la sociedad era mejor antes. También hay que decirse que podemos volver atrás, y yo no creo en ello. Tiendo a pensar que jamás se vuelve atrás. Todos los movimientos históricos tienen algo de irreversible. Así que para tener ganas de volver atrás hay que imaginarse que es posible, y yo no me imagino esto.

Houellebecq, en la cama del hotel de Ámsterdam con Jini van Rooijen, en una imagen del tráiler de 'Kirac 27'.
Houellebecq, en la cama del hotel de Ámsterdam con Jini van Rooijen, en una imagen del tráiler de 'Kirac 27'.

Houellebecq aborda la conversación que mantuvo el pasado otoño con el intelectual Michel Onfray y que llevó a la Gran Mezquita de París a denunciarle por incitación al odio contra los musulmanes. Tras reunirse con el rector de la Gran Mezquita, Chems-Eddine Hafiz, este retiró la denuncia y Houellebecq corrigió algunas de sus declaraciones. “Efectivamente, algunos párrafos eran estúpidos”, reconoce. Y añade: “Aquello fue más clásico [que el caso actual], porque yo he tenido opiniones que han provocado polémicas porque chocaban a muchas personas. Ahora no son mis opiniones: es mi cuerpo el que es atacado. Esto nunca me había sucedido”.

Pregunta. En su entrevista con Onfray, expresaba el temor a una guerra civil en Francia.

Respuesta. Esto lo corregí después. No creo en ello. Por varias razones. Hacen falta muchos elementos para una guerra civil. No es verdad que los policías no puedan entrar en algunos barrios. Están obligados a ir con escuadrones blindados, les atacan, pero lo consiguen. Para que hubiese una guerra civil haría falta que ni el ejército pudiese entrar en algunos barrios, y estamos lejos de ello. En una guerra civil, como la de España, hay zonas controladas por un campo y otras por otro. Así que no, no creo que haya una guerra civil en lo inmediato.

P. En el extranjero llama la atención cómo Francia se levanta contra la reforma de las pensiones, con las imágenes de las manifestaciones, las basuras ardiendo...

R. Hace tiempo que se pregunta a los franceses si están a favor o en contra de esta reforma de las pensiones, y desde el principio están en contra. La gente continúa apoyando las huelgas, aunque le moleste que no funcionen los trenes o que no se recojan las basuras. La obstinación del Gobierno es verdaderamente sorprendente. No creo que consiga hacer la reforma. Los sindicatos se sienten apoyados y continuarán.

P. Usted conoce a Emmanuel Macron. ¿Cómo le ve usted hoy?

R. No es alguien fácil de entender. Pienso que tiene un fuerte sentimiento de superioridad intelectual y no entiende la situación. Sigue creyendo que es joven, que lo ha trastornado todo y que lo va a trastornar todo. Políticamente es verdad. Ha destruido la izquierda, al Partido Socialista, y casi ha destruido el partido de derecha, los Republicanos. Su operación ha sido un éxito, ha construido un bloque central que es mayoritario. Es una idea banal lo que le diré, pero los presidentes de la República tienden a perder el contacto.

Macron tiene un fuerte sentimiento de superioridad intelectual y no entiende la situación”

P. ¿Votó usted a Macron?

R. Esto no hay que decirlo. Primero, porque estoy a favor del voto secreto, es un principio importante. Y no quiero intentar influir a mis lectores, no es mi idea de mi relación con el lector.

Antes de dar la entrevista por acabada, se le pregunta a Houellebecq si se puede ir a su casa para fotografiarlo. Y responde: “Verdaderamente, preferiría no hacerlo. Estoy en un estado triste. Tengo un aspecto agotado. Cuando me miro al espejo, me doy miedo. No duermo. No es el mejor momento”.

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Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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