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Ricardo Moya, comunicador y músico: “La gente siempre me ha contado su vida”

El artífice del programa ‘El sentido de la birra’ ha conocido el éxito realizando entrevistas largas en internet. Ahora cumple su sueño largamente esperado de sacar un disco y un libro homónimos, ‘Carne en pijama’

Ricardo Moya, entrevistador y músico, retratado en el Hotel de las Letras, en Madrid.
Ricardo Moya, entrevistador y músico, retratado en el Hotel de las Letras, en Madrid.Jaime Villanueva
Sergio C. Fanjul

Ricardo Moya (Burjassot, Valencia, 34 años) es un tío majo. Dicen muchos de sus entrevistados que con él es fácil abrirse en largas y reposadas conversaciones. Empezó en internet haciendo entrevistas a cómicos, en su programa El sentido de la birra, y ha conseguido atraer a su esquina de la Red y de la barra del bar a personajes como Andreu Buenafuente, Inés Arrimadas, Risto Mejide, Ana Curra, Pablo Motos, Leticia Dolera, Nacho Vegas, Inés Hernand o el grupo Camela, así hasta cerca de 350 ediciones. Sus vídeos tienen alrededor de un millón de visualizaciones al mes. Ahora cumple su sueño largamente esperado, sacar un disco, Carne en pijama, acompañado de un libro autobiográfico del mismo título ilustrado por Ana Müshell y publicado por Espasa.

Pregunta. Ya que estamos en ello, ¿cómo se hace una buena entrevista?

Respuesta. Con curiosidad. Con genuino interés. Esa es la clave. Hoy en día es muy común que la gente, más que escuchar, esté pensando en lo que va a decir a continuación. Hay que escuchar de verdad.

P. Usted antes andaba a otras cosas. ¿Cómo aprendió?

R. Trabajé muchos años en hostels de mochileros, y creo que de ahí viene mi formación. Mi misión era hacer que la gente se sintiera a gusto y entablaba muchas conversaciones. Como charlaba con mucha gente viajera, las conversaciones se parecían, así empecé a preguntarles no solo sobre el viaje, sino sobre ellos mismos.

P. ¿Qué se contaban?

R. De todo. Por ejemplo, vino una exmarine estadounidense que había dejado el Ejército porque dos compañeros habían muerto. Etcétera. Pero lo importante es que a la gente le gusta hablar de sí misma. Esa fue mi mili como entrevistador.

P. Hace usted entrevistas muy largas, en un mundo ajetreado donde prima lo inmediato.

R. Creo que cuanto más real es lo que ofreces, más interés tiene. La gente nota que dentro de todo este ajetreo, aquí hay algo donde se profundiza, donde se ve bajo la superficie, aunque sea una ilusión. Por lo demás, no creo que yo pudiera profundizar demasiado en una conversación breve. Hay quien sí lo consigue.

P. ¿Se bebe tanta cerveza en El sentido de la birra?

R. Bueno, ha habido épocas. En algunos programas hemos salido dando vueltas. Por ejemplo, con el rapero Kase.O, que siempre ha sido uno de mis ídolos, salimos bastante perjudicados.

Ricardo Moya, escritor y 'videopodcaster', en el Hotel de las Letras en Madrid.
Ricardo Moya, escritor y 'videopodcaster', en el Hotel de las Letras en Madrid. Jaime Villanueva

P. Charlar bebiendo cerveza es bastante normal, pero no se había creado un formato así. ¿Cómo se le ocurrió?

R. Yo trabajaba en el bar Mediterráneo, en Barcelona, como camarero y de lo que fuera. Cuando pensé en hacer entrevistas, me resultó natural hacerlo en el bar, como cuando acabábamos allí cinco personas bebiendo birras y arreglando el mundo. Empecé entrevistando a gente de la comedia, para aprender. Después de entrevistar a Berto Romero la cosa explotó y fuimos llegando a más entrevistados. La gente aceptaba a venir. Era una época en la que yo escuchaba mucho podcast estadounidense, cuando el bum no había llegado aquí.

P. ¿Cómo qué?

R. Eso, conversaciones largas y distendidas, como The Joe Rogan Experience o WTF, con Marc Maron. Aquí no había nada parecido.

P. Usted venía de hacer mil trabajos diversos para sobrevivir… ¿Qué piensa cuando lo empieza a petar?

R. Mucha cautela. No me gusta emocionarme, porque nunca sabes. Pero Marc Sanz, uno de mis socios, con el que he montado la productora Malencia, me dijo que eso se podía monetizar. Yo no tenía ni idea de esas cosas. “Esto podemos convertirlo en tu trabajo”, me dijo. E invirtió su pasta en ello.

P. ¿Cuáles eran esos trabajos de supervivencia?

R. Antes de la pandemia ya había dejado el hostel. Pero tocaba versiones en bares y restaurantes. Es hacer que la gente cante, como una verbena de una persona, como una mezcla de dj, músico y animador sociocultural. También hacía paellas a domicilio y tocaba en la casa de la gente. Daba clases de cocina para niños… Desde los 13 años trabajo en cosas relacionadas con la cocina, inspirado por mi abuela, que cocinaba muy bien.

P. Usted se crio en un bar de rock.

R. El bar de mis padres, se llamaba Trop, en Valencia. Muy auténtico. Era una ebullición de punkis, heavys… Los Reyes Magos que venían eran unos punkis disfrazados, amigos de la familia. Yo jugaba al pinball, y me enfrentaba a quien me quería quitar la máquina: “Oye, que el bar es de mi padre y jugaré lo que quiera”. Era la actitud que mamaba. Lo recuerdo como algo guay, pero tampoco le daba importancia al rock, era lo que sonaba de fondo.

P. ¿Qué le gustaba entonces?

R. Cuando fui adolescente me metí en el sonido makina: Pont Aeri, Chimo Bayo y todo eso. Esa era mi música. Era un cigoto de makinero. Pero eso cambió cuando apareció Ska-P, que me hizo regresar al rock y reencontrarme musicalmente con mis padres. Mi madre es fan de Suzi Quatro y Guns n’ Roses, mi padre es más de Springsteen y la Creedence.

P. ¿Cómo se rebela un chaval cuando sus padres son roqueros?

R. Nunca he sentido la necesidad de rebelarme contra ellos. Eran muy OK. Teníamos una relación de mucha confianza. Yo siempre les contaba lo que hacía: que había llegado tarde o que me había emborrachado o drogado. Era hiperhonesto para darles a entender que yo iba a hacer lo que quisiese, pero que les iba a contar la verdad.

Yo no tenía ni idea de esas cosas, pero fue mi socio quien me dijo que podía convertir el videopodcast en mi trabajo

P. ¿Por qué su libro y su disco se llaman Carne en pijama?

R. Es a lo que nos reducimos como especie, algo tan mundano como un pedazo de carne que podría ser devorado por un depredador (que no existe). Pero a la vez somos tan sofisticados como para haber desarrollado una prenda que solo sirve para dormir.

P. Además de su videopodcast y su disco-libro, tiene su productora, sus shows en directo, un podcast con Flavita Banana… ¿Cómo vive el futuro incierto alguien que emprende tantos proyectos?

R. Dice Woody Allen que la vida es una absoluta pérdida de tiempo que hay que llenar de cosas que no te permitan pensar en ello. Estamos en un caos, que mejor que centrarse en el presente currando en algo que te motiva.

P. ¿Cuáles de sus entrevistados le han causado especial impresión?

R. Ha sido una fuente para hacer amigos, como Flavita Banana, que ahora es supercercana. O Albert Pla, con el que ahora tengo muy buena conexión y me ayuda mucho con la música. He podido conocer a ídolos de la adolescencia como Kase.O, Kutxi Romero de Marea o a Uoho de Platero y tú y Extremoduro.

P. Dice que su libro es la autobiografía que nadie le había pedido. ¿Por qué lo ha hecho?

R. De alguna manera, El sentido de la birra ha sido el camino largo para llegar a hacer un disco, que llevaba intentando hacer desde hace diez años. Y el libro es la explicación de ese camino largo.

P. La gente dice que es fácil abrirse con usted.

R. La gente siempre me ha contado su vida. Me monto en un taxi, y el taxista me cuenta todas sus movidas. No me gusta rajar de la gente, guardo bien secretos. Un amigo me dice que es que a mí me cae todo el mundo bien. Bueno, tampoco es eso, pero intento ver no solo lo malo. El juicio constante de los demás nos limita mucho.



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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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