Directoras de orquesta, la igualdad que no termina de llegar
Aunque la situación ha mejorado, las profesionales denuncian que el cambio es lento y aún son pocas las alumnas que quieren estudiar esta especialidad
“¿Alguien que se atreva con Stravinski aunque no esté pulida esta parte?”. Silencio indeciso entre los alumnos de dirección de orquesta que asisten a la clase práctica en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Cuando parece que habrá forzosos en vez de voluntarios, Soledad Rubio se levanta. Menuda, seria, se enfrenta a la orquesta sin batuta porque esta vez quiere ver si consigue otros matices con las manos; aunque es su mirada la que da órdenes contundentes. Rubio cursa cuarto, el último curso de esta especialidad, y es la única mujer de su clase. Una de cinco. La proporción habitual en el centro. Entre los músicos de la orquesta, sin embargo, ellas son mayoría.
¿Por qué tan pocas chicas quieren ser directoras? “No lo sé. En el conservatorio tenemos la orquesta llena de mujeres, saben lo que es la dirección, lo están viendo. Aquí suelen venir de otras carreras y quizás ellas aman más lo que hacen… No lo sé. Sería muy incauto por mi parte aventurar una hipótesis, pero la verdad es que ocurre y en todas partes”, explica el profesor Juan Luis Martínez. Rubio es alumna suya. También Laura de las Heras, Marta Fernández y Verónica Sánchez. Son las únicas mujeres entre los estudiantes de dirección de orquesta en el centro. Todos, chicos y chicas, suman cerca de 20 y la mayoría asiste ahora a esta clase práctica.
Si no le toca dirigir, Rubio escucha seria, hierática. La espalda recta, el pelo en un semirecogido que le despeja el rostro, sus brazos en un perfecto ángulo de 90 grados y la partitura sobre sus manos. A Marta Fernández, sentada a pocos metros, el pelo largo y rizado le cae hacia adelante porque tiene la espalda arqueada y la barbilla pegada al pecho para poder leer la partitura en el iPad que reposa sobre sus rodillas. Así sus manos pueden volar libres. La música le hace dar respingos en su butaca y agitar a espasmos la batuta que empuña con su diestra como si estuviera en clase de magia. Cada una entiende la música a su manera y las cuatro alumnas se enamoraron de la dirección de formas distintas. Pero existen puntos en común. Todas admiraron solo a referentes masculinos. Todas se fijan ahora en la carrera de la mexicana Alondra de la Parra. Y ninguna ha oído que la dirección de orquesta no es asunto de mujeres. Tampoco sabe ninguna de ellas que a Alondra de la Parra sí le ha tocado escucharlo.
“Cuando comentaba a amigos de mis padres que quería ser directora de orquesta, la respuesta inmediata era: ‘Pero si no puedes porque eres mujer’. Y no lo decían con mala onda, les salía en ese momento”, recuerda por teléfono la directora mexicana. Cuenta que cuando se decidió por la dirección la idea sonaba “muy loca”, porque no había referentes femeninos. Encontró su propio camino y con los años se ha convertido en modelo para otras generaciones. Su nombre incluso se barajó hace poco para dirigir la Orquesta y Coro Nacionales de España, aunque finalmente renovó su contrato David Afkham. Ella ha podido, pero ese “no puedes” también ha estado presente en su carrera y lo ha sentido sin necesidad de oírlo: “Lo importante es cuánta gente lo dijo en su mente. Eso es imposible saberlo, pero sí se siente”.
De la Parra ha vivido situaciones amargas, como enterarse de que a otro compañero le han pagado más. Le ha ocurrido en varias ocasiones, pero da detalles de una de ellas. “Sí me enfureció, sobre todo porque era una orquesta que llevaba años queriendo trabajar conmigo, me invitó y me pidieron que sugiriera al solista”. A la directora le ofrecieron una cantidad que le pareció algo baja. Intentó que fuera más, pero la orquesta se negó: bajo ningún concepto podían mejorar la oferta, así era por estatuto. De la Parra aceptó y con el tiempo se enteró de que al solista sí que le pagaron más que a ella. “Un solista que no conocían, que yo recomendé… ¿Cómo puede ser que ahí sí pudieran hacer una excepción y en mi caso no?”.
La igualdad, cree la directora, aún está lejos: “No estamos ni a la mitad del cambio, estamos aún al principio”. Y no tiene respuesta a por qué hay tan pocas jóvenes que quieren estudiar dirección. Tiene mucho que ver, aventura, con que siempre ha sido una profesión de hombres. Y apunta otro posible motivo: “No es nada fácil llevar esta carrera como madre. Si quieres ser mamá y directora, yo diría que oscila entre lo imposible y lo muy imposible”. Ella llevó a sus hijos en sus viajes por las orquestas del mundo hasta que cumplieron seis años. Pero los gastos del traslado corrían a su cargo. “Esos seis años se me fue el 80 o 90% de lo que yo ganaba en pagar el llevar a mis hijos”, asegura.
A Virginia Martínez le resultó más fácil. Su maternidad coincidió con su debut como titular de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. “La titularidad me la dieron dos hombres y confiaron en mí estando embarazada de ocho meses. Me incorporé a los dos meses de dar a luz porque me concedieron todo lo que yo pedía: un camerino para tener a mi bebé con una cuna, que estuviera mi madre y yo poder dar allí el pecho. Luego nació mi otra hija y mi camerino seguía lleno de pañales y partituras mezclados”, recuerda la directora murciana. Sabe que la situación no es de paridad y que otras compañeras sí han sufrido el azote del machismo. Pero ella solo ha tenido dos malas experiencias y las dos por parte de mujeres. Una, recuerda, le soltó a la cara que no podía soportar que una mujer la dirigiera. Si ha habido más miradas, gestos, comentarios a hurtadillas… no les ha prestado atención.
En España hay 35 orquestas sinfónicas (incluidas dentro de la Asociación Española de Orquestas Sinfónicas) y solo dos de ellas tienen a una mujer como directora titular. Martínez en Murcia, donde lleva más de diez años, y Marzena Diakun, directora de la Orquesta y Coro de la Comunidad de Madrid desde 2021, que no ha querido participar en este reportaje. El porcentaje es bajo y Martínez cree que el camino hacia la igualdad pasa por aumentarlo: “El arma más potente que tenemos las directoras es subirnos a una tarima. Es la esperanza más válida que pueden tener las chicas que están empezando, una forma de decirles que se pueden conseguir los sueños. Si no lo ven, no lo van a creer. Alondra de la Parra es una excelente directora o Marin Alsop, titular de la Orquesta Sinfónica de Radio Viena, pero también es importante contar con algo más cercano a la gente. Tener a una mujer de titular en la orquesta de una ciudad favorece mucho que ese conservatorio aumente el número de féminas en su alumnado de dirección”, defiende.
Como ejemplo de que hay que combatir desde la normalidad, cuenta la directora que su hija se interesó por una partitura que ella estaba estudiando. Buscaron la pieza en YouTube para que escuchara esa música y eligieron el primer resultado: Valeri Guérguiyev en el teatro Mariinsky de San Petersburgo. “Su primera reacción fue: ‘¡Uy! ¿Un hombre dirigiendo? ¡Qué raro!’ Claro es que ella me ha visto a mí toda la vida. La normalidad es lo que nosotros asociamos a nuestro día a día”.
Martínez menciona a Marin Alsop, una directora estadounidense pionera en muchos de los pasos que sigue empeñada en reducir la brecha de género. En 2003 creó la beca Taki Alsop para apoyar a las jóvenes directoras. Y en 2022 Irene Delgado-Jiménez y Julia Cruz se convirtieron en las primeras españolas reconocidas por la fundación. Delgado-Jiménez, nacida en Algeciras, fue nombrada para el periodo 2022-2024 miembro asociado. “Este programa cambia el mundo. Ahora está de moda invitar a mujeres porque hay que cubrir un cupo, pero no les damos apoyo de verdad. Marin da esa beca para que no tengamos que pasar ciertos calvarios. Ella alucina de que aún ocurra. El problema es que aún ocurre. Ha sido la primera en muchas cosas, pero no cambia tanto como debería. Y siempre hay el peligro de que vaya hacia atrás”, cuenta por zoom desde Viena.
Las tres directoras aprovechan también para hacer un alegato: quieren hablar de música. Que, al igual que a ellos, se les pregunte por sus proyectos, sus inquietudes. De la Parra solo recuerda una entrevista, en toda su carrera, en la que no estuviera presente el tema de la igualdad. Y al terminar estaba tan agradecida que abrazó al entrevistador. Martínez sabe que es parte de su responsabilidad y a Delgado-Jiménez le agota responder siempre a lo mismo. “Cuando las preguntas van encaminadas a nosotras como víctimas de un sistema, termino muy cansada. Si las preguntas crean algún tipo de esperanza, entonces es diferente. Escuchar tantas veces que no vives en igualdad es muy duro. No sé si me dejarán de preguntar por eso. Quizá no ocurra o a lo mejor yo algún día decido no hacer ese tipo de entrevistas. Decir hasta aquí he llegado. Pero no sé si podré permitírmelo tampoco”. La primera solución entonces, para la directora de Algeciras, pasa porque ser mujer deje de ser noticia. La segunda, continúa, por darles un apoyo real. Y desde luego no ayudan, cree, películas como Tár, protagonizada por Cate Blanchett y candidata a los Oscar.
Tár narra la historia de una directora de éxito en un tiempo tan presente que hasta menciona la pandemia. Pero cualquier parecido con la realidad, en lo que a igualdad se refiere, parece coincidencia. Las directoras no firman con la Deutsche Grammophon (Mirga Gražinytė-Tyla se convirtió en 2019 en la primera y única), no tienen interesantes entrevistas en las que se obvie que son mujeres y prime su forma de entender la música o sus proyectos presentes y futuros. Y no parece que Marin Alsop crea que es el momento de abrir su beca a ambos sexos, como sí se lo plantea la protaganista de la película, que gestiona un proyecto similar. Quizás se debería haber llegado a ese punto, pero la realidad es otra.
La situación de las directoras ha mejorado, pero ellas denuncian que el ritmo es lento. Siguen siendo minoría al frente de las orquestas y entre los estudiantes. Sigue habiendo pocos referentes femeninos en los que fijarse. Siguen teniendo que escuchar al presidente de la Filarmónica de Viena decir que no hay mujeres preparadas para dirigir el Concierto de Año Nuevo. Se han dado pasos hacia adelante y se deben celebrar, pero lo que reclaman ahora las directoras es que el tempo deje de ser lento y se convierta en allegro.
Babelia
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