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Los misterios del asalto al Banco Central de Barcelona que marcó una Transición convulsa

Un libro de la periodista Mar Padilla repasa los hechos que sucedieron en mayo de 1981 y refuerza el relato de una época no tan modélica como se suele recordar

Sergio C. Fanjul
Atraco Banco Central Barcelona 1981
Primera salida de los rehenes del atraco al Banco Central, con una ambulancia del Ayuntamiento aparcada en la plaza de Cataluña de Barcelona.Antonio Espejo

El 23 de mayo de 1981, un grupo de encapuchados irrumpió en el Banco Central de Barcelona y amenazó con volar por los aires el edificio, de siete plantas, con casi 300 rehenes dentro. Ese día se cumplían tres meses del intento de golpe de Estado del 23-F y España era un país, al final de la Transición, donde todo era posible, tanto la esperanza como el desastre. Por eso, el asalto al banco situado en la plaza de Cataluña sobrecogió al país, particularmente porque los atracadores pidieron la liberación del teniente coronel golpista Antonio Tejero y tres de sus colaboradores, presos a espera juicio. El secuestro duró 37 horas. Los atracadores no consiguieron ninguno de sus objetivos y solo hubo que lamentar una víctima mortal, uno de los asaltantes, alcanzado en la cabeza por un francotirador. Pero los motivos de aquel asalto aún siguen siendo un misterio de la historia reciente española.

“Es uno de los grandes misterios de la Transición que se ha quedado ahí, como tirado en la calle”, dice la periodista Mar Padilla, autora de la reciente crónica Asalto al Banco Central (Libros del K.O.), una recreación de los hechos, acaecidos durante la presidencia de Leopoldo Calvo-Sotelo, y una exploración de las intrigas elaborada con unos 80 testimonios durante tres años de pesquisas. “Se trata de un momento muy delicado, muy vulnerable de la democracia española”, explica la autora, “hay cierta psicosis golpista, pero con razón”. “Se dan asesinatos, complots… El fogonazo del 23-F dejó en la oscuridad muchos otros movimientos parecidos. Es un momento eléctrico”.

Una tanqueta de la Guardia Civil, durante el asalto al Banco Central.
Una tanqueta de la Guardia Civil, durante el asalto al Banco Central.Raúl Cancio

¿Qué pasó en el Banco Central? No sé sabe a ciencia cierta, pero se manejan hasta tres tesis, que incluso podrían ser complementarias. La primera es que los atracadores buscasen dinero, que no consiguieron debido a la mala planificación: los muros del banco, que pretendían taladrar para acceder al botín, eran de piedra y no de hormigón, y no lograron agujerearlos con el humilde taladro Black & Decker que llevaban. La segunda es que fueron contratados por ignotos grupos de extrema derecha para colaborar a la desestabilización de un país ya de por sí desestabilizado. Y la tercera, defendida por José Juan Martínez, cabecilla de la expedición, es que los asaltantes tenían el encargo del flamante jefe del Cesid, el teniente general Emilio Manglano, de recuperar unos documentos que supuestamente implicaban al rey Juan Carlos en el 23-F.

“Creo que la primera es obvia, los atracadores querían llevarse el dinero”, dice Padilla, “respecto a la segunda y la tercera no tenemos ninguna prueba”. La huida de la cárcel Modelo de Barcelona en 1978 (una prisión ahora en el imaginario por la película Modelo 77) pudo servir de inspiración a los atracadores, que no consiguieron escapar y que recibieron penas de entre 35 y 41 años de cárcel por robo con violencia e intimidación (con los agravantes de reincidencia y disfraz), detención ilegal y tenencia ilícita de armas. “Pensábamos que iba a ser más fácil, que íbamos a escaparnos tranquilamente por las cloacas”, dice en el libro uno de los implicados.

El ‘Número Uno’

Esta historia tiene un protagonista indiscutible, el citado José Juan Martínez, también conocido como El Rubio, un almeriense nacido en 1956 que se inició en el mundo de los atracos a los 12 años blandiendo una escopeta recortada, que luego militó largamente con los anarquistas de la CNT y que, en una de sus estancias en prisión, fue miembro del colectivo de presos Copel, circunstancias que restan verosimilitud a algunas de las tesis que tratan de explicar el asalto vinculándolo a la extrema derecha: es posible que los asaltantes reclamasen la liberación de Tejero solo para ser considerados terroristas y no delincuentes comunes. Así podrían ganar tiempo en los trámites policiales.

José Juan Martínez Gómez, el líder de la banda de atracadores.
José Juan Martínez Gómez, el líder de la banda de atracadores.

“Entre torturas y palizas [Martínez] había llegado a la conclusión de que es mejor ser delincuente que anarquista”, se lee en el libro: el anarquismo era una de las obsesiones represivas del régimen. “José Juan se tomaba los atracos como una vocación, como un trabajo”, dice Padilla. Hoy en día sigue concediendo entrevistas para hablar de aquel suceso, que considera la gran hazaña de su vida, y de aquel periodo histórico, apasionado por la política. En la crónica varios testigos le describen como un tipo altivo, bien pagado de sí mismo, que disfrutaba siendo el protagonista de aquel atraco, rodeado de los más de 1.350 agentes de seguridad que se habían congregado fuera del banco. El “Número Uno”, se apodaba. “Es un antihéroe”, dice Padilla.

La narración de la periodista presenta un país en el que todo se hace a salto de mata, donde campa la indolencia y la improvisación, donde las conversaciones telefónicas entre policías y ladrones casi suenan a opereta. Unos años también duros, en los que estalla el terrorismo de ETA, el de la extrema izquierda y el de extrema derecha, una gran conflictividad social, además de un gran número de atracos. No paraban de pasar cosas y así no había forma de poner en pie la democracia con cierta calma. Esta forma de ver la Transición engarza con un relato que se reivindica en los últimos tiempos, a través de diversas publicaciones, que huye de visiones complacientes y pone el foco sobre lo convulso de aquellos tiempos. Unos 700 muertos a causa de la violencia política en siete años, según el estudio El mito de la Transición pacífica. Violencia y política en España (1975-1982) de la historiadora Sophie Baby, publicado por Akal. “El relato de la Transición modélica se está resquebrajando”, señala Padilla.

“Cuando necesito dinero, voy al banco”

Los atracos era un suceso común en aquel joven posfranquismo, y eran practicados por diferentes perfiles: los anarquistas, los quinquis, los hijos rebeldes de la burguesía, los toxicómanos o los necesitados “hijos del agobio”. “De igual manera se pensaba que cualquier cosa era posible en el ámbito político o cultural. Además, la crisis económica empujaba a mucha gente. José Juan Martínez solía bromear: ‘Cuando necesito dinero, voy al banco”, explica Padilla. Hoy los atracos ya no son lo que eran: no hay tanto dinero en efectivo en las sucursales y las medidas de seguridad son más efectivas; hay menos gente dispuesta a jugársela. Eso sí, el gran éxito mundial de la industria audiovisual española es La casa de papel, la serie de Netflix que trata sobre un atraco en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre.

Interior del banco al día siguiente de la liberación de los rehenes.
Interior del banco al día siguiente de la liberación de los rehenes. RICARDO MARTÍN

“Restaurar los vestigios de verdad de un suceso es complicado, porque muchas veces permanecen sepultados bajo toneladas de opiniones, propaganda y vaguedades”, escribe Padilla. Al final, esta crónica del asalto al Banco Central de Barcelona, más allá del relato de un suceso y de una época, es una reflexión sobre la naturaleza de la verdad, que muchas veces no es unívoca, sino borrosa y esquiva. Sobre eso piensa Padilla cada vez que pasa por la barcelonesa plaza de Cataluña, atravesada de turistas, y ve el edificio, ahí donde desemboca la Rambla. En ese solar hay pasados sangrientos: en un hotel precedente, durante una juerga privada con champán y cocaína, alguien sacó una espada de samurái y empezó a cercenar brazos y piernas para acabar degollándose. Pero eso es otra historia. Ahora hay una tienda de Primark. “La ficción es fulgor, la realidad, barro”, concluye su libro.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.

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