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En el pequeño y obsesivo estudio de Lucian Freud: así diseccionaba la carne el pintor

El Museo Thyssen inaugura una gran antológica sobre el artista en el centenario de su nacimiento

Lucian Freud
Unas mujeres observaban el cuadro de Lucian Freud 'Retrato del lebrel' (2011) en el Museo Thyssen-Bornemisza en Madrid.Andrea Comas
Ana Marcos

Cuando una persona entraba en el estudio londinense del pintor Lucian Freud para ser retratada sabía que iba a estar metida durante muchas horas en un espacio muy pequeño sumido en un caos artístico. En ningún caso debía irse hasta que el artista lo decidiera. El resultado nunca era halagador, pero el nieto de Sigmund Freud no mentía, antes de pasar por la puerta les advertía de que iba a tardar mucho y de que la pintura final sería algo así como el trabajo de un forense. “Intenta captar el paso del tiempo y con su manera de pintar, con la acumulación de pintura, crea ese efecto de deterioro”, describe Paloma Alarcó, comisaria de la exposición Lucian Freud. Nuevas perspectivas, en el Museo Thyssen de Madrid hasta el 18 de junio.

Todos los retratados aceptaban el acuerdo. Freud podía tardar más de 100 horas en terminar un cuadro. Así que las sesiones se hacían eternas. Algunos acudían a su estudio por la mañana, otros tenían la sesión de noche en un espacio con las ventanas veladas. Por eso, es habitual que en sus pinturas los protagonistas aparezcan dormidos. Lo que no se ve en esta antológica, que primero pasó por la National Gallery de Londres y coincide con el centenario del que fue uno de los grandes pintores del Reino Unido, son síntomas de enfado. Algunos de sus personajes, en la mayoría de los casos su familia y amigos, han dejado por escrito en varios libros que aceptaban ser parte del ritual de un hombre al que describían como cautivador y con una personalidad muy atractiva. “Freud no paraba de hablar y además elegía los temas según el modelo”, explica Alarcó en un paseo por la exposición.

Jerry Hall, modelo y exmujer de Mick Jagger, fue una de las pocas que no tuvo paciencia. La consecuencia está en el cuadro Gran interior, de 1998. La también actriz aparece en segundo plano amamantado a un bebé, pero su cabeza es la de un hombre, la del asistente de Freud, David Dawson.

Al barón Thyssen, coleccionista y admirador de Freud, lo retrató en dos ocasiones. Les gustaba hablar de arte, recuerda la comisaria. En una de las dos pinturas, la más pequeña, el fundador del museo aparece con un fragmento de la obra de Antoine Watteau Pierrot contento, de hacia 1712, perteneciente a la colección del barón. Es una reproducción que Freud pinchó en la pared. No solo fue un guiño a su retratado, sino también una muestra más de la admiración que el artista tenía por los grandes maestros. “Le interesaba mucho Tiziano, Velázquez, tenía piezas de Rodin, Courbet”, explica Alarcó. Freud tenía un pase nocturno para la National Gallery, donde pasaba horas mirando cuadros. “En Madrid siempre visitaba el Prado”, acompaña la responsable de la exposición.

Detalle del cuadro de Lucian Freud 'Hombre en una silla (Barón H. H.
Thyssen‐Bornemisza)' de la exposición 'Lucian Freud. Nuevas Perspectivas' en el Museo Thyssen-Bornemisza.
Detalle del cuadro de Lucian Freud 'Hombre en una silla (Barón H. H. Thyssen‐Bornemisza)' de la exposición 'Lucian Freud. Nuevas Perspectivas' en el Museo Thyssen-Bornemisza.Andrea Comas

Con el barón tampoco hizo concesiones, aunque estas piezas formen parte de su colección de encargos. Esa serie de cuadros que aceptó por el dinero que necesitó en más de una ocasión porque su pasión por las apuestas de caballos le llevó a la ruina en tres ocasiones. En el segundo retrato, de tamaño más grande, el coleccionista aparece sentado, apoyando sus manos sobre sus piernas, unas manos enormes, deformadas, casi como garras. La pieza pertenece a su hija Francesca Thyssen que ha anunciado que la donará al museo. Hans Heinrich Thyssen-Bornemisza fue durante cuatro años a su estudio, y como el resto de las personas a las que pintó, nunca posó. “Freud decía que cuando alguien posa no está natural y que cuando pasaban horas y horas delante de él, aunque recibieran indicaciones precisas, empezaban a dejar que su propio yo saliera hacia fuera”, cuenta Alarcó.

Una trabajadora observa el cuadro 'Cabeza de muchacha', en el Museo Thyssen.
Una trabajadora observa el cuadro 'Cabeza de muchacha', en el Museo Thyssen.Andrea Comas

Es fácil identificar a quienes pintó Freud, aunque él nunca incluyó nombres propios en sus títulos. Su hija, por ejemplo, es Cabeza de muchacha. Sus cuadros de parejas homosexuales son Dos hombres y Hombre desnudo y su amigo. “Él buscaba un motivo para pintar, no un nombre, un personaje”, aclara Alarcó y remite a una de las frases que se ha impreso en una de las paredes de las salas de la exposición: “El ingrediente sin el cual la pintura no puede existir: PINTURA”. “Es un maestro de las texturas. Siempre decía que le gustaba a través de sus pinceles llevar la realidad hasta el extremo”, continúa la experta, que no lo cataloga como hiperrealista, tampoco lo encuadra en la abstracción, sino que le otorga la categoría de pintor.

Una mujer habla frente al cuadro 'Dos hombres' de Lucian Freud.
Una mujer habla frente al cuadro 'Dos hombres' de Lucian Freud.Andrea Comas

El Thyssen centra la muestra con más de 50 piezas en esta faceta pictórica, con cierto recorrido cronológico, pero tratando de evitar la crítica feminista que lo acusó de “misoginia y homofobia”. “Las mujeres son rubias, casi siempre están desnudas, rosadas al nivel de las mejillas y los genitales, mientras que los homosexuales son pasivos o monstruosos”, escribió. “Los hombres de verdad están vestidos, sentados para ser retratados, con sus arrugas y sus irregularidades representando el carácter”, escribió la historiadora del arte Linda Nochlin en 1993, en ocasión de una exposición en el Metropolitan de Nueva York.

El cuadro de Lucian Freud 'Muchacha desnuda'.
El cuadro de Lucian Freud 'Muchacha desnuda'. Andrea Comas

Alarcó no encuentra una mirada cosificadora sobre las mujeres y asegura parafrasear a una de sus hijas cuando, al ser preguntada por sus retratos desnuda, respondió que no se sentía incómoda porque era el tema habitual de las pinturas de su padre. Daba igual que fueran parte de su familia, de sus amistades más cercanas, sus benefactores o desconocidos, a todos los pintaba desde arriba para reforzar su poder sobre el retratado. “Es una manera de pintar para que se den cuenta de que él es el que domina”, apunta Alarcó. Freud siempre se retrató desde abajo para remarcar esa impronta casi mesiánica.

Una mujer observa 'Durmiendo junto a la alfombra del león'.
Una mujer observa 'Durmiendo junto a la alfombra del león'.Andrea Comas

En un momento de su carrera, dejó de pintar sentado y pasó el resto de su vida, hasta tres días antes de su muerte con casi 90 años, trabajando de pie. Este cambio de perspectiva no le impidió mantener su técnica minuciosa y concienzuda. Lo que sí cambiaron fueron sus pinceles, sus lienzos y sus modelos, cada más voluminosos. Su manera de pintar la carne se hace más cruda y violenta. No esconde verrugas, cicatrices ni protuberancias. Y así murió, pintando de pie, moviendo su cuerpo atlético, aunque baqueteado por las noches de alcohol. No pudo terminar su última obra que expone el Thyssen. Es un retrato con un hombre desnudo, al que mira desde arriba, a su lado un perro tumbado, otra de sus obsesiones, los animales. En el can está su última pincelada.

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Sobre la firma

Ana Marcos
Redactora de Cultura. Forma parte del equipo de investigación de abusos en el cine. Ha sido corresponsal en Colombia y ha seguido los pasos de Unidas Podemos en la sección de Nacional, además de participar en la fundación de Verne. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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