Muere Linda Nochlin, la inventora de los estudios de género
La historiadora del arte fue la primera en preguntar por la falta de grandes mujeres artistas
El mítico historiador del arte Sir Ernst Gombrich repetía a menudo cómo las preguntas, para generar respuestas relevantes, debían ser genuinas. La “pregunta genuina” se convertía de este modo en un ejercicio de inteligencia que se acaba por perseguir durante la vida entera; una aproximación al nombrar; un intento de acercarse a ese punto en el cual los modos de ver dan un giro inesperado y exigen volver a mirar el mundo con ojos limpios ─que es tanto como decir críticos─.
Tal y como ocurre con los matemáticos ilustres, a Linda Nochlin la “pregunta genuina” le asaltó aún joven, sin haber cumplido los cuarenta, cuando en 1970 decidió plantear algo que, por obvio ─y por valiente─, nadie hasta entonces había planteado: ¿por qué no ha habido grandes mujeres artistas? El artículo aparecía un año más tarde en ARTnews y ponía el dedo en la llaga de ese asunto feo instalado en los cimientos más profundos de la Historia del Arte tradicional, la que se iba al traste entonces y para siempre.
El discurso al uso de la disciplina no había tenido en cuenta a las mujeres, aunque no solo. Su puesta en escena de excepciones positivas ─Leonardo, Miguel Ángel, Rafael─, regidas además por un concepto de “calidad” que se (re)presentaba como indiscutible, era otro territorio para las exclusiones que apartaba todo aquello fuera del canon impuesto. Con su reflexión, Linda Nochlin dinamitaba siglos de consenso y a ella le debemos el cambio de paradigma en la Historia de Arte, dado que a las mujeres excluidas se fueron sumando otras exclusiones en base a la opción sexual ─estudios queer─ o raza ─estudios poscoloniales─ o baja cultura ─estudios visuales─.
Pero Nochlin no fue sólo la inventora de los estudios de género ─y todo lo que les siguió─. Después de una sólida formación en filosofía tras su paso por Vassar College ─uno de los centros de educación superior más prestigiosos de la Coste Este y comprometido con cierta educación femenina diferente─, Nochlin, nacida en Brooklyn en 1931, estudió literatura en Columbia e hizo un doctorado en el Instituto de Bellas Artes de la New York University, donde regresaría como catedrática hasta su jubilación. Aguda experta en Courbet y la producción pictórica y literaria en Francia durante esos años, fue una de las comisarias de la muestra donde Nochlin hizo alarde, una vez más, de su mirada aguda: en la muestra del Brooklyn Museum se exponía públicamente por primera vez El origen del mundo, una de las pocas obras con contenido sexual explícito de la historia de la pintura.
Profesora dedicada y creativa, fue una maestra para todas las historiadoras ─y los historiadores─ del arte de las siguientes generaciones y un ejemplo a la hora de abordar y releer la disciplina con una mente abierta, para los que tuvimos la suerte de asistir a sus seminarios de pintura realista francesa en el City University College de Nueva York. Conferenciante generosa, comentaba a menudo cómo le gustaba viajar, compartir sus ideas con diferentes públicos, pues “su trabajo era provisional”, dado que “la historia del arte feminista ─como el feminismo─ es un producto de hablar y escuchar”.
En el que debió ser su primer viaje a España, invitada en 1986 al I Col’loqui d’Historia de la Dona, alguien le formuló una pregunta a la moda entonces desde el feminismo: ¿qué pensaba de la pornografía? Su respuesta fue taxativa: nada en contra si le permitiera pasarlo bien. Esa respuesta, maravillosa e inesperada a mediados de los 80 para alguien como Linda Nochlin, nos dio a muchas de las presentes una clave inestimable: el pensamiento, para ser genuino, debe ser siempre propio.
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