“Intento no convertirme en Antonio de la Torre haciendo de Antonio de la Torre”
El actor más nominado de la historia de los Goya, que presenta junto a Clara Lago la gala de este año, cierra una década “gloriosa” e inicia una “etapa de transición” en la que arriesgar para no perder la pasión por su oficio
Entrevistado y entrevistadora nos conocemos de otras veces. Es esta, en cierto modo, una entrevista entre colegas. De la Torre fue periodista antes que intérprete y, aunque no ejerza, no parece que se haya cortado del todo la coleta, al menos en lo tocante al impulso de hacer preguntas y a la curiosidad por el prójimo. Nos vemos en un café del centro de Madrid en cuyo sótano transcurre una reunión preparatoria de la gala de los Goya. A la hora acordada, sube a la sala, seguido por la actriz y copresentadora, Clara Lago, de la que se despide cariñoso, se pide una copa de sobremesa y se dispone a la charla. Bigarren, su representante de toda la vida, un vasco afable y reservado, se queda a la conversación y, aunque no interviene si no se le requiere, no puede evitar cabecear, poner los ojos en blanco y reírse de tapadillo de vez en cuando ante las salidas de su representado. La confianza, ya se sabe, que no tiene filtros.
¿Con la que está cayendo ahí fuera, el periodista De la Torre tiene más mono del oficio o alivio por de la que se ha librado?
Fíjate: mi pesadilla recurrente es que no llegué a aprobar la carrera. O que me cambian el sistema de edición de textos, o de vídeo y no sé hacer mi curro. Tuve una época crítica, a los 30, en la que, aunque ya había hecho cosas como periodista y algún papelito como actor, nada cuajaba y llegué a pensar que nunca iba a encontrar una profesión de la que vivir.
¿Tenía plan b?
Bueno, mis hermanos me decían que podría ser administrativo en la empresa de transportes de Málaga donde curraba mi padre, y que siempre tendría un plato de garbanzos en su mesa, pero no terminé de cuajar hasta casi los 40 años y tenían sus dudas. Cómo no iban a tenerlas, si las tenía yo.
¿Y cuándo dejó de tenerlas?
Cuando me dieron el Goya por Azuloscurocasinegro, pero fíjate como sería que, cuando dejé la tele, me ofrecieron tres películas a la vez, una en A Coruña, otra en Barcelona y otra en Madrid, en las mismas fechas. Bigarren me mandó un PDF titulado La locura, diciéndome que era imposible, y yo insistía en que quería hacerlo todo.
¿Por avaricia? ¿Por ego? ¿Por miedo?
Porque tenía, y tengo, síndrome de pobre. Y porque soy competitivo: siempre quiero más. Eso me viene de mi padre, que me decía que había que ser el número uno. Murió en 1986, cuando yo hacía COU, y mi madre, en el 92. Mi pena es que mi padre no me viera recoger un Goya, y lo de mi madre es enternecedor, porque me dijo que no quería morirse sin verme de actor y seis después hice la serie Padre coraje, que fue un exitazo en Andalucía. Uno no deja nunca de ser huérfano, pero eso bien lo sabes tú, que tienes ojos de huérfana.
Ahora es usted el padre-espejo.
Son los círculos de la vida. Los hijos te liberan y te condenan. Ahora va a parecer que hablo en un congreso religioso, y yo no soy nadie para dar lecciones, y menos de felicidad, pero creo que, si no has sido padre o madre te estás perdiendo algo grande.
¿Ser periodista le ha servido de algo para ser actor?
Buah: yo tengo titularacos, tía. ¿Tú sabes cómo me lo pasé yo haciendo El reino, hablando con políticos, jueces y empresarios corruptos? Te lo cuento off-the-record [me suelta detalles suculentos de personajes envueltos en sumarios conocidísimos]. Este es un tema superfronterizo. El mal, la violencia no tienen justificación, pero sí explicación. Y yo necesito entender al otro. La gente está deseando que la escuches. En la soledad hay algo inhumano. Me desentiendo de mí para entender al otro. Creo que, si soy buen actor, es por esa capacidad de olvidarme de mí.
¿Por eso hace tan bien de cabrón?
[Bigarren se ríe] No todo el mundo tiene una razón para hacer algo. Donald Trump querrá a sus hijos, digo yo. Melitón Manzanas, al que interpreté en una miniserie, alguna virtud tendría. Una vez me dijo una directora de casting, Laura Cepeda, que triunfaría cuando se me hiciera la cara. Ahora, que tengo cara de perraco [guiño], supongo que es más fácil. No soy como Bela Lugosi, que decía que dormía en un ataúd para hacer de Drácula. Yo te hago de encerrado en La trinchera infinita y luego me voy a dormir a un casoplón de puta madre que ha puesto producción. Pero bueno, ahí hay un viaje, eso es así.
Ya salió “viaje”, la palabra fetiche de los actores, y actrices.
Bueno, es que tiene algo de eso, y así nos entendemos entre nosotros. Es como lo de percha en periodismo. El viaje del actor sería la percha del periodismo. ¿O tú no me estás entrevistando porque voy a presentar los Goya?
Pues claro. Conociéndolos como los conoce, ¿va a cortar los discursos de sus colegas?
Es verdad que, como espectador, se hacen largos, pero es tu momento y no quieres que se acabe. El otro día cronometré el mío por El reino: dos minutos cuarenta, una eternidad, y, encima, se me olvidó mencionar a los trabajadores públicos de la educación y la sanidad: [me recita de memoria el discurso que llevaba preparado] “no necesitáis que se os llene la boca de la palabra patria porque la ejercéis cada día en vuestro trabajo...”.
Ahora es cuando me dice que le gusta pagar impuestos.
Me encanta. Bueno, no tanto, que me he venido arriba con la emoción del discurso. Pero sí, me gusta, siento muy adentro la convicción de pagar impuestos. Leí una vez a un ejecutivo finlandés que decía que pagaba un 50% de impuestos pero, que aun así, ganaba mucho dinero. Pues eso.
¿Se considera bien pagado?
Sí. Bigarren te diría que no, que para nada, pero sí, lo estoy.
Le va a caer la del pulpo. Es un tuitero activo. ¿Qué le aporta?
Aparte de información, es lo que te decía antes de tratar de entender al otro. El otro día retuiteé a Macarena Olona, que, al menos en esa red, ha dado un cambio alucinante: a mí esas cosas me fascinan. Y a Cristina Cifuentes la conocí por Twitter: ella había visto mis películas, estamos en las antípodas ideológicas, pero como seres humanos nos encontramos. Yo es que necesito entender al otro, no solo como actor, sino como ser humano. Creo que es el único camino para sobrevivir con la que tenemos encima. Mira, ahí tienes un titular guapo.
Hagamos un trato. Dígame el titular que le gustaría ver en la entrevista y le hago la pregunta.
[Silencio largo] Joder... hay tantas causas: el cambio climático está muy visto, la polarización, la necesidad de que la izquierda se una para las elecciones...
¿Y algo más personal? ¿Tanto le pesa la responsabilidad social del artista?
Del artista no, del tío, de Antonio. Esos son los temas de los que hablo con otros padres del cole de mis hijos, pero a mí me ponen una alcachofa delante y a ellos no.
No me ha contestado a cuándo se sintió dueño de su oficio.
Es que no fue un día. Fue paulatino. Pero es verdad que, cuando te ves nominado una vez tras otra... empiezas a creértelo. La década de 2010 a 2020 ha sido gloriosa, mucho más de lo que nunca soñé.
¿Y cómo se le presenta esta?
Distinta. Creo que empiezo un tiempo de transición. De intentar hacer otras cosas, como trabajar fuera. O hacer una comedia, o una de miedo. De no perder la pasión. De no convertirme en Antonio de la Torre haciendo de Antonio de la Torre. Mira, otro titular.
Ese es bueno, y lo sabe. Le acaban de nombrar ‘alumno ilustre’ de la facultad de Periodismo de la Complutense. ¿Qué le parece?
Que espero que así se me quiten de una vez las pesadillas.
EL SEÑOR DE LOS GOYA
El hoy actor y entonces aprendiz de periodista Alberto San Juan fue la primera persona que Antonio de la Torre (Málaga, 54 años) conoció en la facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid, a donde vino a estudiar Periodismo desde su instituto de Málaga. Y quien le metió el veneno de la interpretación en el cuerpo. "Yo soy actor por Alberto", dice hoy De la Torre, que tuvo en Máximo, el gran humorista gráfico y padre de su amigo, "lo más parecido a la figura paterna" en la capital, dado que acababa de enterrar a su padre. Hoy, 35 años más tarde, De la Torre, es el actor más citado en la ceremonia de los Premios Goya, con 14 nominaciones y dos galardones, por Azuloscurocasinero y El reino. El próximo 11 de febrero presentará la gala de 2023 junto a la actriz Clara Lago.
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