En busca de otro modelo para los museos: repensar su papel más allá del arte
La 60ª conferencia de CIMAM, el comité que representa a las salas modernas y contemporáneas, ofrece nuevos modelos limpios de colonialismos
Hace tiempo que la palabra colonialismo parece ligada a los museos como si fuera su inevitable bomba de destrucción instantánea. La visión más simplista apunta hacia el vaciamiento de los museos en aras de reclamaciones que en el caso de España se han producido con cuentagotas. El término tiene un campo de acción mucho más amplio y tiene que ver con las conquistas territoriales, las imposiciones de género, los totalitarismos políticos o las limitaciones económicas.
Cada centro museístico tiene un mundo propio y las soluciones son siempre complicadas. Así se ha afirmado en repetidas ocasiones durante las tres jornadas de debates que ha consumido la 60ª conferencia de CIMAM celebrada en Palma de Mallorca desde el viernes hasta el domingo. CINAM es la única red mundial de museos de arte moderno y contemporáneo que representa los intereses de la profesión. Nacida como un comité independiente del Consejo Internacional de Museos (ICOM), sus decisiones no son vinculantes para los Gobiernos, pero se dan a conocer en el ámbito internacional.
Las restricciones por el coronavirus no impidieron que el pasado año la conferencia se celebrara en Gdansk (Polonia) aunque el clima ultraconservador del país no contribuyó a arropar unas jornadas en las que el cambio climático y la xenofobia fueron señalados como la principal preocupación. Ha sido todo lo contrario en esta ocasión, desde que la candidatura de Imma Prieto (Barcelona, 47 años), directora de Es Baluard, logró situar a Palma en el mapa internacional de los museos. La ubicación de Mallorca, entre África, Europa y el Oriente Próximo resultó imbatible. La candidatura ha contado con el apoyo de la comunidad balear, del Ministerio de Cultura y Deporte y del rey Felipe VI.
Sorteando las fuertes lluvias de la jornada de arranque, más de 200 profesionales se han desplazado a la isla para debatir sobre lo que tienen que cambiar de manera urgente. El guion básico había sido pergeñado por la propia anfitriona, Imma Prieto; el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel y el comisario independiente y único miembro español en la directiva del CIMAM, Agustín Pérez-Rubio.
La gobernanza de cada uno y sus muchas dificultades fue el tema del primer día. La presidenta de la asamblea, Mami Kataoka (Nagoya, 57 años), directora del Museo de Arte Mori de Tokio, pidió una vigilancia constante contra quienes quieran intervenir en las decisiones internas de los museos. Desde la tribuna, se refería tanto a políticos como a las empresas privadas que con aparente desinterés tienden a influir en las programaciones de los centros artísticos.
El adiós de Frances Morris
A ras del suelo reclamaba esa misma vigilancia Frances Morris (Londres, 63 años), quien acaba de anunciar que en abril dejará de dirigir la Tate Modern, cargo que ocupa desde 2016. Vinculada al museo desde 1987, Morris fue la primera mujer en gobernar la institución de arte contemporáneo más visitada del Reino Unido (5 millones de personas al año). Se va, confiesa a EL PAÍS, para no hacer nada especial salvo vivir. “No creo que el techo de cristal que había roto se recomponga. Me voy porque opino que la gente con mi edad y experiencia tenemos la obligación de no taponar y dejar la vía libre para que los más jóvenes vayan ocupando puestos de responsabilidad. No podemos eternizarnos en los cargos”.
Meskerem Assegued contra la segregación
La reclamación de obras históricas no es una ambición extendida entre los responsables de museos fuera de la órbita europea. Un ejemplo perfecto está en las palabras de Meskerem Assegued (Addis Abeba, Etiopía, 56 años), directora de Zoma Contemporary Art Center, una residencia de artistas con sedes en Addis Abeba y Harla. No suscribe las reclamaciones de obras de países africanos a naciones europeas: lo que de verdad le indigna es que algunos museos occidentales mantengan la segregación con espacios para el arte africano, el asiático o cualquier otro.
Depurar el realismo socialista
“El museo atento”, lema de esta conferencia, invita a pensar si es posible desarrollar prácticas institucionales que tengan sentido para toda la sociedad contemporánea, incluso en estos tiempos de conflicto y guerra. La artista ucraniana Lada Nakonechna (Dnipró, 41 años) trabaja desde hace 8 años en la autodescolonización. Residente en Hamburgo desde el comienzo de la guerra, cuenta que el comunismo soviético utilizó también los museos para unificar el pensamiento. “Ellos ordenaban qué artistas y qué obras debían de estar en las colecciones ucranianas. Así fueron construyendo nuestras identidades sociales en la era soviética”. Con un grupo de artistas han revisado aquellas imposiciones del más duro realismo socialista. “Hay dos corrientes”, cuenta. “Una es partidaria de hacer desaparecer todas esas obras. Otra corriente, que yo suscribo, prefiere fotografiar, archivar y almacenar todas esas obras”.
La artista asegura que las obras de arte no están saliendo a otros países para ser guardadas mientras dure el conflicto. “Están bien escondidas en nuestro territorio. Nuestro Gobierno no se ha ocupado de ello. Han sido los propios creadores y los trabajadores. En general el arte les importa poco. Piense que no existe en Ucrania ni un solo museo de arte contemporáneo”.
La luz negra de Ferreira da Silva
Ensayista y profesora en la Universidad British Columbia de Vancouver, Denise Ferreira da Silva (Brasil, 60 años) ha hecho famoso su método de revisar la historia con la luz negra (blacklight, en inglés). Opina que los museos tienen que analizar cómo han llegado a ser lo que son y mostrar sin disimulos su pasado colonial y de explotación. Todas las instituciones, museos y universidades, tienen que investigar su historia, hacerla pública y proceder a hacer justicia.
Picasso y sus espectros
En el colofón de las jornadas, Manuel Borja-Villel, director del Reina Sofía, se refirió a esos otros museos que no responden al canon convencional y son un espejo de la sociedad en la que se desarrollan. El arquitecto y activista Kike España (Málaga, 34 años) lleva 16 años trabajando en La Casa Invisible, un centro social y cultural profundamente arraigado en la ciudad de Málaga que, sin embargo, siempre tiene enfrente la amenaza de desalojo por parte del Ayuntamiento. “Se juega con Málaga como ciudad de museos”, explica España, “cuando el único que les funciona es el Picasso. En torno a esos museos fantasmales (el ruso, el Pompidou) hay una estrategia urbana y económica que busca la expulsión de los vecinos. En el centro de la ciudad, el entorno de la catedral, solo están censadas 3.300 personas. Eso también es colonizar un territorio”.
Las conclusiones es esta clase de encuentros no suelen estar cerradas. Son apuntes sobre lo que ha de venir. Borja-Villel hace suyas las palabras de Gertrude Stein según las cuales un museo moderno es una contradicción en su propio enunciado. Todo tiene que ser repensado y con otras categorías. El futuro tiene que ser respetuoso con los nuevos feminismos, con lo queer en el sentido de que cada uno decida lo que quiera ser. No caben las imposiciones. Y citando al filósofo autor del Manifiesto contrasexual, Paul B. Preciado, anuncia que: “El hombre blanco, heterosexual y de mediana edad ya no es el estándar que dicta las normas de los museos”.
Babelia
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