Bogdan Plish, director del coro de la Ópera Nacional de Ucrania: “Un pueblo sin cultura es fácil de conquistar”
Una cincuentena de instrumentistas, bailarines y cantantes de la Ópera de Kiev, acogidos desde abril por el Festival de Rávena, recaudan dinero para el ejército de su país mientras actúan bajo la dirección de Riccardo Muti
El jueves 14 de julio, al final de la rueda de prensa en la que Riccardo Muti presentó su concierto en el municipio de Loreto, dentro de Los caminos de la amistad del Festival de Rávena, el director del coro, Bogdan Plish, rompió a llorar. “Había leído la noticia del bombardeo a civiles en Vínnytsia, donde hubo varias víctimas infantiles, como una niña de cuatro años con síndrome de Down que iba en su cochecito con su madre, y me vine abajo”, explica con tristeza. Plish (Mukachevo, Ucrania, 45 años) es, desde 2007, el director del coro de la Ópera Nacional de Ucrania, que poco después adoptó el nombre del poeta Tarás Shevchenko. En 2018 colaboró con el Festival de Rávena, desde Kiev, donde Muti dirigió varias páginas de Verdi en la plaza de Santa Sofía, y después visitó la ciudad italiana para dirigir música de su compatriota Valentin Silvéstrov. Pero su regreso a Rávena, en abril, fue muy diferente. “Lo de 2018 fue un proyecto artístico, pero esto de ahora ha sido una evacuación de guerra, donde sacamos de Kiev a todos los integrantes de la Ópera que pudimos”, asegura a través de un intérprete ucranio-italiano.
El Festival de Rávena, por iniciativa de su directora, Cristina Mazzavillani Muti (esposa del director) acogió a 64 ucranios de la Ópera de Kiev. “Vinimos 26 integrantes del coro, al menos otros 26 bailarines del ballet y tres músicos de la orquesta junto a sus familias”, aclara. En la actualidad, los bailarines están de gira por varios países —este julio han actuado en varias ciudades españolas—, mientras el coro y los instrumentistas han dado casi medio centenar de conciertos en Rávena y otras ciudades italianas. “Nuestras actuaciones recaudan dinero para el ejército y contribuyen a dar a conocer nuestra cultura”. Comentamos las piezas que interpretaron, el 14 de julio, durante el concierto de Muti en la Plaza del Santuario de la Santa Casa de Loreto. “Tratamos de relacionar simbólicamente la ciudad de Loreto [donde se conserva la reliquia de la casa de la virgen María en Nazaret, que fue traída desde Tierra Santa en el siglo XIII], con Mariúpol, nuestra ciudad de María y de todas las madres”, añade.
Por esa razón, tras un canto tradicional ucranio del siglo XIII, titulado El cuerpo de Cristo, interpretaron Plegaria a la virgen María, de la compositora Hanna Havrylec, que falleció al inicio de la invasión rusa de Ucrania. Una composición con claros ecos ortodoxos que cantó una soprano solista junto a su hija pequeña y a la que respondió el coro ataviado con trajes tradicionales. Pero la pieza más emblemática incluida en el concierto fue la bellísima Melodía en la menor, del compositor ucranio Myroslav Skoryk, en un arreglo para oboe, violín y bandura [instrumento ucranio de cuerda pulsada] que fue acompañada por una pareja de bailarines clásicos. “Skoryk, que falleció hace dos años, compuso esta pieza como parte de su banda sonora para la película Vysokyy pereval (1982), pero se ha convertido desde hace tiempo en un símbolo contra la opresión rusa a Ucrania”, asegura. Al día siguiente de esta conversación, Plish dirigió un concierto en la Basílica de San Francisco, junto a la tumba de Dante, que incluyó obras corales de Maxim Berezovsky, un coetáneo ucranio de Mozart fallecido en 1777 a los 31 años. Se trata de un compositor vinculado a la corte zarista en San Petersburgo, formado con el padre Martini en Bolonia y autor de la primera sinfonía rusa, una partitura redescubierta en la Biblioteca Apostólica Vaticana hace ahora veinte años. Pero no se trata de un compositor ruso, sino ucranio, nacido en Hlújiv, una ciudad situada al norte del país, que fue capturada por los rusos en febrero y recuperada en abril por los ucranios.
Plish reivindica con insistencia a los músicos ucranios que, como Berezovsky, han sido asimilados por los rusos. Recuerda los nombres del compositor Serguéi Prokófiev, del bailarín Vaslav Nijinsky, del pianista Sviatoslav Richter y del violinista David Óistraj. “El objetivo de nuestros conciertos es hacer visible nuestra cultura, que nos define como pueblo, pues un pueblo sin cultura es fácil de conquistar y se convierte en parte del que le conquista”. Pero esa defensa de lo ucranio se ha hecho a costa de extirpar lo ruso. De hecho, el Ministerio de Cultura de Ucrania propuso hace algunas semanas eliminar el nombre de Piotr Ilich Chaikovski del Conservatorio de Kiev, donde se licenció el propio Plish. “Como tantos músicos ucranios estoy de acuerdo con ese cambio de nombre. Y a diferencia de lo que sucede con el Conservatorio Giuseppe Verdi de Milán o la Academia de Música Ferenc Liszt de Budapest, Chaikovski no tuvo relación con Kiev y su nombre fue impuesto, en 1940, durante la época soviética”, replica. Comenta la política de la antigua URSS, que consistía en eliminar todo rasgo identitario ucranio e imponer modelos centralistas, como el Conservatorio Chaikovski de Moscú. “Para mí, un nombre ideal para el Conservatorio de Kiev sería el del compositor Mykola Lysenko, una figura fundamental en la música ucrania, que consiguió la financiación necesaria para que pudiera fundarse”.
Pero el director del coro de la Ópera Nacional de Ucrania no tiene nada contra la música de Chaikovski. “Me parece un compositor genial, sin ninguna duda, y antes de la guerra dirigí muchas de sus óperas junto a las de otros compositores rusos. Que hayamos eliminado la música rusa de nuestro repertorio no quiere decir que no la admiremos”, remarca. Y justifica esta medida simbólica en la guerra e incide en el uso propagandístico que hace la Federación Rusa de su propia cultura para crear adhesiones. “Me resulta completamente imposible identificar la cultura rusa en las atrocidades cometidas por los militares rusos contra ciudadanos indefensos en mi país, como el bombardeo de Vínnytsia”, subraya visiblemente afectado. La Ópera Nacional de Ucrania volvió a subir el telón el 21 de mayo, a pesar de que parte de sus cuerpos estables estén todavía en el extranjero o luchando en el frente. Lo hizo con una función de El barbero de Sevilla, de Rossini, a la que siguió otra del referido compositor Mykola Lysenko. “Pero se ha reabierto con medidas especiales que limitan el aforo a 300 espectadores en la platea, ya que es el número que se puede evacuar en el sótano, junto a los artistas y operarios, si sonasen las sirenas del ataque aéreo”, explica. Acto seguido habla de regresar sin mediar pregunta. “Tengo conmigo a mi familia y estamos bien en Rávena, donde nos han recibido con mucho cariño, pero no veo el momento de poder volver a Kiev”. Y termina insistiendo en la importancia del apoyo a Ucrania en estos momentos difíciles: “La gente en el mundo debe entender que nuestra guerra no es ni contra una persona ni contra un país, sino contra el mal, que seguirá causando dolor y no se detendrá”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.