El culto a la Virgen María
Me permito escribirle unas letras a propósito del articulillo Mariolatría, aparecido en EL PAÍS el 20 de abril de 1985, cuyo autor es don Francisco Umbral. Soy lector asiduo de su periódico y le felicito por la difícil labor de promocionar una verdadera libertad de prensa y romper trabas y tabúes para renovar mentalidades desfasadas. Precisamente creo que el amigo Francisco Umbral es una mentalidad desfasada, y esto es lo que deseo precisar amigablemente.¿Quién le ha dicho a él que "la Iglesia decidió entronizar a la Virgen por competencia de los cultos femeninos de Oriente"? Hoy, la crítica histórica más exigente demuestra que esa institución de la Iglesia que tanto parece interesar al amigo no existía más allá de los años cuarenta o cincuenta de nuestra era, cuando un autor palestinense de lo que se ha dado en llamar Evangelio de la infancia, que luego utilizaría el helenista Lucas, escribía: "agraciada", "madre del Señor" "bendita entre las mujeres", "desde ahora me felicitarán todas las generaciones", y recordaba a una mujer, probablemente no muy lejana cronológicamente a él, muy amiga de ayudar a los demás hasta emprender un largo camino por la montaña para ayudar a una pariente suya en los días de su parto. Seguramente ese humilde palestino, conocedor de los libros sagrados judíos, no había oído hablar en su vida de la tal Afrodita, que dice el pintor Modesto Roldán. Ni más ni menos que esto nos facilita la crítica histórica sobre los orígenes del interés de los cristianos por María. Esos pocos datos envuelven su figura en sencillez cristalina, que es lo que yo entiendo de ella por purísima, santísima, panagia, como le llaman los griegos. Me examino a mí mismo como un reguerón de ogoísmo, de soberbia, de rencor, de cieno y la miro a ella clara como el cristal. Que se deje el amigo Francisco Umbral de "la fascinación fetichista del himen". ¿Es que todavía está en el pelmazo tabú sexual? No creo que sea algún cura rebotado. Que deje al Papa tranquilo tomando el aire, pues no va a estar siempre encerrado en las prisiones vaticanistas. Que nos deje tranquilos a los demás. Hoy vivimos en España una etapa política feliz, interesante, luminosa, esperanzadora, dígase lo que se quiera. Y que deje que cada uno llame a esa, mujer de Nazareth, amiga universal, con el nombre de su pueblo, Pilar, Fuensanta, Covadonga.
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